Capítulo 18

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Era una noche fría de verano, pero a pesar de eso, Marizza estaba sentada en uno de los puff de su balcón mientras abrazaba su guitarra y con una de sus manos sostenía una cerveza.
Su cabeza era un torbellino de pensamientos.
Desde que Pablo había aparecido en su departamento esa tarde, no había podido dejar de pensar en su propuesta. Amaba la idea de que le pagaran por escribir canciones, y sabía que eso le iba a permitir escalar más allá, pero ¿trabajar con Pablo? no podía negar que le agradaba la idea de verlo seguido, pero algo no dejaba de hacerle ruido en su interior.
Habían quedado que ella lo iba a pensar, y le iba a responder por mensaje. ¿Que iba a hacer? Todavía no lo sabía; su corazón le decía que sí, que aceptara la propuesta, mientras que la razón le decía que debía pensarlo un poco más antes de tomar una decisión apresurada.
Pero, más allá de que su cabeza sea un caos por la propuesta de Pablo, había algo más que la tenía intranquila.
Hace tan solo unas horas, al salir de la cervecería, había sentido, o mejor dicho visto, como un auto color negro la seguía. Había caminado algunas cuadras como suele hacerlo para tomar un taxi, y pudo notar como el auto prestaba atención a cada uno de sus pasos. Su respiración se aceleró, al igual que su paso.
Pensó que se iría al subir al taxi, pero no. El auto siguió también al taxi, hasta llegar al edificio donde vivía.
Se maldijo interiormente al no poder recordar el número de patente del auto, mientras daba un largo sorbo a la cerveza. Por un instante pasó por su mente la posibilidad de que Sergio Bustamante tuviera algo que ver, y un escalofrio recorrio su espalda al recordar todo el daño que ese tipo había causado en el pasado, sobretodo a Pablo.

Eran casi las 3:00AM cuando Marizza decidió que lo mejor era irse a dormir, y consultar todo con la almohada. Quizás cuando despertara tendría más claro lo que haría.

P.O.V Mia

No podía dormir. El dolor muscular que sentía no me dejaba.
Manuel descansaba plácidamente a mi lado, ajeno a mi sufrimiento, que me estaba esforzando en ocultar para no despertarlo, pero era insoportable al punto de que las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro.
Sin querer, solté un leve gemido que despertó a Manuel de inmediato. A veces tenía la sensación que desde que me habían diagnosticado, nunca más había vuelto a dormir profundamente.

- Mía.- su rostro empalideció al verme.- ¿Que tienes?.
- Me duele.- dije con un hilo de voz, mientras las lágrimas corrían por mi rostro.

Manuel corrió rápidamente mi pijama, donde se podían ver claros hematomas en mi espalda, y su rostro se transformó con una mueca de preocupación.

- Tienes fiebre.- notó al tocar mi fiebre, donde se formaban pequeñas gotas de sudor.

Inmediatamente corrió a llamar a una ambulancia, a la vez que despertaba a Sonia y a mi papá con sus gritos de desesperación. 
A los pocos segundos, ambos aparecieron en mi habitación; Sonia tomó a Candela en brazos y la llevó con Hilda, ya que había comenzado a llorar ante la extraña situación.
Al poco tiempo, los médicos ingresaron para cargarme rápidamente en una camilla, conectandome a un oxígeno, para poder trasladarme a la clínica.
Lo último que recuerdo, es ver a Manuel sentado a mi lado en la ambulancia, antes de perder la consciencia.

Habían trasladado a Mia a una sala de cuidados intensivos, donde le había inyectado un fuerte antibiótico en conjunto con un calmante.
En el hall de espera se encontraban Manuel, Franco, Sonia y Marizza, que acababa de llegar junto con Luján y Marcos.
Hacía ya una hora que el médico estaba dentro, y todavía no tenían noticias de Mia.
Manuel lloraba en el hombro de Marizza. En lo que iba de tiempo, nunca había visto a Mia de esa manera, y le rompia el corazon en mil pedazos.
¿Porque tenía que pasarle todo eso a ella? Era injusto; Mía era una persona hermosa que merecía todo lo bueno del mundo.

- ¿Familia de Colucci?.- preguntó uno de los dos médicos que acababan de salir. Era su oncólogo, acompañado del especialista de cuidados paliativos.
Franco se paró de inmediato y se acercó a su médico amigo.- ¿como esta Mia?
- Lo que le sucedió es un claro efecto secundario de la quimioterapia.- habló con seriedad.- le acabamos de sumistrar un fuerte analgesico junto con un antibiotico para bajar la fiebre, y debe quedarse unos pocos días en observación.
- ¿Cuantos dias serian?.- preguntó Manuel
- Solo por el fin de semana para poder observarla y controlar mejor la fiebre. Es posible que esto suceda con frecuencia, ya que hace muy poco comenzó su tratamiento. Hoy pasará la noche en UCI y mañana por la mañana la trasladamos a una sala común.
- ¿UCI?.- preguntó Franco confundido.- Pero, ¿su cuadro es muy grave?.
- No tanto, pero ahí va a estar más controlada ya que tuvimos que dejarla con oxígeno y los medicamentos administrados son muy fuertes.
- ¿Podemos verla?.- preguntó Sonia con preocupación. 
- Si, pero sólo puede pasar uno.
- Anda vos.- dijo Franco a Manuel, y este inmediatamente asintió siguiendo al médico hasta la habitación.

Al entrar, Mía dormía profundamente, seguro gracias a los analgésicos; tenía una mascarilla sobre su rostro, pero aún conservaba la expresión tranquila que usualmente tenía al dormir.
Manuel se sentó a su lado, y acarició suavemente su mano.

- Nunca te dejaré sola.- susurró en su oído, para luego plantar un suave beso en su frente.

Al sentir el suave contacto, Mía abrió sus ojos con dificultad y una media sonrisa se formó en su rostro.

- Te amo.- susurró apretando la mano de Manuel, a lo que el sonrío. 
- Y yo a ti. Te amo como nunca pensé que podía amar a nadie.

Tras sus palabras, Mía intento incorporarse lentamente, lo que le fue imposible y Manuel tuvo que ayudarla acomodando la posición de la cama.
Una vez que estuvo en la posición deseada, Mía hizo un gesto a Manuel para que sentará junto a ella en la cama.
Mía corrió de su rostro la mascarilla, para tener mayor comodidad y tomó las manos de Manuel entre las suyas.

-Manuel, ¿querés casarte conmigo?

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora