30. Ansioso.

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Las semanas pasaron, y ahora faltaban únicamente quince días para que la dichosa propuesta de Mark se llevara a cabo. El canadiense, más que nervioso, todavía estaba a la espera de una respuesta, ya sea afirmativa o no, de sus dos amigos de la infancia.

Eso lo tenía de lo peor. Ya faltaba poco para el dichoso concierto y, por consiguiente, su propuesta. Incluso tenía las entradas. Todo dependía de ellos. Si no tendría que conformarse con hacerlo desde su lugar en el público.

Tan mal estaba, que siquiera podía concentrarse en la película que Donghyuck había escogido para ver esa tarde. Podía escuchar las risas que su (ahora sí) casi novio soltaba de vez en cuando, pero realmente no se estaba enterando de nada.

—Oye, Mark, ¿no te parece tonto?— preguntó entre risas el moreno. Calló al no recibir respuesta, encontrándose con un ido canadiense mirando a algún punto de la pared—. ¿Me estás escuchando?

—Ah, lo siento— musitó, volteando a verle por un mísero instante, para luego fijar su vista en otro lugar—. ¿Qué decías?

Donghyuck suspiró, dejando la película de lado para acomodarse sobre el regazo de Mark, sus piernas quedando a los costados del cuerpo del canadiense. Debido a esto, Mark finalmente le miró, mas sin moverse lo más mínimo.

—¿Ocurre algo?— preguntó, verdaderamente preocupado. Sabía que Mark a veces podía ser muy despistado, pero lo notaba preocupado, perdido—. Has estado muy distraído últimamente.

Las manos del moreno tomaron las contrarias, dejando leves caricias con sus pulgares en el dorso de las mismas. Mark tragó. ¿Tan rápido se había dado cuenta?

—No pasa nada— respondió. Entrelazó sus dedos con los de Donghyuck, dando un suave apretón, buscando calmarle—. Estoy bien.

Donghyuck le miró con algo de molestia. —Sigues siendo un pésimo mentiroso, Makku— acusó, mas su tono era tranquilo, suave. En sus orbes brillaba la preocupación—. Dime qué pasa. Te veo pensativo.

—No es nada— repitió. Sabía que Donghyuck no lo dejaría hasta que finalmente le dijera todo lo que pasaba por su mente, así que debía buscar una forma de distraerlo, y rápido, si es que no quería que su propuesta se arruinara. Sólo un poco más—. ¿Por qué crees que me ocurre algo?

—Bueno— murmuró el otro—. Estás más tonto de lo normal.

Una de sus manos se acomodó en la cintura del moreno, al tiempo que alzaba una ceja. —¿Entonces soy tonto?

Donghyuck asintió mirando hacia el techo. —La mayoría de las veces— añadió.

Mark suspiró, dejando que su otra mano fuera al costado libre de la estrecha curvatura. Sus manos empezaban a hormiguear por algo más, pero todavía no habían dado ese paso. Ni siquiera eran algo oficial, por Dios.

—No pasa nada, ¿sí? No te preocupes— intentó tranquilizar, dejando suaves caricias por sobre la tela de la camisa. Donghyuck soltó un suspiro quedo, disfrutando del tacto de las manos del canadiense sobre él.

¿Debería dejarlo ahí? No le creía, por supuesto, pues siempre que se juntaban para ver películas terminaban parloteando en lugar de ver el cortometraje, e incluso en una sesión de besos que no pasaba a más, muy a su pesar. Por eso sabía que algo pasaba, ese día era distinto.

Mark se inclinó, enterrando su rostro en el cuello del moreno. De repente se le antojaba llenarlo de besos, y sería una buena forma de distraerle.

—Sé cuando mientes— advirtió, otro suspiro abandonando sus labios cuando sintió la calidez de los de Mark presionando en su cuello. Sus manos rodearon el cuello del canadiense en contra de su voluntad—. ¿Mark?

Cupido | MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora