34. Antes del gran día [pt.2]

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Donghyuck bostezó, maldiciendo en mil y un idiomas (la mayoría de ellos inventados) al irritante sonido del despertador. Se estiró, intentando desperezarse antes de sentarse sobre el colchón, frotando uno de sus ojos, somnoliento.

Una sonrisa surcó sus labios al recordar lo que estaba a menos de un día de suceder, sintiéndose tan emocionado como siempre que el evento cruzaba por su mente. Con eso motivándole, se levantó con ánimos, pese a que fuese sábado y se le haya olvidado quitar la alarma que solía poner para ir a la escuela.

Una vez de pie, se debatió entre ir y prepararse algo de desayunar o ducharse. Ninguna de las dos le apetecía, mucho menos con el frío que hacía a esa hora por la temporada. Ahora que se daba cuenta, no tenía nada interesante qué hacer, y eso significaba una sola cosa.

Iría a molestar a Mark. Y de paso aprovecharía para preguntar qué era eso tan importante que tenía que decirle.

Sonrió, sabiendo que su casi novio estaría roncando como motocicleta averiada a esa hora. En verdad, el canadiense hacía mucho ruido cuando dormía, tanto que le parecía imposible que alguien le acompañara siendo así. Contrario a sus pensamientos, ese alguien resultó ser él, y terminó acostumbrándose a tal sonido. Aunque eso no evitó que Mark amaneciera en el suelo una que otra vez.

Se puso sus pantuflas de lobito, esas que Jaemin le había regalado por su cumpleaños el año pasado y que había fingido odiar. La realidad era que Na lo conocía como la palma de su mano, pero no le iba a dar el gusto de saber que había dado en el clavo.

Salió de la casa sin ser notado, pues su madre todavía seguiría dormida junto al bebé. No la culpaba. Dongpyo a veces solía despertar de madrugada por lo que él llamaba "cosas de bebé". Por eso prefería no molestarla, y preparar su propio desayuno si es que su padre no estaba en casa para hacerlo juntos. Gracias al cielo, Taeyeon le había enseñado a cocinar, así que no corría peligro de quemar algo o incendiar la casa.

Caminó la corta distancia que separaba su casa de la de Mark, tomando la llave debajo de una de las pequeñas maceteras que había en el porche. Nadie más que él sabía de la existencia de esa llave. Mark la había puesto ahí (con autorización de su madre) por si le apetecía una de sus tantas visitas nocturnas, para no tener que levantarse a abrir la puerta. No era de noche, pero suponía que todos estaban dormidos, así que no quería perturbar su sueño. Excepto el de Mark, por supuesto.

Una vez adentro, cerró la puerta con llave, tal y como la había encontrado. Subió las escaleras y se detuvo cuando estuvo frente a la puerta que era la de la habitación del canadiense, debatiéndose si debía entrar o no. No lo pensó mucho, abriendo la puerta luego de un par de segundos. Mark solía dejar la puerta abierta, exactamente por el mismo motivo de antes.

Cerró con cuidado, acercándose intentando no hacer ruido, ni el más mínimo. Cuando estuvo cerca de la cama, se extrañó al percatarse de que la habitación estaba en silencio. No habían ronquidos. Sólo el casi inaudible sonido de la respiración del mayor, cubierto totalmente por las mantas.

Raro.

Se subió a la cama, quedando justo al lado del canadiense, su rostro cerca del contrario, analizándolo. Parecía no haberse percatado de su presencia, plácidamente dormido. Frunció el ceño. ¿Será que arregló ese problemita y no se había percatado de ello?

Si así fuera, era bueno para ambos. Él podría dormir bien, y Mark ya no tendría que aparecer en el suelo por arte de magia.

Permaneció un rato así, inspeccionando, a la espera de que abriera los ojos. Cuando vio que eso estaba lejos de suceder, se encogió de hombros, decidiendo darle la espalda para intentar dormir. No quería despertarlo. Siendo sinceros, se veía bastante lindo durmiendo así.

Cupido | MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora