Capítulo 34

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ELENA RECORDABA CUANDO SU MADRE estaba inclinada ante una mesa donde se esparcían papeles y letras que le resultaban difíciles de comprender, ya que tenía apenas diez años.

Preocupada, se había acercado a ella para intentar animarla, o simplemente era un acto reflejo que tiene una hija cuando ve triste a su propia madre, e intentaba irremediablemente consolarla.

Algún día tú tendrás que cargar con este peso —le había dicho ella con el semblante serio, pero sin abandonar aquel tono de voz suave y celestial—. Pero no estaré triste por ti. Porque lograrás cargarlo todo y no te perderás a ti misma en el proceso.

No estoy lista aún, madre —le contestó ella, agachando la cabeza.

¿Cómo podría alguna vez compararse con su propia madre? No estaba ni a la altura de ella.

Aún podía sentir cómo la mano de su madre, tibia y callosa por el trabajo, le levantó la barbilla suavemente, hasta la altura de sus ojos.

Embellece tus defectos —le dijo en voz baja—. Cuando lo hagas, se convertirán en activos que te servirán para sobrevivir. Te enseñaré a manejarlos como un asesino blande un cuchillo.

Muy a menudo, recordaba destellos de escenas donde su madre, la auténtica Reina Tayen, permanecía. Existían recuerdos más sombríos que felices, pero la mayoría de ellos eran situaciones que le habían enseñado cosas esenciales que ahora le servían de mucho.

Había mucho para contarle a Elysa, pero ni siquiera todo el tiempo del mundo estaría a su favor. La joven era tosca, una verdadera alma de guerrera en persona. La comprendía a veces, porque era una chica que había crecido rodeada de sufrimiento y maltrato. Comenzar a creer que, de que una muchacha como ella, tan ordinaria y mundana como cualquier ser humano resultaba ser una deidad del Cielo, no era muy fácil de asimilar.

Le llevaría tiempo, y lo respetaba. Totalmente. Pero cosas más importantes se estaban presentando y la espera ya no era una de las opciones más viables para aquel momento.

Incluso Elysa presentía que Elena todavía le ocultaba algo, pero se había quedado más tranquila con la presencia del Lobo blanco, que ella apodó Invierno cariñosamente. Un nombre que le quedaba muy bien con su aspecto y aquellos ojos amarillos tan fríos como el hielo.

El Lobo sacó su lengua hacia afuera, jadeando en una respiración muy típica de los perros.

—Diaurmuid y Gráinne fueron el Alfa y Omega que se habían enlazado con sangre y sangre con el Rey Aengus y la Reina Tayen. Los Guardianes pertenecientes a la Familia Real por generaciones.

Elysa cruzó sus piernas debajo de ella, escuchando atentamente. Un mechón de cabello tapó la mitad de su ojo izquierdo, pero ella estaba tan concentrada que no lo apartó.

—Muy a menudo, todos se han preguntado por qué de repente los Lobos atacaron a la Familia Real, cuando se produjo la Ruptura. —Elena suspiró, bajando los ojos para alejar las lágrimas anegadas en sus ojos—. Jamás se preguntaron por qué yo fui la única que sobrevivió a aquella tragedia.

Se oyó cómo Elysa respiraba, pensativamente. Invierno se regodeó alrededor de ella pero se conformó con hacerse un ovillo debajo de sus pies. No había peligro allí para estar alerta y ninguna razón para defender a su ama.

—Oí rumores de que tú no presenciaste la escena —soltó Elysa, con voz grave. Su voz, su forma de hablar, era como si ella tuviese más años de lo que aparentaba.

—Yo estaba allí —afirmó la Reina Elena, penetrándola con sus ojos. Su piel de color miel brilló por una fina capa de sudor que comenzaba a hacerse visible por su nerviosismo revestido de indiferencia—. Junto a la Reina Tayen, el Rey Adahy y el heredero del trono, el Príncipe Rowen.

El Espíritu del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora