UN CHOQUE VIOLENTO ONDULO a través de ella. Una oleada de amarga furia. La Reina Elena saltó hacia atrás, jadeando. Entonces Elysa cayó al suelo sobre sus propias manos.
Los susurros en los rincones oscuros de su mente ahora se liberaron de sus jaulas y llenaron sus pensamientos con ruido. Consigo trajeron una oleada de recuerdos, de todo lo que ella había visto y todo lo que había luchado para suprimir.
Demothi rompiendo su muñeca, gritándole y golpeándola. El beso de Donovan y sus infinitas ganas por controlarla a ella y a su propia vida. El Nativo sonriéndole de una manera siniestra y ella escupiendo su sangre gris luego de haberle mordido. La noche en la que fue capturada por los Nativos y fueron atacados por los lobos después. Los ojos rojos de Invierno que prometían sangre. El filo del sable enterrándose en la palma de su mano, la extensión completa de la espada del Nigromante atravesando su estómago hasta el otro lado. La larga noche en el calabozo. Los ojos incoloros de Tala.
Elysa cerró sus ojos fuertemente y presionó sus manos con fuerza en sus orejas en un desesperado intento de bloquear todo, pero en consecuencia aumentó más fuerte, una cortina de oscuridad que amenazó con tirarla abajo.
Papeles volaron a su alrededor. Un vidrio saltó en un ruido explosivo, seguido de su propio grito de desesperación.
—¡¿Qué está pasando?!
Una voz masculina se oyó. Elysa sintió a Invierno contra ella.
«Ella está intentando desconcentrarte», la voz de la Vidente Tala mágicamente hizo eco en su propia mente a pesar de todo el ruido. «Olvida los sonidos y los recuerdos. Imagina que cierras todas tus puertas interiores y no la dejes entrar».
Elysa la escuchó. Intentó seguir lo que le pedía al pie de la letra, pero todo su cuerpo parecía flotar encima de un abismo y sentía como si estuviera fuera de su cuerpo. Lo sintió esa vez, como si alguien estuviera sacando al aire de sus pulmones, tomando su alma y empujándola hacia abajo hasta hacerse invisible. Inalcanzable.
Invierno apareció en su línea de visión, cuando él se agachó para mirarla a los ojos. Su rostro lobezno estaba contorsionado por el gruñido que producía y la expresión que le seguía después.
Por el rabillo del ojo, vio la silueta familiar de Hunter junto a la Reina Elena.
—Tráeme la sal —la oyó decir.
Hunter la miró con incredulidad.
—¡Alcánzamela!
Después de eso, la Reina estaba derramando una línea de sal alrededor de Elysa e Invierno, encerrándolos en un círculo perfecto.
—¿Qué estás haciendo?
Elysa notó un duro golpe en su estómago. El dolor fue punzante. Justo en la herida reciente.
La chica sabía que era ella. Era un acto totalmente desesperado de su parte. Había conseguido huir de ella tantas veces que los dedos de las manos no alcanzaban. El Nigromante estaba usando sus últimos recursos, y optando por sus últimos planes en ocasión de fracasar. Un mal momento de debilidad aprovechada.
«Concéntrate».
Y allí estaba, otra vez, aquella presencia dentro de ella que jamás había sido bienvenida. Entraba a empujones entre sus cosas e intentaba tomar el control de su cuerpo.
—Alcánzame tu daga —le dijo Elena a Hunter. El hombre se quedó atónito, mirándola con sorpresa.
—Ni creas que...
Elena surgió ante él y en lo que tarda un parpadeo le quitó una daga pequeña y filosa de su cinturón. Acercándose ante el círculo de sal, se asió en la muñeca con el filo profundamente, hasta abrir un tajo donde salió tanta sangre que manchó la sal de rojo. Giró en un círculo hasta que toda la sal estuvo cubierta de un tinte rubí oscuro.