Capítulo 31

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Llevaba aproximadamente media hora intentando levantarse de la cama. 
Más allá de que los brazos de un profundamente dormido Pablo rodearan su cintura, no lograba que la habitación dejara de girar frente a sus ojos por más que se concentrara en un punto fijo.
Sus ojos, que se sentían tan pesados como si en su lugar tuviera dos piedras y su cabeza, que se sentía como una mismísima llamada de candombe. 
Se removió lentamente entre las sábanas para zafarse del fuerte agarre, ocasionando que éste soltara un quejido. 
Rebusco entre la ropa del suelo algo para poder vestirse y terminó tomando simplemente su ropa interior junto con una camiseta de Pablo, para dirigirse al baño con paso torpe.

Su mirada chocó con el reflejo que le devolvía el espejo, de una Marizza con el aspecto similar al de un zombie, o quizás un mapache.
En su rostro había restos de maquillaje que se acumularon en sus ojos, y sus labios parecían hinchados. Sentía su boca pastosa y tan seca que podría tomar un bidón entero de agua.
¿Por qué carajo había tomado tanto alcohol?.
De repente, comenzó a sentir en la boca del estómago una gran sensación de acidez que subía hasta llegar a su garganta, obligándola a arrodillarse frente al inodoro vaciando su estómago de todo lo ingerido la noche anterior. Fue tanto, que comenzó a sentir su garganta arder.

Unas manos acariciaron su nuca, provocando que ella se volteara. 

-¿Estas bien?.- preguntó Pablo con amabilidad, aunque sus ojos tenían un atisbo de preocupación. 
- Creo que si.- respondió con duda, sentándose en el suelo y cubriendo su rostro con sus manos.- se me parte la cabeza. 
- Es normal.- dijo sentándose a su lado, mientras ella apoyaba su cabeza en su hombro.- ¿querés una aspirina?.
- Por favor.- pidió con una risa.

Pablo salió de la habitación dejándola sola, por lo que Marizza aprovechó el momento para tomar una ducha y revivir un poco. A pesar de que su estómago ya estaba completamente vacío, aún seguía sintiendo una extraña sensación de náuseas pero no le dio mucha importancia; seguramente con el analgésico iba a sentirse mejor.
Al envolverse con una toalla y regresar a la habitación, una sonrisa se formó en su rostro al ver un vaso de agua junto con un sobre de anti ácido y una aspirina acompañado de un post it: "Te espero en el comedor para desayunar."

Rápidamente se vistió con los mom jeans y la corta remera negra estilo batik que tenía en su mochila, peinándose rápidamente para dirigirse a desayunar.
La luz solar en la sala daba un aspecto muy cálido y acogedor al lugar, resaltando los muebles blancos que adornaban.

-Hola Marizza, ¿como estas?.- saludo amablemente Mora con una sonrisa, mientras bebía su té.- me dijo Pablito que te sentías mal.
Lanzó una mirada de soslayo a su novio, quien sonreía divertido detrás de su taza de café.- si, ya estoy mejor.
El desayuno transcurrió con tranquilidad, entre charlas para “ponerse al día” según Mora. Ambas siempre habían mantenido una relación muy cordial, incluso en el tiempo que ella y Pablo no estuvieron juntos; Mora adoraba a Marizza como la hija que nunca tuvo.
- Hoy es el cumpleaños de tu hermano.- recordó a su hijo.- programó una videoconferencia desde Londres, ¿lo vas a saludar?.
Pablo puso una expresión algo incomoda. Desde que el había testificado en contra de su madre, tratandola de insana, la relación con su hermano había sufrido un quiebre; Pablo sentía que nunca iba a poder perdonarlo por estar a favor de Sergio en sus tratos corruptos, aunque su madre había intentado en vano que entrara en razón.

