1. Alianza

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Había pasado una semana desde que el caso se había cerrado, y William volvió al departamento de investigación, con un nuevo caso, pero eso no le importaba, parecía que el mundo se había olvidado de Emily Burton, excepto él, Daniel y la familia Burton. Por ello William aceptó la propuesta de empleo de Kevin, una vez que Alexander se fue, quería conseguir información y quería que alguien le ayudara con ello.

William entró en el despacho de Stephen después de mucho tiempo, parecía un extraño allí, pero se sentía tranquilo, aquel día le dio su propuesta.

―Quiero que me ayudes.

―¿Con qué?

―Tengo que terminar con esto.

―Oh, por favor William, olvidalo.

―No, no puedo, él tiene a Emily.

―Sabes que Emily desapareció en condiciones extrañas.

―¿En condiciones extrañas? Él se la llevó.

―Como digas.

―Entonces no me ayudarás con esto.

Stephen paró de escribir en su ordenador y lo miró fijamente.

―No he dicho que no, y si lo dijera me obligarías hasta el cansancio. Aun así, en mi opinión es causa perdida, no tenemos pruebas.

―En eso te equivocas ―dijo William mostrándole la carta.

―Interesante. Bien, estoy dentro.

―Bien, ¿qué te parece si nos reunimos hoy? ¿Aquí?

―¿nos?

―Daniel también está en esto.

―Está bien.

―Gracias ―dijo William mientras salía.

Pasada la tarde, dos investigadores llegaron al despacho de Stephen, era hora de perseguir a la persona que les había hecho pasar, por tanto.

Los tres se sentaron alrededor de una mesa circular, pusieron las carpetas en esta, William fue el primero que habló.

―Primero, nada de esto puede salir de aquí ―Los miro a la cara

Tanto Daniel como Stephen a sintieron.

―Entonces ―prosiguió William―, comencemos con la mayor pista ―puso en medio de la mesa la carta―. "Conoces mi castillo, sé que conoces la historia." ―Leyó en voz alta.

―Antes que eso ―interrumpió Stephen―, gracias por tomarnos como tu grupo de confianza.

―Ustedes me han acompañado en todo esto, ustedes merecen atraparlo tanto como yo.

―Muy bien, entonces, que comience la misión anti-payaso ―dijo acercando el puño al centro de la mesa.

Los tres unieron sus puños.

―Lo atraparemos ―espetó William, luego los tres lo dijeron al tiempo.

―¡LO ATRAPAREMOS!

Luego de la emoción de grupo, se volvieron a centrar en la última frase de la carta.

―¿Sabes de que historia habla? ―preguntó Stephen.

―No lo sé ―respondió William.

―Dijo que es suyo, ¿eso tendrá algo que ver? ―aportó Daniel.

―Decir que es suyo, supondría dos cosas, que de verdad lo compró o ha pasado demasiado tiempo en él ―resolvió Stephen.

―O que no tiene dueño ―farfulló Daniel.

―Humm, que no tiene dueño... ¿El circo? ―razonó William.

―No, no puede ser estuvimos allí ―respondió Daniel.

―Dijo que lo conoces... ¿El psiquiátrico? Él también estuvo allí ―comentó Stephen.

―Pero ¿cómo puede tener a Emily secuestrada en el psiquiátrico del centro? ―cuestionó Daniel.

―Esperen ―intervino William, mientras buscaba como loco en los papeles de la mesa―. Sí, aquí esta ―dijo mostrando el artículo―, el psiquiátrico del centro no es el único, de hecho, hubo uno en las afueras con el mismo nombre...

De repente la puerta se abrió.

―Oh, todavía siguen aquí ―dijo el conserje al verlos―, bueno ¿quieren café?

―Claro, señor ―dijo Stephen―, tres cafés bien amargos.

―Mucho trabajo ¿no? Bueno, ya se los traigo.

El señor salió del despacho, con su ánimo alegre de siempre.

―Debe de ser ese, el lugar lleva años abandonado ―concluyó.

―Entonces debe de ser allí. ¿Cómo procederemos? ―preguntó su amigo.

―Oigan, debo de ir al baño ―intervino el psicólogo, levantándose de su silla.

Stephen se fue de la habitación, mientras que ellos trataban de pensar como atraparían a un asesino con solo un policía, un psicólogo y un investigador.

Al rato Stephen volviócon una bandeja en la cual estaban tres vasos llenos de café oscuro. Williamhizo espacio en la mesa y Stephen le dio a cada uno su respectivo vaso. Así,mientras continuaban hablando, los tres fueron tomando la bebida de a sorbos ycuando comenzaron a sentir el llamado de Morfeo, fue demasiado tarde, los trescayeron inconscientes sobre la mesa.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora