Capítulo 22

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COLL BRANNAGH MIRO A LA REINA a través de sus espesas pestañas.

—No hay noticias de Hunter, Su Majestad.

La Reina Elena gruñó en respuesta, sin importar cuán poco femenino era aquel gesto. Al diablo con eso. En presencia del Consejero Real, no le importaba nada. Después de todo, ¿no era él quien había hecho un juramento de sangre para servirle, sin importar qué?

Su mandíbula estaba apretada por la frustración.

—Has que sigan con la búsqueda —ordenó con voz atronadora—. En cada rincón y lugar vacío. Que no se olviden de ningún lugar.

El Consejero Real titubeó.

—Su Majestad, los Nativos se están poniendo nerviosos. Jamás se han integrado en las profundidades del bosque. Temen encontrarse con una numerosa manada de Lobos, y sus últimas órdenes...

—Lo sé, no pueden asesinarlos —interrumpió al hombre con un fuerte suspiro—. Tendrán que arreglárselas con lo que puedan. Han recibido entrenamiento para sobrevivir a todo aquello, ¿por qué ahora se alzan en contra de mí?

—Mi señora, ellos han buscado por cielo y tierra. Han pasado más de dos semanas, y se sienten cansados. Sé que ellos... —Movió sus manos, nervioso— sé que ellos fueron producto de excesivo entrenamiento y gracias a...

—Sé que siguen siendo humanos después de todo —dijo ella, más para sí misma que para él.

Se volvió hacia Coll, mirándolo de hito en hito.

—Creo suponer que les has enviado cada una de mis instrucciones, ¿no es así?

El labio superior le tembló al tiempo de un parpadeo, lo suficiente como para que Elena lo notara antes de que aquel gesto desapareciera.

—Por supuesto, Su Majestad.

Elena le asintió, despidiéndose de él para que desapareciera de su vista. El Consejero Real le hizo una breve reverencia, escapando de sus aposentos a toda velocidad. La Reina apartó la vista, mirando a través de las cortinas y las ventanas salpicadas por la salada lluvia que caía torrencialmente.

Bajó la vista, apretando su vestido entre sus puños con furia. La búsqueda era completamente inútil. Ella ya lo sabía. Hunter había desaparecido sin dejar rastro. Y Elysa jamás fue encontrada. Ya habían pasado varias semanas desde eso.

Los Nativos cada vez estaban más débiles. Ya estaba arriesgando demasiado enviándolos fuera, al bosque, perdiendo cada vez más al número de los integrantes Sangre Azul. Los Guardianes del Reino habían dejado de ser Guardianes. Ahora, eran un blanco fácil, totalmente manipulables para el Nigromante, quien se negaba a dejarle respirar, enviando una desgracia tras otra.

Su pueblo había entrado en estado de pánico. Había corrido la voz, aldea por aldea, sobre el reciente acontecimiento de una chica de cabello corto rodeada de lobos que había intentado atacar a una anciana indefensa, robando alimentos de su propio campo sembrado, en forma violenta.

Elena casi se había reído por aquello. Los rumores no tardaban en correr, de boca en boca, retorciéndose y cambiándose de la versión anterior, convirtiéndose en una historia diferente a la real.

Pero lo que más le había llamado la atención, había sido el hecho de que Elysa estuvo demasiado cerca de ella. Demasiado cerca y a la vez, muy lejos. Al menos había rastro de ella, al menos eso era todo lo que los Nativos pudieron reunir. Pero Eros Dart era un terreno grande, incluso la Capital también lo era. Elena necesitaba más información que esa.

Tenía un fuerte presentimiento de que algo malo había ocurrido allí. Hunter había recibido órdenes estrictas de dejar rastro evidente, un mensaje oculto para ella, para que Elena supiese hacia dónde se dirigía y si seguía con todas sus piezas en el lugar.

El Espíritu del InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora