Alexander Reed llegó a la oficina temprano, quería seguir trabajando en el caso, aunque su cuerpo se opusiera con el sueño, nada que un buen café no hiciera, café que hizo lleno de cólera, puesto que la secretaria le dijo que no sabía hacer café, que le quedaba horrendo. ¿Qué mujer no sabe servir bien? Vaya educación la que tuvo.
Puso todo en un tablero, de esos en los cuales está todo lleno de hilos rojos, como en aquella película de Sherlock Holmes. Le gustaba rastrear su información de aquella forma, aunque su espalda lo reprendiera por estar tanto tiempo de pie.
Con ello llegó al mismo punto que el agente Bolton, Damien White seguía siendo una gran incógnita, pero sentía que se estaba perdiendo algo, su instinto le decía que las cosas que tenía no era la totalidad de lo que se habían encontrado.
¿No era extraño? Un grupo de investigadores trabajando hasta que las ojeras aparecen en sus caras, llegan a la misma persona, pero no la encuentran, ciertamente si el caso no fuera mediático estaría en una caja, entre la gran cantidad de cajas que llenan los estantes de la institución federal.
Entonces ¿por dónde seguir? Damien era un fantasma, se lo había tragado la tierra, pero el payaso seguía actuando, ¿Cómo sigues en pantalla si ya no estás en el acto? ¿será qué...?
Alex rebusco entre los papeles, trataba de encontrar algo que le diera la razón, pero no sabía qué, todo era muy confuso, sí que lo era.
La idea quedó en su mente, ¿puede ser?
Cuando llegaron los demás les dijo que comenzaran de nuevo, que buscaran que faltaba, que pudieron haber pasado por alto. Puso a Curtis como líder del laboratorio, él lo aceptó con miedo, se notaba su la ansiedad a leguas. Mientras para los demás Eddie era el líder, tenían que revisar cada fotografía, cada testimonio y volver a visitar a los testigos. Era un gran retroceso, sí, pero era necesario.
Tengo que encontrarlo, pensó.
Luego de pensarlo demasiado, decidió que no podían confiar en esta gente, en sus 20 años de servicio había visto muchas cosas, pero si lo que estaba pensando era cierto, vaya locura. Ahora todo dependía de él, todo volvería al inicio.
Stephen Black llegó varias horas después, se encerró en su oficina y allí luego de frotarse la cara y de estirarse por el cansancio que tenía. El sueño lo dominaba, lo tentaba a recostar su cabeza sobre el escritorio y dormirse allí mismo.
Alguien tocó la puerta.
Stephen se levantó y la abrió. Quien estaba al otro lado de la puerta era su nuevo jefe y no se veía con cara de hacer amigos.
―Hola, señor Reed, pase, pase ―insistió sonriendo.
―No gracias, Stephen, solo vengo a preguntarte algo.
―¿Qué necesitas?
―Vaya sueño el que cargas, deberías dormirte más temprano muchacho. Bueno como sea, tu hiciste el perfil, ¿cierto?
―Sí, señor.
―¿Lo hiciste solo tú, o alguien te ayudo?
―Vaya desconfianza me tiene, señor ―Stephen miro a su jefe, a este no le hizo gracia el comentario―, pero he de admitir que está en lo cierto. Me ayudaron un poco.
―¿Quién?
―¿Para qué necesita saberlo? Eso no incumbe al caso o sí. ¿Qué está buscando, señor Reed?
―Eso no es de tu incumbencia, ¿quién te ayudo a hacerlo?
―Hmph, bien, no sé qué es lo que quieres, pero te lo diré ―Stephen tenía una mirada calculadora―, William Bolton.
―Muchas gracias ―dijo triunfante.
―Alexander, ¿cree que le puede ocultar cosas a un psicólogo? Hay caminos por los cuales es mejor andar con precaución.
Reed se volvió, no sabía que pensar, ¿eso era una amenaza? Si lo era, eso constataba que iba por buen camino, su idea estaba completa.
El payaso ha metido sus manos en la investigación.
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La pesadilla de Belltown
Gizem / GerilimEl pueblo de Belltown está siendo azotado por un asesino con un traje y una mentalidad muy particular. El caso estará a cargo del detective William Bolton, con poca experiencia en el cargo, las situaciones que tendrá que enfrentar comenzarán a sobre...