29. Preparativos [²]

825 121 59
                                    

—¿Nos dejarás entrar?

El tono burlón del pelinaranja lo sacó de su ensimismamiento. ¿Acaso podían culparlo? El mayor tenía razón, había pasado un tiempo, por no decir que muchos años.

—Ah, sí— respondió con una sonrisa avergonzada, apartándose de la puerta para darles espacio a los otros. Ellos pasaron, dejando toda la ropa de abrigo en el perchero que había en la entrada—. Es que ha sido mucho desde la última vez que nos vimos.

—Lo sabemos. Pero no por eso te tienes que quedar mirándome como si fuera la octava maravilla del mundo— dijo el pecoso con ironía.

Mark suspiró. —Conozco a alguien que piensa exactamente eso— comentó—. ¿Qué traes ahí?

El rubio alzó las bolsas que traía en sus manos. —Comida. Recuerdas que había que hacer, ¿no?

Sonrió. —Por supuesto— les hizo una seña para que le siguieran, caminando hacia la cocina.

Cuando pasaron hacia la sala, el pelinaranja se quedó ahí parado, analizando cada detalle. —Es parecida a la de allá.

El canadiense asintió. —Mamá lo quiso así.

—Ah, hablando de mamá. ¿Dónde está?— preguntó mirando hacia todos lados, buscándola.

—En su trabajo.

Cuando llegaron a la cocina, el canadiense se acercó a la refrigeradora, abriéndola. Quiso soltar una risa cuando vio los ojos del pecoso brillar ante la gran cantidad de latas de Coca-Cola que había ahí, mismo que se apresuró a tomar una.

—Me alegra ver que todavía lo recuerdas— exclamó con una sonrisa, dándole un sorbo y soltando un suspiro de satisfacción.

Tomaron unas cuantas más (las suficientes, o más bien, la mayoría) y regresaron a la sala, donde se sentaron en una especie de círculo en el suelo, dejando todo lo que iban a degustar en medio.

Mark estaba que no cabía en su felicidad. Y era comprensible. Habían sido prácticamente inseparables, al menos hasta el día que tuvo que marcharse.

Por otro lado, si Donghyuck supiera con quiénes estaba comiendo en ese preciso instante, probablemente se desmayaría. O lo golpearía. O ambas. Posiblemente en ese mismo orden.

—Te veo algo callado, hyung— comentó casualmente, dándole otra mordida a una de las hamburguesas que habían llevado.

El rubio alzó la vista del suelo, masticando lentamente. —Lo siento, estaba pensando— se disculpó, negando ligeramente—. ¿Qué ha sido de ti, Mark?

Mark sonrió, ignorando el escalofrío que le recorrió al recordar precisamente el día en que se disculpó. La mayor vergüenza de su vida. —Han pasado muchas cosas, hyung. Pero nada relevante— se encogió de hombros—. ¿Qué hay de ustedes?

—Bueno, tú sabes— habló el pecoso—. Somos idols.

Rodó los ojos, provocando las risas de ambos extranjeros. —¿Todavía sigues escribiendo?— preguntó el rubio con curiosidad.

Mark asintió, levantándose. Fue a su habitación, tomando el pequeño cuaderno en el que se dedicaba a plasmar sus sentimientos cuando se inspiraba. Se la entregó al mayor, volviendo a sentarse en su lugar.

—Yo también quiero ver— dijo Lee, inclinándose sobre Chan para leer lo que estaba escrito en el papel de la hoja en la que se había detenido—. A ver esta... ¿Baby Don't Like It?— murmuró con curiosidad.

—También sentí curiosidad sobre el título— concordó el rubio.

Ah, esa canción.

¿Debería dejar que la vean?

Cupido | MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora