19. Damien

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William estaba sentado en el salón principal, en una mesa junto con Inés, cuando escuchó la noticia, se paró justo enfrente del televisor y allí vio todo el reportaje. "Está vivo, está bien, gracias al cielo", pensó, se sentía alegre, hasta que escuchó el comentario del testigo, era cierto que no le había hecho daño físico, pero como estaría su mente, no hay porque alabar a un asesino como ese payaso, él no es un salvador, no es más que un loco. Y en ese momento, entre sus pensamientos recordó el artículo. Damien estuvo allí, claro que era un loco, y luego su mente se encendió.

"Me recuerdas a alguien, un niño, hace mucho que estuvo aquí, ¿Qué será de él?" recordó eso que le había dicho Inés. Se acercó rápidamente a ella.

―Inés, recuerdas que me dijiste que me parecía a un niño que conociste.

―¿Yo dije eso?

―Me lo dijiste cuando me hablaste por primera vez.

―Creo que lo recuerdo.

―¿Cuál era el nombre del niño?

―Humm, no lo sé, no lo recuerdo.

―¿Era este niño?

William le mostró el pedazo de periódico que le había pasado Stephen, allí al lado del texto había dos imágenes, una del centro psiquiátrico y otra de Damien.

―Sí, era él, pobre niño, lo que le pasó.

―¿Te acuerdas de eso?

―Un poco, si no es que mi mente ha cambiado las cosas, los años no vienen solos, sabes ―dijo entre risas.

―¿Me podrías contar?

―¿Qué quiere saber nuestro detective triste?

―Tu dijiste que se parecía a mí, bueno, quiero comprobarlo.

Ella río.

―Los detectives quieren saberlo todo.

―¡Hora de volver a sus celdas! –dijo el guardia mientras tocaba una campana.

―Bueno, me temo que la historia se contará mañana. Adiós detective triste, que tengas buenos sueños.

―Adiós, que tú también los tengas.

William estaba ansioso, no podía creer que lo había logrado, realmente Alexander lo había llevado al camino correcto, pronto sabría que le había sucedido al payaso y entonces, así como él lo había hecho, podría hacerle daño con sus palabras. Pronto lo tendría en sus manos y podría hacerle todo el daño que quisiera, pronto seria él el que estuviera encarcelado.

No tardó mucho en dormirse luego de tomarse la medicina.

Estaba en una sala completamente vacía, todo era blanco a su alrededor, excepto algo, justo al frente de él se encontraba una puerta, comenzó a caminar, pero la puerta se alejaba. Luego de un tiempo, jadeando por el esfuerzo físico, logró llegar a la puerta, la abrió y al otro lado había otra puerta, una de barrotes, esta se abrió sola. Él entró en la nueva habitación, en esta todo estaba viejo y malo, todo se caía a pedazos y la madera crujía con cada paso. Continuó avanzando, luego de un rato encontró tres cuerpos, entre ellos el de Alexander, con los ojos abiertos y mientras los veía escuchó la risa, Giojojojojo, al final del pasillo, salió a correr en dirección a la risa, llegó a otra puerta, la abrió y entró, el recinto parecía un calabozo y allí, encima de un taburete, estaba el payaso, con la cuerda en el cuello mientras se desternillaba de la risa. William lleno de odio, puso su pie en el taburete y lo tiró. El cuerpo del payaso cayó y todo el entorno comenzó a moverse, a retroceder y volvió a la habitación blanca con la puerta.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora