"La Luna es una deidad".
HUNTER SOSTENIA A ELYSA sobre sus brazos cuando un grupo de personas entró al lugar. El castillo en el que se encontraban jamás lo había visto. Se suponía que el Foso de la Sombra era una superficie inestable, el territorio estaba rodeado de montañas inmensas que no dejaban ni un rayo de luz pisar el suelo frío y húmedo. Lleno de acantilados profundos y oscuros, una tierra vasta llena de mitos y monstruos, leyendas y pesadillas hechas realidad.
No se había imaginado que había sido una guarida producto de la Magia Negra. ¿EL Foso de la Sombra? Debería haberlo imaginado.
El peso de Elysa lo obligó arrodillarse. Tal vez unos días antes él podría haber levantado tres personas al mismo tiempo, pero su cuerpo se estaba derrumbando y el peso de una chica lo tiraba al suelo como un saco de papas.
Hunter no podía hablar. No recordaba cuándo había sido la última vez que se había sentido tan horriblemente como en aquel momento. Se sentía drenado, como si ya no tuviera sangre corriendo por su cuerpo y las fuerzas se encontraban en un lugar muy apartado de él.
—Ayúdenla —graznó, casi con los ojos cerrados.
Una mujer echó a correr hacia ellos. Se arrodilló ante Hunter y su perfume femenino lo hizo suspirar. Le quitó a Elysa de sus brazos, y el frío cuerpo de la muchacha dejó un vacío que nadie jamás sería capaz de llenar.
«Ayúdenla... ayúdenla... no la dejen aquí.»