Capítulo 40

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Su cabeza daba vueltas; su mundo estaba de cabeza.
Un gran agujero de angustia había comenzado a abrirse en su pecho, impidiendo que pueda respirar con normalidad.
En sus oídos resonaban las palabras de Rita, su médica, como si fueran una triste canción en repetición: "Estas embarazada, Marizza".
Embarazada. Estaba embarazada.

-Estoy embarazada.- dijo en un susurro apenas audible, dejándose caer al suelo de su departamento.

Abrazo sus piernas con fuerza junto a su pecho, hundiendo su cabeza en el hueco de sus brazos. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro en un llanto desgarrador, lleno de miedo y angustia.
Había intentado llamar a Pablo, pero no respondió. 
5 semanas, ese era su tiempo. Rita le dijo que aún estaba a tiempo de considerar otra opción si así lo deseaba, pero no se sentía con fuerzas de pensar en eso, aunque lo agradeció. ¿Que iba a hacer ahora? ¿Como debía seguir? Apenas tenía plata para sobrevivir sola un tiempo más y vivía en un monoambiente donde la cocina estaba casi junto a la cama; apenas era una joven adulta que acababa de dejar atrás su etapa de adolescente, y estaba aprendiendo a convivir con ella misma… a cuidar de ella misma.
Y ahora también debía cuidar de un bebé. Ni siquiera tenía un espacio adecuado par brindarle.
No tenía nada. Todo era un desastre. Ella era un desastre. 

Con furia tomó su mochila, arrojandola hacia la pared y derribando por accidente un estante con libros y DVDS. Necesitaba descargar todo ese malestar que la consumía por dentro, pero no sabía cómo. Se sentía una completa estúpida.
Era una estúpida irresponsable de sólo 20 años que iba a tener un bebé.
Estaba asustada y sólo necesitaba que Pablo estuviera con ella; necesitaba un abrazo, sentirse segura, al menos por un momento… sentir que no estaba sola.

A pocos centímetros de ella, asomaba aquel sobre que contenía sus resultados… junto con la imagen de su primer ecografía. Según Rita, era necesario realizar una para corroborar las semanas y que todo marchara bien.
Apenas un punto blanco grisáceo en una confusa imagen negra y azul; eso dentro de algunos meses sería suyo… sería su bebé.

Se sentía tan sola, tan pequeña en aquel gigantesco mundo y, después de mucho tiempo, deseó poder abrazar a su mamá y desahogar su llanto en sus brazos… como tantas veces había hecho cuando era sólo una sólo una niña que lloraba porque sus compañeras se burlaban de ella por no tener un padre, o como aquella vez que había recurrido a Sonia en busca de ayuda cuando Pablo rompió su corazón con la estúpida apuesta con Tomás.

Sin pensarlo más, seco sus lágrimas y tomó su mochila del suelo dispuesta a salir. 
Sabía que en ese momento era probable que su madre estuviera en la casa, ya que Franco trabajaba y a Mía le tocaba su última quimio.
Para su suerte, al salir inmediatamente se cruzó con un taxi que no dudo en frenar y subirse indicándole a donde debía ir. El recorrido que usualmente era rápido, en aquel momento fue como si tardara una eternidad.
Al llegar, pagó rápidamente regalandole los $50 sobrantes al conductor, quien los aceptó agradecido.
Con insistencia golpeó la puerta de la que solía ser su casa, hasta que Chana abrió con preocupación. 

- Marizza, ¿como estas?.- saludó sorprendida al ver su rostro angustiado.- ¿paso algo?.
- ¿Está mi mamá?.- preguntó, observando la sala.
- Si hace un rato volvió del Elite, fue a llevar a Hilda a una reunión… esta arriba.

Con paso rápido y decidió, subió escaleras arriba hacia la nueva "oficina" de Sonia, que antes solía ser la habitación de Luján.
Al entrar, al parecer estaba muy entretenida con un catálogo de telas para la gran boda de Mía y Manuel, hasta que finalmente notó la presencia de su hija desde el marco de la puerta.

-¡Marizzita!.- gritó efusiva y preocupada al verla en un mar de lágrimas.- ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras así?

Sin más, se aferró fuertemente a su madre quien la envolvío con un abrazo protector.
Realmente la necesitaba; realmente necesitaba a su mamá. 
Sonia la llevó hacia un confortable sillón, para poder hablar con más tranquilidad. Acarició suavemente su pelo en un gesto tranquilizador, mientras apoyaba su cabeza en sus piernas.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora