🌻;; Extra 2 : Recompensa.

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El silencio reinaba entre los dos chicos que solamente se dedicaban a compartir miradas, la pregunta de Donghyuck, que sonó más como una insinuación a oídos de Mark, quedando en el aire, a la espera de que el canadiense hiciera algo. A vista de que el mayor parecía estar literalmente fuera de ese mundo, con la mirada perdida en algún punto del rostro de su novio, Donghyuck empezaba a impacientarse.

—¿Te vas a quedar sin hacer nada?— la voz burlona del moreno rompió el para nada incómodo silencio en el que se encontraban—. Vaya, no era como me lo imaginé— silbó—. Esta es una oportunidad que ocurre sólo una vez en la vida, Mork. ¿En verdad vas a desperdiciarla?— le molestó, tomándose el atrevimiento de apresar el belfo inferior del canadiense entre sus dientes, estirándolo un poco antes de soltarlo, sacándole un quejido al pelinegro. Donghyuck tragó cuando la mirada oscura del mayor encontró la suya, los ojos contrarios transmitiéndole lo que esa simple acción le había provocado. Pero, obviamente, no se dejaría intimidar—. ¿Y? ¿El pequeño Mark es tan virgen que no sabe cómo reaccionar?— dijo con burla, sus dedos pasándose por los cortos cabellos que estaban a su alcance.

Mark chasqueó la lengua, antes de mostrar una sonrisa lasciva que provocó que un escalofrío hiciera un recorrido por su espina dorsal. —Cállate— masculló, esa mirada oscura bajando hasta los carnosos labios en forma de corazón—. ¿O prefieres que lo haga yo?— ofreció en un susurro, acercándose hasta el punto que sus labios se rozaban, y una de sus manos se coló dentro de la sudadera que llevaba puesta el moreno que, para clarificar, le pertenecía. El menor sufrió de otro escalofrío, esta vez acompañado de un estremecimiento.

Donghyuck no iba a admitirlo, ni en un millón de años, al menos no en voz alta. Pero la manera en la que el comportamiento de Mark cambió tan súbitamente estaba provocándole cosas, y por consiguiente, su cuerpo reaccionaba ante esas cosas, tal así, que podía sentir el cosquilleo en su parte baja cada vez que la mano del canadiense amenazaba por ir más abajo, llegando hacia el borde de los pantalones deportivos, deteniéndose al último segundo y regresando hacia arriba, jugando con los pequeños botones, molestándolo, haciendo que él tuviera que dar todo sí para que ningún sonido escapara de su boca, muriendo en el fondo de su garganta. Solamente rogaba porque la erección que comenzaba a alzarse, orgullosa, no fuera tan visible. Incluso rezaba por que Mark no se percatara de ello, porque sino, sería su fin. El suyo y el de su orgullo.

¿Por qué tenía que ser tan sensible?

Aunque bueno, él no tenía la culpa. El culpable era el desgraciado que se estaba aprovechando de su sensibilidad. Sí.

—Mm, parece que alguien está algo ansioso por aquí— ante esa frase, el moreno apretó los párpados con fuerza, deseando que la tierra o lo que sea se lo tragara. Claro. Era estúpido. ¿Cómo pudo siquiera pensar que Mark no se daría cuenta? Si era un pervertido de primera. Los labios de Donghyuck se entreabrieron cuando los dedos de Mark se pasearon por esa zona, rozando casi imperceptiblemente sobre la tela—. Eres tan lindo, Hyuck. Lo más bonito que puede existir en este mundo. ¿Cómo puedes estar duro si no te he dado más que un par de caricias?— y aunque no era una burla, sino admiración por el efecto que aparentemente tenía sobre su menor, a Donghyuck le pareció una.

Sus mejillas se tornaron de un color rojo que enterneció al canadiense, bufando, indignado, e intentando apartarse. —Quítate. Ya no quiero nada— espetó, poniendo las manos sobre el pecho del pelinegro y empujándolo en un intento inútil de alejarlo. Mark sonrió, tomando las muñecas del peliplata y afianzándolas al colchón, a ambos lados de su cabeza, inclinándose para dejar un beso en el rojo moflete.

—No te creo— replicó, rozando sus narices en un tierno besito esquimal. Donghyuck apartó el rostro, avergonzado—. Es mi culpa de todas formas. Deja que me haga cargo.

Cupido | MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora