3. Cuerpos

1 0 0
                                    

Esa noche comenzaron las pesadillas. Él sabía que tarde o temprano llegarían y en ese momento, con Emily en sus brazos, no fue mayor problema. Sin embargo, el huracán se había formado y no faltaba mucho para que tocara la costa.

Pasó un mes para que llegara, y con su fuerza arrasó todo. Dos semanas antes de que los encontraran, las noticias mostraban la ausencia de dos personas, primero en el periódico local, el Belltown Daily, rezando que la residencia de los Wells había sido asaltada, esto solo se supo por la preocupación de los vecinos al no verlos por varios días, además de que el drogadicto Fred Matthews no se había presentado de nuevo al refugio y los transeúntes no lo habían vuelto a ver.

Luego se traspasó la prensa para llegar al noticiero estatal y todo Belltown se preocupó, sin embargo, no demasiado, creían que se habían ido para jamás volver, no era extraño que un pueblerino saliera una mañana y días después se vieran fotos de estos por la internet posando frente a monumentos.

El departamento de investigación se puso a la tarea, lo que no sabían los medios es que la madre de Amanda Wells ya había interpuesto la desaparición de su hija. Entonces comenzó el primer caso serio de William Bolton.

Buscaron todo lo que pudieron, recogieron muestras, pusieron retenes, los buscaron por cielo y tierra, así al cumplirse el mes del nuevo puesto de William, encontraron una fosa en uno de los bosques que bordeaban los caminos de acceso al pueblo.

Ahora esto va enserio, pensó William, quería tomar el asunto con el mejor de los estados de ánimo, sabía que era una tragedia y que el ámbito mediático se adueñaría de ella, era algo malo, sí, pero él tenía el poder de encontrar al bastardo que lo hizo y eso le daba un poco de valor dentro de sí.

Ambos iban en una camioneta, Kevin Brooks como investigador al mando y William como un aprendiz, era un pueblo pequeño y con ello no muchos querían investigar cuerpos putrefactos, la calma se notaba en el cuerpo de Kevin, con sus cuarenta años y de ellos un cuarto de siglo manejando casos de aquí y allá, hace diez años que había llegado al pueblo y con ello no muchas cosas eran interesantes, lo que le hizo deducir que el asesino era un principiante que se tomó el camino de cinco horas desde el lugar más cercano al pueblo para probar la emoción de la muerte y luego se había ido asustado con el rabo entre las patas al tener el aliento de la policía en el cuello, pronto se entregaría.

En cambio, William sentía el burbujeo de la ansiedad dentro de sí, aquel miedo que se presenta cuando hacemos cosas nuevas y no sabemos cómo saldrán y en ese momento, en ese pequeño paseo, las piezas comenzaban a alinearse.

Llegaron al lugar repleto de reporteros y periodistas del Belltown Daily y el Daleville Times, le sorprendió que la noticia hubiera llegado tan lejos, pero luego comprendió que cosas como esas no ocurrían todos los días.

Varios policías hacían lo posible para que los reporteros no entraran en la escena del crimen, aun así, la horda de reporteros peleaba por su objetivo. Los dos investigadores se abrieron paso entre las personas y los policías levantaron la cinta para que pudieran pasar, en ese momento un reportero traspasó con gran habilidad la seguridad del sitio y pudo tomar una foto de la fosa donde se encontraban los tres cuerpos. De inmediato un policía lo agarró y aunque se resistiera, no podía zafarse de las manos del policía, acto seguido lo sacó de la escena y le pidió las fotografías. El reportero se lo pensó por un tiempo, pero terminó entregándolas, era eso o que dañaran su cámara. "Te paso esta, pero si lo vuelves a hacer terminarás en la comisaría". Había dicho el oficial.

Los cuerpos estaban en un agujero de metro y medio de profundidad. La fosa se encontraba en un espacio abierto, sin árboles y el pasto no crecía demasiado.

La pesadilla de BelltownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora