26. Tragedia

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No pasó mucho tiempo como para que Emily se diera cuenta que estaba en problemas, lamentablemente, fue demasiado tarde para ella, la sustancia en la que estaba imbuido el trapo que ahora estaba en su rostro ya estaba actuando, y su visión ya estaba apagándose. No pudo gritar, no pudo moverse, no pudo hacer nada.

―Vámonos señorita ―Fue lo último que ella escuchó.

El hombre la cargo en un hombro y se la llevó hasta el estacionamiento, la puso en el asiento trasero para luego comenzar con su huida.

Mientras tanto William se acercaba al centro comercial a toda velocidad, llegaron allí y ambos se dispersaron para buscarla, pero ¿Dónde buscarla?

―Es hora de hacer un alboroto ―Dijo el hombre mientras marcaba con su celular.

Y así, en un almacén desierto, una llamada hizo resonar aquel dispositivo y segundos después, todo estalló.

La explosión no contaba con demasiada potencia, de hecho, los medios, horas después se sorprenderían por la poca cantidad de heridos. Aun así, la explosión cumplió su cometido y en esos momentos William Bolton corría directamente hacia la explosión, luchando contra la gente que pujaba por salir presa del pánico.

Cuando pudo llegar, lo vio, no muy lejos de donde había estado el explosivo se retorcía alguien, parte de su espalda estaba quemada, las ampollas se le veía claramente a lo largo de la carne roja, sin embargo, no gritaba, el trapo en su boca se lo impedía.

William se acercó a él, un hombre bastante demacrado, con la barba de días, con la carne de su rostro remarcada por sus huesos; y por un instante pensó en dejarlo, en seguir buscando, pero cuando vio la carta que acompañaba al hombre, supo que ya todo estaba perdido, que había caído directo en la trampa. En ese momento su cuerpo le parecía pesado, sus rodillas se doblaron y cayó llorando, gritando de dolor, de ira.

Fue así como Daniel lo encontró, deshecho, tirado en el suelo sin ver nada, aunque tuviera los ojos abiertos. Mientras el hombre trataba de hablarle.

Su amigo le ayudó a incorporarse, él tomó la carta, y llamó a los demás oficiales que más tarde liberarían de las ataduras al moribundo Eddie Fisher y lo llevarían al hospital.

Fue así como todo terminó.

Una vez que Eddie se recuperó, él y Alexander se fueron, regresaron a su ciudad, fue entonces cuando el caso murió, Kevin lo cerró, argumentando falta de pruebas, y la sociedad reafirmó que el payaso era demasiado para ellos, que ellos no sabían aplicar la justicia.

Fue así como William se quedó toda la noche llorando por lo ocurrido. Solo días después le exigió a Daniel que le mostrará la carta.

Cordial saludo:

Lo vez William, no puedes moverte sin estar seguro de lo que haces, ven, ven y enfréntame, recupérala cual videojuego de Nintendo, ven a mi castillo, pero ¿cuál de todos es?

Escoge bien a tu grupo. Y desemboca tu ira sobre mí.

Pd: conoces mi castillo, sé que conoces la historia.

Atentamente

D.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora