Prólogo

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Vivímos en un mundo en donde humanos conviven con omegas, seres humanos con rasgos animales que aparecieron de la nada hace varios siglos atrás. Llamados de ese modo por los humanos para dejar en claro que estaban por debajo de nosotros. Como si fueramos una manada de lobos: nosotros al frente, y ellos atrás.

Dios creó a un mismo número de humanos y omegas, con tal, de que entendiéramos que todos teníamos una pareja predestinada en el mundo. Se escucha genial ¿no? Cuando un humano nace, un omega nacerá, o ya nació en algún lugar.

Por desgracia, estamos repartidos en todo el mundo; y rara vez coinciden dos almas gemelas. Así que de pronto, los humanos comenzaron a emparejarse con humanos, y los omegas con omegas, ocasionando una separación y formando una especie de jerarquía en la que, como siempre, el humano se sitúa a sí mismo en la punta de la pirámide.

Esto no era lo que Dios quería. Y como maldición a su plan fallido, si un humano o un omega muere, su pareja predestinada también morirá. En donde sea que éste se encuentre y con quién esté. Y así se quedó.




Un lazo irrompible (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora