21. Celebración

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Alexander Reed salió del psiquiátrico Ashford riendo. Sin embargo, su risa y su sentimiento de logro no duraría demasiado.

En otro lugar, cerca de un kilómetro al norte del departamento de investigación, tres investigadores estaban por entrar en el Red Shot, un bar bastante renombrado en Belltown, el motivo de la celebración, estar en la culminación del caso, y aunque Curtis no quisiera entrar Eddie lo hizo entrar.

―Vamos Curtis, diviértete, luego del trabajo duro un hombre debe celebrar.

―Humm, no estoy seguro de esto, alguien tendrá que manejar y obviamente ese no puede beber, así que yo manejaré.

―Lo siento miedoso pero el auto es mío, yo manejaré. ―dijo Stephen.

―Vamos Curtis, deja de hacer un berrinche y disfruta.

A Curtis no le agradaba la idea de beber, sin embargo, el miedo de quedar aparte del grupo lo dominaba, paso toda su época de la escuela rezagado como el raro de la clase y se había prometido a sí mismo no volver a pasar por lo mismo.

―Está bien, vamos.

Los tres investigadores entraron en el bar, el lugar estaba claramente dividido en dos partes, la barra y la pista de baile, cerca de la barra había varias mesas, todas llenas, divisando todas las mesas podías ver un estado de alicoramiento distinto, desde los que comenzaban a animarse hasta los que no podían sostenerse en pie, pero los que estaban cerca de caer al suelo no se encontraban allí, aquellos ya habían sido sacados por los guardias y yacían medio dormidos en las aceras cerca al bar.

Por otra parte, en la pista de baile solo estaban los que comenzaban a animarse y los que solo venían al bar a buscar una pareja.

Los tres investigadores se acercaron a la barra donde atendía una hermosa señorita.

―Buenas hermosa ―saludó Eddie―, danos dos tragos de whisky para comenzar a animar la noche.

La señorita acató la orden y al cabo de unos minutos les pasó el licor.

―Aquí tienes Curtis. Hasta el fondo.

Curtis miraba la copa con desconfianza, no le gustaba el licor, pero decirlo en ese momento seria anticlimático, así que se guardó sus opiniones y tragó lo más rápido que pudo.

Los dos siguieron tomando mientras que Stephen consumía una bebida gaseosa en la barra.

―Vamos Stephen, celebra ―Le sugirió Eddie.

―Tengo que manejar y además mañana tengo que trabajar en algo, lo siento, pero no puedo.

―Vaya que aguafiestas eres Stephen, deja de ser correcto y divierte por una vez ―espetó Curtis, el cual ya se le hacía difícil sostenerse en un punto.

―Ya les dije que no.

―¿Entonces para que viniste? ―dijo Eddie

―Ustedes me preguntaron qué bar era bueno y yo me ofrecí a traerlos.

―Oh cierto.

―Bueno, entonces ya cumplí mi cometido, y al parecer sobro aquí ―manifestó mientras buscaba la cantidad correcta de efectivo, dejando lo que costaba su bebida en el mostrador― que se diviertan.

Stephen Black salió del establecimiento y los dos investigadores siguieron bebiendo, luego fueron a la pista de baile, saltando al ritmo de la música electrónica, y eventualmente una hermosa mujer se le acercó a Curtis, hablaron poco, pero el investigador había obtenido el número de una chica. Curtis comenzaba a creer que era el mejor día de su vida. Cuan equivocado estaba.

Los dos salieron del bar cerca de las once de la noche, se tambaleaban y veían como todo se movía a su alrededor. En ese momento un hombre les habló.

―¿Los llevo?

Esa voz se les hacía familiar, de hecho, creían conocer a esa persona, pero por la poca luz y sus estados de alicoramiento no lograban identificar quien era. Veían los tirantes negros, la pulcra camisa blanca de manga larga y esos ojos, ojos inconfundibles, aun así, en el fondo, parecía otra persona.

―No gracias ―respondió Curtis.

―Vamos, los llevaré a sus casas.

―No, agradecemos su oferta, pero nos iremos en un taxi ―dijo Eddie.

―Vaya, es una lástima, yo quería hacer esto fácil, pero... ―el hombre llevó su mano atrás y luego la vieron, una pistola, les apuntó y prosiguió― Ustedes lo hicieron difícil, ahora, entren al auto.

El miedo había dominado a Curtis, se cubría la boca mientras trataba de no llorar. Así Eddie trataba de controlar la situación, sin embargo, estaba indefenso, había dejado su arma en el departamento de investigación, lo único que podía hacer era alzar sus manos y tratar de hablar.

―Oye, oye, tranquilízate, ¿bien? Si quieres nuestro dinero lo tendrás, pero no tienes que ponerte así.

―¿Dinero? Crees que estoy haciendo esto por dinero, eres estúpido. Vamos, estoy perdiendo la paciencia, entren.

―¿Entonces qué quieres?

El hombre le apuntó a la cabeza, avanzó y le puso el cañón del arma en la frente.

―Lo que quiero es que tú y tu imbécil amigo entren al auto.

Para Curtis era demasiado, con las manos en alto se apresuró, abrió la puerta del auto y ocupó el asiento trasero. Eddie lo miraba, "¿qué estás haciendo?" pensó y al parecer Curtis lo entendió, pero Eddie sólo necesitó ver el gesto de terror en la cara de su compañero, un gesto de miedo profundo, de temor por su vida.

―Ves, tu amigo sabe seguir instrucciones. Ahora sigues tú.

Eddie se quedó allí parado en silencio, tenía miedo, tenía impotencia, quería pelear, pero tenía las de perder, ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

―Cinco...cuatro...tres...dos.

―¡Está bien! Está bien, voy a entrar en el auto.

Caminó lentamente y se iba a sentar al lado de Curtis.

―No, no, no, tú vas adelante.

Rodeó el auto y ocupó el asiento delantero, el hombre cerró la puerta, rodeó el auto y, una vez en el asiento del conductor, cerró la puerta y aceleró.

Condujeron por más de 40 minutos, por caminos rurales y con el paso del tiempo Curtis lloraba más, hasta que lo vieron, fuerte como una roca, en la cima de una colina, seguía en pie, el desgastado psiquiátrico Ashford, rodeado por la naturaleza, iluminado por la luna.

Habían llegado al patio de juegos de su captor, que hasta ahora no sabían quién era, pero en el momento en que vieron ese robusto edificio, se percataron de que su jefe se había equivocado a lo grande, el payaso no era William Bolton, el payaso estaba allí, era el hombre que conducía. Entonces el miedo paralizó a Eddie, "estamos muertos" pensó. 

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora