18. Se libre

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Él estaba sobre su escritorio, buscando las mejores palabras para describir lo que estaba a punto de hacer, mientras se atacaba pensando que le había fallado a Sussan, pero las cosas en este momento se estaban volviendo muy oscuras y no quería contaminarlo, no quería que terminara como él y por eso había tomado esa decisión, si bien en lo poco que habían compartido, la promesa se había mantenido, Joffrey había sido feliz, él por primera vez en su vida se sentía amado, y de eso estaba seguro. Se lo había dicho él el día en el que fueron al parque.

Era un domingo y los niños reían mientras corrían de aquí para allá, él mismo había llevado al niño a ese lugar y aunque en un principio fue muy tímido, terminó jugando con los demás niños, corriendo, riendo, siendo feliz y ese mismo día él lloró, no podía contenerse más, por lo menos Joffrey tendría un gran recuerdo de su infancia, en cambio él no lo tenía. Recordaba poco de su padre y, de su madre solo se acordaba de esos abrazos cálidos que poco duraron.

Después de un tiempo Joffrey se paró delante de él, y le dijo:

―Te amo, papá.

No sabía porque le había dicho así, no era su padre, pero en sus palabras lo amaba como a uno.

Él lo abrazo, fuerte, sintiendo el calor de su ternura, calor que él mismo había perdido, lo cargó y corrió con el niño sentado en sus hombros, y en ese pequeño instante se sintió como un niño más, entonces río, pero no era esa risa psicópata que se daba luego del dolor, era una risa natural, hasta infantil.

En ese momento él sintió una felicidad diferente.

Pero en aquella noche estaba a punto de dejarlo ir, un niño no debe vivir en un mundo de violencia, el niño no debería de estar con él en ese momento.

Se fue caminando por la vieja casa, mientras las tablas crujían con cada paso. Llegó a la habitación en donde dormía el niño, lo observó dormir por un tiempo y cuando iba a cerrar la puerta, este despertó.

―¿Qué pasa, papá?

―Yo no soy tu padre.

―Humm, lo siento, señor.

―No... Perdóname por hablarte así. Vamos recoge tus cosas, tenemos que irnos.

―¿Adónde nos iremos esta vez, señor?

―Tú iras a un lugar mejor que este.

―Pero yo me quiero quedar.

―Lo siento ―dijo entre sollozos―, pero este no es un buen lugar para ti.

―¿Por qué? ―Él guardó silencio― Dime.

―Ve por tus cosas.

―Por favor dime.

―NO ME OISTE, QUE VAYAS POR TUS COSAS ―gritó.

Él niño salió de la habitación y él se tumbó a llorar.

―¿Por qué lo tratas así? ―se dijo.

―Quieres sacártelo de encima o no ―respondió la voz―, sabes que no puedes estar con él, vamos llévatelo y ya. Podremos seguir jugando, ahora que se puso interesante.

El niño volvió un rato después con un pequeño maletín.

―Aquí está todo ―dijo, el niño, un tanto triste.

―Perdóname ―expresó para luego abrazarlo―. Aquí tienes tu por qué ―luego le paso una carta―, ve y espérame en el auto.

El hombre llevó al niño al parque, desde el auto veía a esos niños con sus padres, disfrutando los últimos rayos de luz que les ofrecía la tarde, aun así, se veía como el suelo continuaba húmedo luego de la tormenta y se podía observar como algunos niños con impermeables saltaban de charco en charco, él se volteó y le habló al niño.

―Hasta aquí hemos llegado tu y yo Joffrey, perdóname por dejarte, pero es inevitable ―El niño lloraba, no quería dejarlo―, sal del auto y dile a cualquier adulto que estás perdido, la policía vendrá y te ayudará.

Al niño no le importaba lo que hacía su nuevo padre, solo quería seguir divirtiéndose con él, sin embargo, en ese momento no tenía opción.

―Señor, gracias, espero que le vaya bien... adiós.

―Adiós ―dijo con lágrimas en los ojos.

Joffrey salió del auto llorando, corrió hasta la mitad del parque y allí habló con una señora, ella se puso a su nivel y le habló cara a cara, luego miró hacia todos los lados, lo cogió de la mano y utilizó su celular.

Él encendió el auto y volvió a la horrenda casa, a esa casa de la que había escapado hace años, de la que había corrido como Joffrey, por el contrario, el no sentía remordimiento al haberse despegado de su casa, en ese momento. Ojalá se hubiera encontrado con una persona amable, hubiera estado en un orfanato y le hubieran asignado una familia. Pero él había corrido al circo, al lugar que amaba, aun así, ese payaso destruyo su mente, toco su cuerpo y luego le pegó todo lo que pudo, hasta que, años después pudo escapar por alguien muy amable, que desgraciadamente murió.

"Este mundo es frio y oscuro", pensó, vio de nuevo la casa y su mente le dio la imagen de su abuela, él apretó la mandíbula llena de odio. "todo es tu culpa" se dijo.

Entró a la casa, se sentó en el sofá y encendió el televisor, puso las noticias y allí mostraban como habían encontrado al niño de los Grey, la presentadora decía que una mujer lo había encontrado en la calle llorando porque estaba perdido, luego la policía lo reconoció. El niño sería acogido por las autoridades y le buscarían una familia suplente. Por ultimo uno de los testigos, dijo que era acción del payaso, que el niño no escapó, el payaso lo habida devuelto sano y salvo, eso demostraba que no era alguien malo, era alguien que quería hacer un cambio.

―Bien, lo hiciste, te volvieron grande. Ahora vamos a terminar con esto de una vez por todas ―dijo la voz.

―Sí, terminemos esto.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora