14. En la mira

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William caminaba al lado del guardia por el pasillo, al cabo de un rato llegaron a una pequeña habitación con una mesa en medio, parecía uno de esos cuartos en donde los investigadores de las películas hacen sus interrogatorios, y eso asustó aún más al agente Bolton, ¿lo interrogarían? ¿Por qué lo harían? ¿Tiene que ver con ese hombre con el que estaba Stephen?

―Espera aquí ―dijo el guardia y salió de la habitación.

Pasó cerca de un minuto, un minuto en el que William no hacía más que pensar porque estaba allí y quien era él que llegaría. Y cuando lo vio se sorprendió.

―¡Hola, William! ―dijo Daniel.

William se levantó y lo abrazó, un abrazó fuerte y cálido.

―Humm, oye, me estas dejando sin aire.

―Lo siento.

―¿Cómo estás?

Él se lo pensó antes de contestar, por poco dice que bien, pero ¿realmente estaba bien? No, no lo estaba.

―He estado mejor.

―Entonces perdóname por traerte malas noticias.

―¿De qué hablas?

―Las cosas están difíciles, William.

―¿Por qué?

―El caso ya no está en manos de Kevin, y eso sería bueno con lo que me has dicho, pero no lo es, ahora está en manos de un tal Alexander y él es escoria.

―¿Por qué lo dices?

―Vengo de hablar con él y su machismo es más que evidente. El punto es que me preguntó por ti.

―Y ¿qué quería saber?

―Cómo habías llevado el caso, esta insinuando que sabes algo que no has mostrado.

―¡¿QUÉ?!

―Esa fue mi reacción. Escúchame William, puede que el venga, ten mucho cuidado con él, no sé qué es lo que quiere exactamente, pero tú eres parte de eso.

La puerta se abrió nuevamente.

―Señor William, tiene otra visita ―dijo el guardia y volvió a cerrar la puerta.

―Tengo que irme ―farfulló Daniel.

―Espera.

―No tengo tiempo puede ser él.

Y cuando Daniel estaba a punto de tocar el pomo de la puerta, este se alejó de él y aquel hombre con ojos verdes entró en la sala.

―Que coincidencia Daniel, ¿no deberías estar con Morgan? Vaya chico tan desobediente. ¿Qué haces aquí?

―Estaba saludando a mi amigo.

―¿Cómo sabias que estaba aquí? No recuerdo habértelo dicho.

La piel de Daniel se heló completamente ¿y ahora que diría? No podía decir que Stephen le había dicho.

―Yo lo llamé ―espetó William.

―¿A sí? Interesante. Bueno veo que se está yendo, porque no se queda un rato más.

―Lo siento, pero me están esperando ―dijo mientras trataba de salir.

―Morgan puede esperarlo.

―Aun así, adiós.

Daniel estaba saliendo cuando sujetaron su brazo con fuerza.

―Le dije que se quedara ―expresó con los ojos llenos de odio.

―Está bien... Me quedaré.

Por otro lado, las piernas de William estaban temblando, quería salir corriendo de allí, esos ojos, esa mirada, es él, es claro que es él, fue allá para matarlo y de paso matar a su amigo y dirían que fue un loco, como hace muchos años.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Cálmate, ¡carajo! Cálmate, no imagines cosas, el no tomaría este riesgo, él quiere jugar, ¿no es muy pronto para acabar el juego? Entonces ¿viene a negociar?

Los dos volvieron a la habitación, William se aferraba a los apoya brazos de su silla.

―Buenos días, señor Bolton.

―Buenas ―dijo mientras estrechaba la mano del señor con recelo.

―¿Qué tal su estancia aquí?

―Me inquieta.

―Perdón por ponerlo aquí, pero su situación ameritaba acción, usted estaba muy mal y lo metimos aquí para salvarlo. ¿Ha tomado su medicación?

―Sí, sí lo he hecho.

Así que eso era, el depredador lo había encerrado con la excusa de salvarlo.

―Aun así, como creo que ya le han comentado ―Miró a Daniel―, ahora el caso está en mi poder y me gustaría saber qué sabe acerca de él.

―Que tiene una fijación por los hombres que atacan a las mujeres.

―Eso lo sabemos todos señor, ¿no sabe algo más? Algo que no esté en los registros que he leído.

―No, todo lo que sé está escrito.

―¿A sí? Y que pasa con...

―Alexander pare ―espetó Daniel.

Alexander se lo pensó, luego sonrió, debía de estar cerca.

―¿Qué pasa con Evan?

―E... E... Evan ―tartamudeó William.

Las imágenes revoloteaban en su cabeza, los cuervos, la hierba amarillenta, el viento al correr.

―No sé de q-q... de q-q q-quién me, me hab...

El dolor de cabeza era insoportable y los temblores se volvían peor.

―Evan, el asesino te ha comentado sobre él.

―¡QUE PARE ALEXANDER!

―Sabes quién es, dime, vamos dime.

―¡QUE PARES!

La ansiedad de William crecía, a este punto se daba pequeños golpes contra la mesa. Las imágenes, ¿dónde había visto eso? ¿En una película? ¿Son producto de una historia? No, no, son muy vividas ¿un sueño?

La puerta de abrió, y varias personas entraron.

―Duérmanlo ―dijo alguien con traje de enfermero.

―No, no lo hagan ―espetó Alexander.

Los guardias volvieron a ver al enfermero, esperando de nuevo la orden.

―Háganlo ―farfulló Daniel.

La jeringa se incrustó en el cuello de William y lo liberaron de sus pensamientos. William se sentía flotar, se sentía sereno y sus ojos se cerraron por si solos, viendo aquellos característicos ojos.

Los guardias se lo llevaron.

―Bueno, tendré que saberlo por otros medios. ―Sacó su celular. ―Curtis, el plan falló, tendrás que buscarlo tú, no me importa cuánto te demores, encuéntralo.

―MALDITO ―gritó Daniel, dándole un golpe a la mesa―. CREES QUE PUEDES HACER LO QUE QUIERAS, QUE LE PUEDES HACER DAÑO DE ESA FORMA.

―Daniel, eres un idiota, si para salvar al pueblo de un maldito payaso feminista tengo que pasar sobre ti y tu amigo, lo haré, ¿sabes por qué? Porque ustedes dos me importan un bledo, lamentablemente, los necesito. Que tenga un buen día, Daniel.

Alexander se fue yDaniel se quedó allí lleno de ira. Salió aun odiando al agente, caminandorápido. Mientras él seguía viéndolo, a lo lejos, esperando el momento paraatacar. Le tomó dos fotos, las vio y sonrió. El momento de actuar está cerca. 

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora