Capítulo 64

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Domingo. El día de descanso para muchos y a la vez el más aburrido.
El clásico calor de pleno noviembre caía sobre la ciudad con un sol radiante brillando en lo alto, como una invitación a salir y disfrutar del bello día primaveral.
Los parques estaban repletos de niños jugando, personas sobre el césped con un mate de por medio disfrutando la compañía de sus amigos o simplemente tomando sol.
Todos disfrutaban el día, menos uno.
Pablo había permanecido en su habitación y apenas si había salido para comer algo, con la excusa de que debía hacer home office.
En su mesita descansaba una botella de vino, claramente vacía, junto a una copa con restos de bebida de la noche anterior. Cualquier persona que viera esa imagen, sentiría pena por él. 
Y Mora no fue la excepción, ya que luego de invitarlo a pasar el día en el club recibiendo una negativa, le ordenó que limpiara el mismo ese desastre.

"El día está hermoso para que estés encerrado trabajando y haciendo drama, Pablo." 

Quizás tenía razón pero, ¿acaso era tan malo desear un poco de tiempo a solas?.
Tenía mucho en su cabeza en aquellos momentos, entre el trabajo y las refacciones en su nueva casa que ya habían comenzado. Todo eso debía pagarse de alguna manera, además de que sabía que cada vez faltaba menos para la sentencia de su padre; por un momento, deseó tener la vida de un joven de veinte años normal… pero él no era normal, nunca lo había sido. Jamás podría serlo portando el apellido Bustamante.
Soltó un bufido, mientras su mirada viajaba por su cama cubierta por todo el papelerio laboral hasta su mesa de noche.
A regañadientes tomó la copa y la botella vacía, mientras vaciaba el cenicero en el cesto de basura, dejando a relucir el retrato que adornaba su mesa; era una foto suya con Marizza, en la cual él abrazaba su cintura con una sonrisa mientras ella besaba su mejilla y sonrió con nostalgia al recordar aquel día. Fue en Perú Beach, poco antes de volver a clases para su último año, cuando ambos se habían propuesto no volver a permitir que otras personas se metieran en su relación. 
Si tan sólo él no la hubiera cagado posiblemente las cosas hubiesen sido diferentes, pero al menos rescataba que a pesar de todo, Marizza seguía con él. 
Rápidamente se deshizo de la basura y al volver a su habitación sintió su celular sonar por debajo de la montaña de papeles.

- Pablo, ¿en qué andas? .- dijo Guido a modo de saludo.
- Trabajando
- ¿Trabajando? Es domingo boludo, tomate un descanso.- exclamó con una risa.- venite a lo de Tomás que estamos todos y sólo faltas vos.
- No jodas, no estoy de animos. Además tengo un montón de laburo.
- ¿Laburo? Trabajamos juntos, Pablo.- habló Tomás, quitándole el teléfono a su amigo.- no seas aburrido y veni.
- Bueno, en un rato estoy ahí.- dijo rendido, finalizando la llamada.

Soltó un suspiro, dejándose caer en la cama. Realmente no tenía ánimos de ir, pero lo haría por sus amigos, además de que hacía tiempo que no se juntaban todos y sería bueno.
Tomó su mochila metiendo algunas cosas dentro, dispuesto a salir de la casa.





Muchas veces había escuchado hablar sobre el paraíso que representaba El Cajón del Azul, una de las muchas opciones que había para poder disfrutar del Río Azul que serpenteaba con irregularidad queriendo competir con la inmensidad de los cerros; dos naturalezas que abrazaban aquella comarca.
En una de sus muchas charlas durante la convivencia, Martín le había hablado sobre aquel refugio prometiendose a sí mismo que debía volver con ella.
Marizza, a pesar de sus veintiún semanas de embarazo se sentía con la capacidad y energía suficiente para un trekking de 4 horas, aunque a su padre no le convencía mucho.

- No se si sea muy seguro para vos en tu estado.- insistió, intentando que entrara en razón.
- Ay pero ni que estuviera enferma.- respondió con exasperación.- solamente estoy embarazada y eso no me incapacita para nada.
- Yo no te estoy tratando de discapacitada, solamente te digo que tenes que tener cuidado.
- ¡Pero si lo voy a tener! Además que voy a estar con vos que ya la tenes re clara ¿o no? .- intentó convencerlo con una sonrisa.
- Bueno si…
- ¿Entonces? Dale, quiero hacer algo diferente.- insistió con una sonrisa.- sufrí tanto que creo merecerlo…
- No seas chantajista.- advirtió, viendo el rumbo que quería tomar.
- ¿Es un sí o un no?.
Martín meditó su respuesta unos segundos, antes de hablar.- bueno está bien.- accedió, provocando que Marizza plantara un sonoro beso en su mejilla, antes de desaparecer por el pasillo.
Una sonrisa se formó en su rostro, de genuina alegría; por fin, después de tanto tiempo, podía decir que veía a su hija realmente bien. En un momento había dudado de si era la decisión correcta para ella dejar la ciudad, alejarse de sus afectos cuando estaba atravesando por algo realmente difícil… pero valió la pena.
- Estoy lista, ¿vamos?.- pregunto con emoción al regresar, a lo que Martin asintió antes de ir por sus cosas.






Jamás había visto algo tan maravilloso.
El agua azul tan cristalina que permitia ver la piedras por debajo, llenando sus pulmones con aquel aire tan fresco, tan puro.
Una extraña sensación que no podía describir recorrió sus venas. Era una linda mezcla de tranquilidad y felicidad.
Se sentía plena.
Tomo asiento suavemente sobre las piedras, a la orilla del lago. Inevitablemente comenzaba a sentirse cansada después de largas horas de caminata con un embarazo de casi seis meses.
Muchas personas al parecer habían tenido la misma idea para aprovechar el agradable día que azotaba en la pequeña ciudad.

-¿Te sentís bien?.- preguntó Martín sentándose a su lado, sacandola de sus pensamientos. 
- Si, sólo… estoy un poco cansada.- dijo con una mueca, restandole importancia.- esto es hermoso.
- No por nada le dicen paraíso.- exclamó con una risa, extendiendo una botella de agua, la cual Marizza aceptando con gusto llevando rápidamente su mano a su abultado abdomen.
- Patea muy fuerte… ¿será algo normal?.
Martín rió divertido.- seguramente va a ser un bebé muy fuerte.
Ella sonrió ampliamente ante las palabras tranquilizadoras, pero se desvaneció rápidamente cuando éste volvió a hablar.
-¿Hablaste con Pablito? Se pondría muy feliz de poder presenciar estos momentos con vos. Esto es algo… hermoso, que cualquier padre disfrutaría con emoción.- dijo con algo de melancolía en su voz.
Culpa. Eso era lo único que podía sentir an e esas palabras; ¿acaso le estaba arrebatando a Pablo la posibilidad de sentir lo mismo que ella? ¿Estaba haciendo lo mismo que hizo su madre?.
Pequeñas lágrimas se deslizaron por su mejilla e inmediatamente su padre la envolvío en sus brazos. Se sentía la peor mujer del mundo.
-Soy una bestia.- se reprendió entre llanto.- estoy haciendo lo mismo que hizo Sonia con vos ¿No? Pablo me va a odiar.
- Ay Marizza, él te ama con todo su corazón… jamás podría odiarte.- animó.- y lo que hizo tu mamá es algo diferente, muy diferente que no se asemeja en nada a tu situación. 
- Pero ni siquiera pude cumplir con la promesa de hablar todos los días.
- Pablo es lo suficientemente inteligente para comprender que necesitas espacio para sanar. Los proceso de sanación no son lineales. Cada uno, en su subjetividad y complejidad, lleva un proceso único e irrepetible.
Marizza secó sus lágrimas con rapidez, intentando recobrar la fortaleza. Su padre tenía razón, siempre tenía razón.
-¿Entonces?
- Entonces vos sabrás lo que tenes que hacer, Marizza.

Bajo su mirada, barajando las posibilidades; Pablo estaría encantado de saber que el bebé poco a poco comenzaba a dar señales para hacerse notar, pero no quería angustiarlo. 
Se odiaba a sí misma por estar tan hormonal, ya que todo le afectaba de manera extraña y verdaderamente impredecible. 

-Voy a llamarlo cuando volvamos.- decidió, tomando el mate recién cebado que le extendía Martín.





Sus ánimos se habían renovado y por un momento, logró olvidarse de todo lo que agobiaba su cabeza; fue como volver a los buenos y viejos tiempos. Reunirse con sus amigos en casa de Tomás había sido la decisión correcta.
A pesar del calor sofocante que reinaba, su cama se sentía fría, vacía. Le hacía falta ella.
Intentaba encontrar el lado positivo, aprovechando el amplio espacio, pero de todas formas aún extrañaba sentir su cuerpo junto a él; sentir su respiración tranquila, su expresión tan serena y hermosa que tanto le gustaba admirar, el calor de sus brazos rodeando su cintura.
El reloj marcaba las 23:00 pero no había manera de que lograra conciliar el sueño, por lo que tomó su guitarra para intentar pasar el rato. No recordaba con exactitud cuándo fue la última vez que tocó, o simplemente que la sostuvo; era agradable volver.

-Quiero estar a tu lado para descubrir lo que sienten los que tienen suerte.- murmuró para si, tocando las cuerdas con suavidad.

Una sonrisa se formó en su rostro, mientras las palabras comenzaban a aparecer en su cabeza uniéndose para formar la letra de una canción.
De su canción.

-Quiero entrar a tu mundo compartir, lo que es mio es tuyo para siempre. Quiero ver en mis sueños a esa mujer que me besa y sabe lo que siento.- continuó, tomando nota para dejar plasmada la letra junto a sus acordes.

Intento plasmar en aquellas hojas todo lo que sentía, todo lo que ella era para él; todo su amor que tanto le costó demostrar en el pasado.
Sólo deseaba volver a verla pronto.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora