25. Redada

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Habían pasado dos días desde que el cuerpo de Curtis fue encontrado enfrente del departamento de investigación, y la instalación seguía sumida en ese caos en el que se había adentrado desde que el payaso comenzó a matar, aun así, antes de la muerte de Curtis parecía que por lo menos, un puñado de personas continuaban cuerdas, pero en la actualidad hasta en Alexander se notaba el pesar y la tristeza. Parecía que todo rayo de esperanza se había extinto, parecía que esa puerta tenía la misma inscripción que la puerta del infierno descrita por Dante.

La única esperanza en la actualidad, no estaba dentro de esas instalaciones.

William Bolton no había vuelto a pasar por esa puerta desde que salió feliz del psiquiátrico, no se sentía apto para pasar por allí y no lo quería, no quería ver esos ojos, aunque sus sospechas se habían disipado un poco, seguía sintiéndose temeroso de verlos y en el fondo, tampoco quería ver a Stephen, estaba resentido, lo había dejado en manos de ese tipo desde que llegó. Así que decidió distanciarse.

Por el contrario, en su propia casa la investigación se dirigía solo a un lugar, el número 29 de la calle Rogan, se distanciaba dos calles al sur del circo, y en esa casa Damien White vivió su infancia junto con Beatriz Jones. Muy pronto darían un ataque silencioso, y por ello, llevando las leyes del juego en el que estaba inmerso, estaba escribiendo una carta para su enemigo, carta en la que le demostraba su desastrosa infancia.

Una hora después, luego de que Daniel le dijera que la orden de allanamiento estaba lista, y haber saltado lleno de alegría por haber llegado tan lejos, William se dirigía en una patrulla al 29 de la calle Rogan, junto con 10 personas de la fuerza policial a sus espaldas, cerca, muy cerca de atraparlo.

Mientras tanto, un investigador se llevaba la mano al bolcillo delantero de su pantalón, su celular vibraba mostrándole una nueva notificación. "El detector de movimiento de ha activado, ¡¡INTRUSO!!". "Así que decidiste jugar" pensó.

―La hora ha llegado.

Aquel investigador volvió a su despacho, se sentó detrás de su escritorio y se quedó viendo el monitor, que mostraba los comportamientos de su próxima víctima, ella también estaba saliendo de su casa y él sabía muy bien a dónde se dirigía.

―Cuida donde pisas William ―dijo―. Giojojojojojo.

la policía estaba cerca de la casa, con las patrullas rodearon la calle y los agentes entraron en la vivienda, vigilando todos los puntos para que el asesino no los sorprendiera, en la sala solo se encontraban los muebles cubiertos de un protector de plástico, en la habitación se respiraba el polvo. En la cocina, no había nada, en los cuartos, igual. Para la desilusión de William, dentro, no había nadie. Un oficial dio la orden y el agente Bolton entró en la casa, en aquella casa nada sobresalía, todo estaba correctamente ordenado, lleno de una capa de polvo que en el piso fue quebrantada por los oficiales, sin embargo, también pudo ser otra persona. Miró la habitación central, pulcra, como si los habitantes hubieran salido a comprar algo.

―Crees que alguien le avisó ―dijo Daniel.

―No lo sé, talvez. No se te hace raro que todo esté bien ordenado.

―Bastante, creo que nos quería aquí.

―¿Para qué? ―Se cuestionó, Daniel.

―Señor, encontramos algo ―dijo uno de los oficiales.

―Lo sabremos pronto ―respondió William.

Daniel y William avanzaron por la casa, hasta un cuarto oculto a medio pasillo, era prácticamente invisible, pero allí estaba todo, el disfraz, el maquillaje, el ordenador y las fotos, fotos que los dejaron helados, fotos de Alexander, Eddie, Daniel, William, Kevin y, por último, Emily. Después el monitor se encendió.

―Felicidades William, has llegado muy lejos, hiciste una jugada grandiosa, buscaste sobre mi infancia, encontraste esta casa que detesto e hiciste una redada que por poco me toma desprevenido. Pero sabes algo William, eres tan predecible, y eso es lo que te mantiene detrás de mí, eres tan condescendiente, tan "correcto", déjame decirte una cosa agente, para vencer el mal se debe dejarse contagiar de él.

» Ambos sabemos cómo va a terminar esto, uno de los dos tendrá que morir y el otro se bañara en la gloria, ¿qué versión del bien ganará? Dime William ¿qué estás dispuesto a hacer para atraparme?

William se acercó a la pantalla y dijo.

―Todo.

―Sea cual sea tu respuesta William, es mi turno y ahora que estas cerca de uno de mis peones, me tomaré el atrevimiento de mover dos fichas a la vez, te lo digo desde ya, ¿sabes dónde está Emily? Es momento de correr William, porque esta casa va a explotar dentro de poco y porque debes ganarme en la carrera por Emily, que empiece... tres...

―¡TODOS SALGAN!

Todo el mundo se apresuró a salir de la edificación, y cuando todos estuvieron detrás de la barricada hecha con los autos, todo explotó, partes de la casa salieron volando, los vidrios se destrozaron por completo y al final, producto de la cantidad de años que tenía esa casa, todo se desmoronó.

―Rápido Daniel tenemos que irnos ―farfulló William mientras abordaba el auto y trataba de llamarla.

―¿A dónde? ¿a su casa?

―No, no creo que este allá, allá él no la puede apresar, tiene que ser otro lugar. Piensa, piensa...

―Piensa como si fueras él.

―El centro comercial, Gran Plaza.

―¿Qué?

―Ella siempre va de compras cuando está deprimida, y el lugar es perfecto.

―Pues vamos.

Las bocinas se encendieron y cruzaban las calles como si volaran.

Mientras, en el centro comercial.

―Disculpe señorita, podría guiarme, es que estoy perdido, ¿dónde queda las salas de cine? ―preguntó el hombre.

―Oh, sí claro, si quiere lo llevo, están cerca del estacionamiento ―dijo Emily.

―Muchas gracias señorita ―expresó.

"Excelente". Pensó.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora