Capítulo 27

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P.O.V Marizza 

Parecía una eternidad desde la última vez que vine a la casa de mi vieja… o al menos sentí al ver tantos cambios. Por empezar, mi cuarto ya no era mío sino que ahora le pertenecía a Candela, y el antiguo cuarto de Luján se había transformado en el estudio de Sonia Rey, quien al parecer tenía intenciones de dedicarse a la organización de eventos. Y a juzgar por los cambios en el jardin, tambien al paisajismo.

- ¿Cual es el sentido de un lago en el medio del jardín?.- pregunté a una Hilda muy concentrada en sus plantas.
- El agua simboliza la vida. Según tu madre es purificación, renovación, y abundancia.- decía mientras arreglaba algunas hojas del jazmín chino.- dice que puede ser un buen estímulo para Mia.
- Claro, tiene mucho sentido.- dije irónicamente, observando la ventana de su cuarto que daba al jardín. Estaba cerrada casi por completo.- seguro está dando grandes resultados.

Hilda me lanzó una mirada de reproche a la que sólo respondí con una sonrisa antes de dirigirme de nuevo escaleras arriba. Cuando llegué quise saludar a Mia, pero al parecer estaba durmiendo.
Toque dos veces su puerta, pero nadie se respondió. Era imposible que siga dormida, por lo que decidí entrar sin golpear.
Mia se encontraba sentada en su cama, con un cuaderno sobre sus piernas mientras escribía con gran concentración. Al verme solo soltó un suspiro y puso sus ojos en blanco.

- ¿Que haces aca, Marizza?.
- Vine de visita.- sonreí saltando a su lado.- ¿me extrañaste?
- La verdad que no.- respondió dejando su cuaderno sobre su mesita. Por su voz pude notar que estaba de mal humor.
- ¿Como estas?.
Mia me miró alzando una ceja.- en el mejor momento de mi vida.- respondió con sarcasmo.- ¿a vos qué te parece?
- A mi me parece que sos infumable, sobretodo con malhumor
- Buenisimo, opino lo mismo de vos.- finalizó cruzando sus brazos y mirando hacia otro lado.

La habitación se quedó en silencio. Mi vieja me pidió que venga para hacerle compañía ya que ella iba a ir con Candela a comprarle ropa, pero detestaba el mal humor de Mia. Aunque tenía que admitir que no estaba errada con sus palabras.
Solté un suspiro y decidí cortar el tenso clima que se había creado.

- ¿Candela?.- pregunté con sequedad
- Bien, Sonia la llevó a comprarle un vestido para la fiesta de compromiso.- comentó aún sin mirarme.- está empezando a hablar más, aunque todavía no se le entiende mucho. Está creciendo tan rápido.- cualquier persona podría notar la melancolía en su voz. Pude notar que derramó algunas lágrimas, aunque rápidamente se encargó de secarlas. 
Con suavidad tome una de sus manos, haciendo que nuestras miradas se choquen.
Tristeza. Eso era lo único que reflejaban sus ojos azules, tan característicos por su brillo entusiasta que ahora había desaparecido.
Sin decir ni una sola palabra, me abrazó y comenzó a llorar, como si tuviera miles de piedras oprimiendo su pecho. Besé suavemente su coronilla, acariciando su pelo que siempre había cuidado tanto pero que ahora se había vuelto frágil. 
Una alarma sonó, avisando que ya era hora de que tomara sus medicamentos. 

-¿Comiste algo?.- pregunté al ver la cantidad de pastillas que tenía que tomar.
Ella asintió bebiendo un vaso de agua.- si, estoy bien. Ya me acostumbré.
-Mía… ¿no pensaste en aceptar la terapia? Capaz te hace bien.- sabía que no era la mejor manera de tocar el tema, pero me arriesgue.
- Si viniste a convencerme de que acepte ver a un terapeuta, te voy a pedir que te vayas.
- No podes echar a todo el que te quiere ayudar, Mía.- proteste con enfado.- no te podes encerrar en una burbuja y autodestruirte, pensa en Candela.- sabía a la perfección que ese era su punto débil. 

Ella me lanzó una mirada de reproche.- bueno...lo voy a pensar, pero no te prometo nada.- accedió y yo simplemente sonreí con entusiasmo.
- Te va a hacer bien, tenes que confiar.- la animé.- expresar lo que sentimos es sanador.
- ¿Vos estás bien?.- dijo mirandome intriga con intriga.

Comencé a caminar por la habitación, esquivando su pregunta y deteniendome a observar sus accesorios con fingido interés. 

-¿Pablo?.- preguntó, sin obtener respuesta.- ¿se pelearon?.
- Algo asi.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué?.- su tono de voz era alarmante. 
- Lo de siempre.- solté un suspiro poniendo mis ojos en blanco.- es un imbécil. 

Mía me miraba expectante desde la cama en una divertida posición de indio.- ¿No me pensas contar nada?.
- Lo mismo de siempre, Mía.- exclamé cansada.- Pablo no confía en mí. 
- ¿Que hiciste?
-¿Por qué siempre yo tengo que hacer algo?.- ella simplemente elevó sus cejas sin emitir palabra.- mi compañero del bar me beso.
-¿El chico lindo de rastas?.- preguntó en tono divertido.
- Si, ayer se lo dije a Pablo y…
- Para, ¿le dijiste a Pablo que besarte a otro?.- me interrumpió con desaprobación.
- Yo no lo bese.- aclaré.- el me beso y yo lo empuje.
- Un beso es algo muy íntimo, Marizza.- exclamó con su usual tono dramático.- no se lo tendrías que haber dicho.

La miré con incredulidad, hasta que ya no pude sostener la carcajada ganándome un suave golpe de su parte. ¿Desde cuando un beso sin consentimiento era algo “muy” íntimo? Era totalmente ridículo. En el caso de que yo lo hubiera seguido, se podría discutir…

- No le veo el chiste, Pablo y vos son el uno para el otro.- la expresión de su rostro parecía la de una niña que acababa de enterarse que Papa Noel no existe.- no tiene sentido que sigan peleando como cuando estábamos en la secundaria, Marizza.

Carajo. Odiaba cuando Mia tenia razon.
Durante la gira yo realmente sentí que habíamos madurado, aunque las pelear ya estaba en nuestra esencia. Siempre fue así y no tenía aspecto de que cambiara en el futuro, aunque podríamos buscar la manera de encontrar un balance.

- ¿Tenés hambre? voy a buscar algo a la cocina.- rápidamente me paré con intenciones de buscar comida, y de escapar de esa conversación que estaba tomando un rumbo demasiado intenso. 

Caminé escaleras abajo, sumida en mis pensamientos, hasta que una voz familiar atrajo mi atención. Podía ver claramente a Hilda hablando muy animadamente con Pablo en la cocina, aunque este último no parecía muy interesado en el relato.

- ¿Que haces aca?.- pregunte a sus espaldas, provocando que nuestras miradas chocaran al girar hacia mi. Dios, amaba sus ojos.
- Te estaba buscando.- se acercó a mí con intenciones de besarme, pero yo solo retrocedí. ¿De verdad pensaba hacer de cuenta que la pelea de la noche anterior nunca ocurrió?.- tengo novedades para vos.- su rostro se tenso y su voz se puso sería.
- ¿De?
- Sobre el proyecto. Al parecer quieren hacer un par de cambios, mañana a la mañana tenés una reunión.- la sonrisa que tenía minutos antes, se había desvanecido de su rostro.- Te fui a buscar a tu departamento y como no respondiste supuse que estabas acá. 
- Vine a ver a Mia.- tomé la bandeja que había llenado con snacks, galletas y algunas medialunas junto con dos jugos exprimidos antes de dirigirme a la habitación, ignorandolo por completo.

-Las frituras me dan náuseas.- dijo Mía rechazando las papas fritas.- ¿desde cuándo comes tanto?
- Hoy no almorcé.- mentí. En los últimos días se me había despertado un gran apetito, aunque seguramente sea sólo por ansiedad.
- Me recuerda a…- comenzó a decir, hasta que se vio interrumpida por la puerta.
- ¡Ciela!.- saludó con emoción al verme.- Ay me encanta verlas juntas, ¿por qué no me dijiste que venías con Pablito?
- ¿Pablo?.- dijo Mía con confusión
- Si, me sorprendió que estuviera con Hilda tomando el té. Cande se quedó encantada al verlo.

Sonreí internamente con orgullo al oír eso; lo conocía y sabía que no iba a irse hasta que yo lo haga, así tenga que quedarse tomando el té con Hilda y jugando con Candela.
Mía me lanzó una mirada interrogante y se dirigió rápidamente escaleras abajo.


*En el jardín, un entretenido Pablo se encontraba jugando con Candela dentro de su casa de muñecas. La pequeña rubia reía divertida mientras dibujaba en compañía de sus muñecas sentada sobre las piernas de Pablo. Era una escena tan tierna que Mia no se resistió a retratarla con su celular antes de unirse a ellos.
Por su parte, Marizza había optado por permanecer lejos de la adorable escena. Un extraño sentimiento de anhelo surgió en su interior al verlo, intentando ocultar la sonrisa que se había formado en su rostro cuando de pronto sus miradas se cruzaron.
Y entonces, por un instante, creyó en la posibilidad de un futuro feliz junto a Pablo. 

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora