5. La caja

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Había dormido la mayor parte de la noche, sin embargo, el alba avanzaba y sus pesadillas regresaron, volvió a despertarse entre los gritos y el sudor frío. Una vez calmado trató de dormir, pero por más que trató, el sueño nunca llegó. Se quedó un rato viendo el cielo raso, luego de varios minutos decidió levantarse y darse una larga ducha con agua caliente.

Las cosas seguían tornándose asfixiantes dentro de su cabeza, se tomó una cerveza sentado en el sillón de la sala, y contra todos sus esfuerzos no pudo parar de pensar y recordar.

Recordó aquel montón de cuerpos, con heridas y amputaciones y luego recordó al niño...

Su cuerpo se sumió en la tristeza y pudo volverse peor si el teléfono no hubiese sonado.

Contestó con una voz pasiva llegando casi a un susurro impregnado de tristeza.

―¿Hola?

―Hola Will, ¿cómo pasaste la noche?

―Ah, hola Emily.

―¿Te ocurre algo?

―No, solo que no he dormido bien.

―¿Las pesadillas volvieron?

William se quedó pensando, las pesadillas siempre estaban allí y hace poco se habían intensificado, aun así, a la larga ya se estaba acostumbrando a ese estado de terror constante.

―Oye, tengo algo de tiempo libre, ¿quieres salir conmigo a algún lado?

Él sonrió, el estar con ella era un boleto para una visita al paraíso, un lugar donde todo su miedo desaparecía y llegaba la anhelada paz.

―Sí, ¿ya desayunaste? Vamos a desayunar a algún restaurante, el que tú quieras.

Ella se río.

―Está bien, te espero.

―Bien, ya salgo.

Él colgó el teléfono y alistó todo para ir a trabajar luego de desayunar.

Diez minutos después, los dos se encaminaban al restaurante y luego desayunaron felices. Sin preocupaciones, solo ella ocupaba todos sus pensamientos. Los dos reían juntos cada vez que alguno comentaba algo con un poco de sátira o sin sentido. Así pasaron los mejores sesenta minutos que tubo Will, en medio de toda su investigación sobre la familia Grey.

William llegó al trabajo tratando de mantener su buena actitud. Aunque Kevin siguiera presionando con que todo era inútil y que el caso se debería cerrar. "ya ha pasado demasiado y demás que los Grey solo se fueron de vacaciones. ¿Tienen problemas familiares?, si, lo sé, puede que ella se escapara con el niño y él se fuera a buscarlo. En todo caso, con lo poco que tenemos no podemos hacer nada". Dijo. "créeme tus intentos son inútiles. Ve y toma otro caso. Este ya está muerto". Dijo cosas horrendas, pero por lo menos no le dijo "si ves", y pensaba que por eso su ánimo no se había alterado.

Fue a su oficina y lo que vio lo dejó sin habla, en medio del escritorio, al lado de algunas bolsas de evidencia estaba una caja blanca con un moño rojo. Su mente le dijo de inmediato que algo estaba mal, se acercó lentamente y con el corazón retumbando dentro de su pecho, pensaba que esa caja explotaría en cualquier momento, "deja de decir que las cosas son peor de lo que son, alguien te hizo un regalo no lo vez, respira, mantente aquí, ¡aquí!" se regañó.

Le temblaban las manos, acercó la silla giratoria y se acomodó, trató de respirar profundamente, se puso los guantes con dificultad. Miró la etiqueta de la caja y en una hermosa caligrafía, rezaba.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora