Capítulo 50

1.7K 97 31
                                    

P.O.V Marizza

Por fin iba a volver a mi casa, o bueno, la casa de mi vieja. Al parecer ya nadie siente que sea seguro que siga viviendo en aquel departamento que en los últimos meses fue mi hogar.
Aunque no voy a negar que me aterraba la idea de estar sola en ese pequeño monoambiente. 
Mi mamá le pidió a Chana que preparara la habitación para invitados, ya que mi antigua ahora pertenecía a Candela.
Llevo 30 minutos esperando en la habitación a que Sonia venga a buscarme. La cama que ocupe durante una semana y media ahora se encontraba perfectamente tendida, a la espera de su próximo huésped.
Solté un bufido, mientras jugueteaba con los puños del sweater de lanilla que mi vieja me había llevado y observaba las pequeñas gotas de lluvia impactar en la ventana. 
¿Dónde se había metido? Sólo debía llenar unos papeles del seguro y firmar mi alta. Una parte de mí había esperado con ansias ver a Pablo, pero la última vez fue el día anterior por la mañana cuando vino a desayunar antes de ir a la productora.
Quizás tenía algo más importante que hacer.

-¡Ciela! ¿Ya estás lista?.- dijo con emoción entrando a la habitación. 
- Hace media hora que estoy lista.- respondí con fastidio.- me quiero ir.
- Ay bueno Marizzita, tenía que firmar unos papeles y una enfermera de lo más amorosa me retuvo para pedirme una foto.- comentó como si fuera lo más interesante.
- Siempre siendo el centro de atención ¿no?.- me paré con algo de dificultad, tomando la mochila con las cosas que me llevaron en los últimos días. Si bien las heridas ya estaban cicatrizadas, aun caminaba de manera algo extraña.
- Y tú siempre con ese mal humor ¿no?.- ambas nos dirigimos hacia la salida por el ascensor. 

Al subir en este, clave mis ojos en el espejo. Los hematomas de mi rostro habían desaparecido aunque todavía tenía mal aspecto, y en su lugar había unas grandes ojeras bajo mis ojos.
Algunas noches me costaba mucho poder conciliar el sueño, y a veces cuando lo lograba me despertaba sobresaltada por culpa de las pesadillas.
El psicólogo con el hable dijo que era normal luego de haber pasado por lo que pase, pero con el tiempo lo podría superar. Dicho correctamente, trastorno por estrés postraumático.
Jazmín, mi obstetra, también dijo que debía cuidarme ya que por lo general las pérdidas frecuentemente son señal de una amenaza de aborto. En lo posible, debía mantenerme tranquila, evitar las emociones fuertes y situaciones que puedan generar estrés. 

Si, como si fuera tan fácil.

-Espérame aquí que voy a buscar el auto.- pidió Sonia, dejándome sola en la puerta de aquella clínica.

La brisa fresca golpe mi rostro y el petricor invadió mis fosas nasales. Cerré mis ojos, disfrutando de aquello que tanto extrañaba.
Algo tan simple como el aroma del cesped o una brisa de verano, con los rayos del sol iluminando tu rostro; eran cosas tan simples y tan maravillosas a la vez, que al estar encerrada realmente se extrañaban.

El sonido de la bocina me hizo salir de mi pequeño trance, y visualice a mi mamá agitando su mano desde el auto.

-¿Lista para volver a casa?.- preguntó con emoción. Ni siquiera yo estaba tan emocionada.
- Solamente quiero llegar, bañarme y dormir.- solte con cansancio.
- Ay pero si Miita te ha preparado tu postre favorito, ¿no vas a almorzar con nosotras?.
- ¿Mía cocino?.- pregunté sin poder creer lo que escuchaba.- no gracias, no quiero intoxicarme. 
- No seas maleducada, vas a comer te guste o no.- sentenció intentando sonar autoritaria, aunque ambas sabíamos que eso nunca había funcionado, ni iba a funcionar.






Al llegar a la casa, Sonia entró a la casa primero dejándo sola a Marizza en el auto, lo cuál fue algo extraño.
Minutos después volvió con una enorme sonrisa en el rostro para guardar el auto.
Al bajar en el jardín, todo parecía muy sereno, como si no hubiera nadie dentro de la casa.
Marizza fruncio el ceño; ¿acaso no era que la estaban esperando para comer?. Intento abrir la puerta, pero estaba cerrada.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora