Capítulo 81

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Nubes grises, frío y una fuerte tormenta; clima poco usual para el verano pero sin lugar a dudas era el favorito de Marizza, que ante sus ojos aquel día gris era hermoso.
Las gotas golpeaban con fuerza contra los grandes ventanales, que permitían una vista de los árboles agitándose con el viento; no faltaba mucho para que la noche comenzara a caer y había optado por disfrutar su tiempo a solas (o no tan a solas) con su guitarra.
La lluvia siempre le había servido como una fuente de inspiración, haciéndola pensar y reconectar un poco con su fibra más sensible.
Nada se comparaba con una taza de café en compañía de su guitarra y el sonido de la lluvia.
Meses atrás, las fuertes tormentas la ponían nerviosa y no podía evitar que su corazón se acelerara al oír los truenos; se sentía tan vulnerable, tan frágil por dentro, que la angustia no tardaba en hacerse presente. Era como si temiese que algo malo pudiera suceder nuevamente, sin mencionar las pesadillas que le quitaban el sueño.
Pablo lo notaba. Cada vez que una tormenta se aproximaba, ya sabía lo que sucedería con ella y siempre trataba de hacerla sentir mejor con mínimas cosas que ante los ojos de cualquiera pasarían desapercibidas… pero no para Marizza.
Desde su chocolate favorito hasta un abrazo para aliviar sus malos sueños, una sonrisa, una mirada, una canción. Siempre la respetó y le dio su espacio, su tiempo, sin protestar. 
Siempre se mostró interesado en su bienestar por sobre cualquier cosa, y eso era algo que se lo agradecería toda la vida.
Incluso muchas veces llegó a sentirse muy culpable por aislarse, por encerrarse en su burbuja, pero era algo necesario para no dañar a todos los que la rodeaban.
Por más que muchos se mostraron comprensivos, ella sabía que no podrían entender el tormento que había transformado su cabeza porque no lo habían vivido, y jamás se lo desearía ni a su peor enemigo.
Nadie era capaz de entender el porqué de sus llantos desgarradores en el medio de la noche, ni de porque ya no podía dormir con la luz apagada, ni mucho menos el porque ni siquiera podía verse frente al espejo con el cuerpo repleto de hematomas y lastimaduras; nadie jamás sería capaz de entender el pánico que sentía al cerrar sus ojos y que aquellas escenas se repitieran una y otra vez sin parar en su cabeza.

Un fuerte trueno resonó haciendo a sus ventanales vibrar y sacándola de sus pensamientos. Un escalofrío recorrió su espina, dejando su guitarra a un lado. Si bien su presente era diferente, era inevitable no ponerse sensible al recordar su pasado.
Porque al fin y al cabo, formaba parte de su historia.
El llanto de Josefina se escuchó luego del segundo trueno e inmediatamente corrió escaleras arriba para tranquilizarla, ya que era su primera tormenta y debía estar asustada.
Rápidamente la tomó en sus brazos meciéndola ligeramente, susurrando palabras dulces en su oído que intentaban calmarla sin éxito alguno.

-Solamente es lluvia, bebé. No va a pasar nada.- continuaba susurrando mientras acariciaba su escaso pelo castaño.

La pequeña no parecía con grandes intenciones de calmarse, y no lo consiguió si no hasta que agarró su chupete en uno de los miles intentos de Marizza.
La mirada azul de Fini se clavó sobre la suya, mientras con una de sus manos se aferraba a su remera, como pidiéndole que no vuelva a dejarla sola.
Su corazón dio un vuelco al sentir su mirada con tanta intensidad sobre la suya y pudo notar que realmente estaba asustada. Ella hacía todo por cuidarla, por protegerla, pero había cosas que simplemente no podía controlar.
Soltó un suspiro cansado, dirigiéndose escaleras abajo en busca de un poco de agua; ya se había acostumbrado a las mil maniobras que debía hacer cuando Fini permanecía en sus brazos, sobre todo cuando intentaba dormir.

-¿No querés quedarte acá un ratito? .- preguntó con una sonrisa, colocándola sobre su alfombra de juegos en la sala junto a sus juguetes y ella sonrió encantada al divisar su sonajero favorito.

Complacida y tranquila de tenerla a la vista, Marizza se sentó en el sofá con su computadora dispuesta a chequear su casilla de emails.
Sorprendida, noto que tenía uno de la discográfica para reunirse con el nuevo productor ¿Y su mánager? Pablo no le había mencionado nada sobre eso, aunque probablemente no estuviera al tanto. Esa no era su área.
Sin pensarlo más confirmó su asistencia, dirigiendo su vista hacia su hija entretenida con un conejo de trapo. Si debía reunirse con el productor, seguramente sea porque ya retomará con las grabaciones pendientes… y eso significaba pasar menos tiempo con Fini.
No quería separarse de ella aún, era muy chiquita para estar muchas horas lejos suyo todos los días. Inmediatamente pensó en Sonia, y en todas las veces que la dejaba a cuidado de otras personas para irse a algún ensayo, entreno o función de una nueva obra.
Ella no quería convertirse en una copia de su madre y que eso afectara a su hija de algún modo. Si eso sucedía no podría perdonarselo jamás.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora