5. Escape

1 0 0
                                    

―¡HERMOSO! ―expresó el payaso―, ¿no les parece?

Lo que el payaso vio, le hizo sentir algo que no había sentido hace años, pero no era tan fuerte como para llamarlo miedo, simplemente era sorpresa, sorpresa que lo emocionó.

William Bolton se había levantado de su silla y estaba parado allí, con el ceño fruncido y los ojos imbuidos en pura ira, no, ira no, locura. Avanzó y le pegó con la rodilla a su captor, golpe que lo dejó sin aire, pero aun podía pelear. Daniel se adelantó y con un golpe en la quijada, el payaso terminó en el suelo inconsciente. Por otra parte, la mano de Daniel había sufrido mucho daño, pensaba que se había roto dos dedos en el golpe, aun así, la potencia del golpe no pudo ser más efectiva.

―Busca las llaves ―Le dijo a Daniel.

Las llaves de las esposas estaban en el bolcillo del pantalón, junto con un gran manojo de llaves, trataron de abrir las esposas, presos del miedo. Se liberaron y Daniel ya estaba saliendo de la habitación.

―Espera ¿qué haces? ―preguntó William.

―Tenemos que huir, rápido antes de que despierte.

―Y dejarlo aquí inconsciente, libre, para que despierte en cualquier momento y nos atrape. Gracias, pero ya me vi esa película. Pásame las esposas.

El agente arrastró el cuerpo del payaso cerca de las patas de acero de la plancha, cogió las esposas y le puso ambas en la mano derecha, amarrándolo contra las fuertes patas.

―Vámonos.

Ambos salieron corriendo por el pasillo, llegaron a la celda en la que estaban, liberaron a Emily y los tres se dieron a la huida en la penumbra del abandonado lugar. Continuaron avanzando por el pasillo, luego una baldosa que pisó Daniel se hundió, William instintivamente le haló y la cuchilla disparada de la pared le rozó la pantorrilla a Daniel, haciéndole un corte superficial.

―Por ahí no, por aquí ―William se desvió hacia la izquierda, hacia la pared y abrió una puerta oculta en esta.

Bajaron las escaleras lo más rápido que pudieron y corrieron por sus vidas en ese pasillo. Salieron del pasillo hacia el portón, y continuaron corriendo hasta llegar a la puerta.

Estaba cerrada.

Buscaron entre las llaves cual les funcionara, pero luego de tratar con 5 ya estaban perdiendo la esperanza, fue entonces cuando escucharon.

―¿buscan esto?

Los tres se volvieron rápidamente, llenos de miedo. Allí, al final del pasillo un hombre extendía su brazo izquierdo, donde estaba la llave de la puerta.

―Lástima, habían llegado tan lejos. Tan, tan lejos, pero ¿adivinen qué mis niños? ―Hizo una pausa, mirándolos fijamente― ¡el payaso aún puede jugar! GIOJOJOJOJOJO.

―La ventana, ¡salgan rápido! ―farfulló William.

―No, no mis niños, ¡vengan! Puede que ya no tenga una mano, pero les aseguro que nos divertiremos.

El payaso tomó el hacha sangrienta con, su ahora única, mano izquierda y comenzó a correr hacia ellos, riendo como loco y con los ojos desorbitados por la locura, a la vez que dejaba un rastro de sangre que goteaba desde donde ahora, terminaba su brazo derecho.

William se adelantó tirando un gran reloj de péndulo que estaba a un lado del pasillo.

Daniel había roto la ventana y ahora pateaba con todas sus fuerzas los barrotes, para su alegría estos cedieron.

―¡ADELANTENSE! ―gritó William.

―Pero William ―dijo Emily.

―¡Qué te vayas, Daniel llévatela!

William continuaba tirando las cosas con tal de obstaculizar la carrera del payaso, cosa que estaba funcionando.

Daniel y Emily ya habían salido de la edificación y corrían en medio del bosque que se había formado con los años.

William salió un poco después, estaba cansado, pero pensaba que podía ganarle en una carrera a su captor, que ahora le gritaba iracundo "ven aquí Will, ven para que acabemos esto". Corrió a lo largo del bosque tratando de encontrar a sus amigos, sin embargo, estos le llevaban bastante recorrido. William metió su pie en un hoyo escondido con el pasto, su tobillo se torció, llevo sus manos a la boca para que su grito no alertara su posición, y continúo arrastrándose. Hasta que si cuerpo no pudo más y se escondió detrás de un árbol y allí se mantuvo lleno de miedo, esperando el momento en el que ese hombre apareciera.

―¿DÓNDE ESTAS NIÑO? VEN Y ACABA CON EL JUEGO, PELEA COMO UN HOMBRE.

Los gritos se aproximaban poco a poco.

―ODIO USAR ESTO, PERO NO ME DAS OPCIÓN WILLIAM. –gritó sacando de su pantalón una pistola.

Daniel y Emily continuaron corriendo, hasta que vieron la autopista, corrieron hasta ella. Hasta que un sonido los hizo parar en seco.

El disparo resonó por toda el área. Los pájaros volaron despavoridos y los grillos cesaron su canto.

―¡Tenemos que hacer algo Daniel! ―farfulló Emily al borde del llanto.

―No podemos hacer nada ―confrontó Daniel, quebrándosele un poco la voz―. Crees que no me duele, pero sería estúpido volver y que tú y yo muriéramos allá, William no se quedó para que hiciéramos eso Emily, se quedó para que escapáramos, y si él pudo tomar esa decisión yo la respetaré.

Emily comenzó a llorar, y se volvió para continuar corriendo.

"Perdóname por eso". Pensó. "perdóname por meterte en esta situación".

Continuaron corriendo y una vez en la carretera, escucharon otro disparo. Luego otro y luego, silencio. Hasta que un auto paró frente a ellos, y le imploraron que se los salvara. Ambos abordaron el auto directo Belltown, ambos comenzaron a llorar. Ambos lo habían dejado y se culpaban por eso.

Mientras, el payaso, con su muñón completamente vendado, se las arreglaba para cavar un hoyo en medio del bosque, una nueva tumba, para un nuevo cuerpo.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora