HUNTER AGARRO LOS CUERPOS del suelo de sus extremidades, arrastrándolos a varios metros de distancia para apilarlos desordenadamente. Ella lo observó en silencio.
El camino de sangre que dejaban los cuerpos en la hierba le ponía la piel de gallina. Hunter se encontraba imperturbable, como si estuviese acostumbrado a aquello.
Debajo de su capa, sacó una botella de cuero y derramó el líquido encima de los cuerpos.
Elysa se negó a continuar contemplando la escena, no quería encontrar accidentalmente el rostro del Nativo que había matado.
Sosteniendo un palo en llamas, lo tiró encima de la pila de cadáveres. El fuego absorbió las extremidades y se apoderó de la carne, chamuscando el cabello y la ropa que llevaban.
—Para que no regresen —explicó Hunter.
Elysa no intentó saber más sobre ello.
Hunter se frotó las manos en la hierba, desmenuzando las hojas del suelo. Así fue cómo se quitó el olor de la muerte fuera de sus manos. Utilizaba el aroma del bosque y las hojas dulces para intentar engañar su olfato. Después de eso, limpió el filo de su espada con un trapo que colgaba de su cintura, hasta dejarla blanca y reluciente.
Elysa se estaba conteniendo. Pero no podía mantenerse por más tiempo. Su lengua protestaba y su mente no la dejaba tranquila.
Así que empezó a sonsacar información.
—¿Qué quiere la Reina de mí? ¿Por qué habría de enviarte para buscarme? ¿Qué tengo yo de especial?
La idea de que una persona —por fin, gracias a los Dioses— apareciera de la nada y estuviese llena de respuestas, era algo parecido a chocar contra una roca para Elysa. ¿Cuánto había pasado desde que hablaba con una persona?
¿Desde que abandonó a Donovan en medio del bosque?
Pero él no se había quedado para abrazarla y a brindarle respuestas. Lo que menos había esperado, era que él tuviese intenciones de llevársela como un paquete para "salvarla" de los lobos, los únicos que le habían dado cobijo por las noches y comida en las mañanas.
Hunter subió las mangas de su camisa negra hasta los hombros, poniéndose cómodo y tirando de sus rodillas para doblarlas debajo de él. Le dio un grande mordisco a lo que parecía ser una pata de conejo quemada. La masticó rápidamente, mirándola con aquella burla que la irritaba bastante.
¿Cómo podía tener tanta hambre con aquel olor nauseabundo colándose en el aire?
Ella respiraba con la boca, porque cuando sentía el aroma de la carne humana y rancia de los Nativos quemándose en el fuego, se le revolvía el estómago.
—Responde.
—No esperaba que tuvieras una actitud tan demandante —le dijo, sacándose algo entre los dientes, con sus uñas—. No me mal interpretes. Me gusta. Te queda bien.
Bota se levantó mágicamente, caminando con sigilo hacia Hunter. Elysa observó que se lamía el hocico con deseo. Tenía hambre. Hunter volteó hacia él, un poco sorprendido por su cercanía, y le tendió la pata de conejo sin vacilar.
Bota se lo arrebató de la mano, mirándolo con desconfianza. Se dio la vuelta, con una actitud triunfante. Acostándose sobre la hierba, comenzó a devorar la pata con energía.
—Elena te quiere en el palacio para protegerte. Soy yo el que tiene que llevarte hasta allí. Y por supuesto, hay algo en ti que hasta los Lobos quieren.
Elysa frunció el ceño. Hunter se limpió las manos de grasa sobre sus pantalones negros. Todo en él era negro. Eso lo ayudaba a esconderse mejor entre las sombras.