- Felipe no me soporta, mamá.- exclamó cansado de la situación.- no creo que le importe mucho si no recibe mi saludo de cumpleaños.
- Como quieras.- dijo Mora antes de retirarse del comedor, sin ánimos para comenzar una discusión.
- ¿Estás seguro que no queres ni siquiera decir hola?.- se animó a preguntar Marizza una vez que Mora desapareció por el pasillo. El tema con su hermano era algo que Pablo siempre prefería evitar.
- Seguro.- respondió tajante, vaciando su taza de café y mordiendo una tostada.
- Capaz está arrepentido…
- No está arrepentido, Marizza.- interrumpió.- lo conozco. Felipe es casi tan rencoroso como Sergio.

En otra situación, Marizza seguramente hubiera seguido discutiendo sobre el tema pero ahora se sentía demasiado mal como para pelear. Sólo había dado algunos sorbos a su café y dos mordiscos a una medialuna, cuando comenzó a sentir su estomago revuelto de nuevo.

-¿Te sentís bien?.- preguntó con preocupación al ver su rostro palidecer.
- Si, solo… creo que todavía tengo el estómago algo sensible.
- ¿Segura? Puedo llamar a un médico…
- Ay Pablo, no seas exagerado.- protestó.- ya se me va a pasar.

El celular de Pablo comenzó a sonar y al ver el nombre que brillaba en la pantalla, rápidamente respondió bajó la mirada interrogante de Marizza.
Se alejó un poco, rascando su nuca, lo que llamó la atención de esta; Pablo solía hacer eso cuando estaba nervioso por algo.

- Perfecto, nos vemos más tarde.- finalizó antes de cortar y voltear su mirada.- era Consuelo… organizó una fiesta por su cumpleaños y… nos invitó.
La expresión de Marizza se tornó de sorpresa.- que honor, pero mejor avisale que no pienso ir.- dijo irónica, tomando sus cosas con rapidez.
- ¿A dónde vas? No seas infantil, Marizza.- protestó.- Consuelo solamente quiere ser amable y dejar atrás el pasado.
- Me voy a mi casa, Pablo, quiero dormir. Si tantas ganas tenes de ir anda con Tomás, o con Guido.- finalizó con tono cansado, dirigiéndose a la puerta.- después hablamos.

Así fue como siguió su consejo y al salir Marizza por la puerta, rápidamente había marcado el numero de Café que, tratándose de fiesta, acepto a la primera sin pensarlo.
Ambos acababan de llegar al lugar que les había indicado Consuelo, que al verlos entrar se acercó con una sonrisa a ofrecerles algo para tomar.

- Pensé que ibas a venir con Marizza.- dijo con fingida sorpresa.- ¿paso algo?
- No estaba de ánimos para fiestas, no se sentía muy bien.- respondió, sin darle mucha importancia al tema.
- Que lastima… pero eso no quita que no te puedas divertir.- insinuó con una sonrisa coqueta, tendiendola un vaso con algo que parecía ser vodka.- ¿o me equivoco?.

Acepto la bebida con gusto, dando un largo sorbo hasta dejarlo por la mitad. Consuelo tomó su mano, conduciendolo hasta el centro de la pista de baile, dejando a Guido bastante entretenido con una de sus amigas.
Cruzó sus brazos por su cuello, bailando sensualmente contra su cuerpo hasta que Pablo quitó sus brazos con delicadeza.

- Para Consuelo.- dijo intentando dejar las cosas claras.- no quiero que te confundas.
- Bueno esta bien… al menos déjame que te traiga algo para tomar.- se ofreció gentilmente al notar que su vaso ya se encontraba vacío.

Se dirigió hacia la barra para pedirle coquetamente al barman dos nuevos vodka tonic, uno con moras y fresas.
Rebusco en su pequeño bolso, hasta encontrar aquella pequeña bolsita que le habían entregado para utilizar en caso de emergencia. Una sonrisa maliciosa se formó en su rostro al vaciarla cuidadosamente dentro del vaso de Pablo, antes de regresar junto a él.

- Propongo que brindemos.- dijo con una sonrisa, devolviéndole su vaso.- por dejar los rencores atrás.
El le devolvio la sonrisa, chocando sus vasos para después vaciarlo rápidamente por su garganta.

La música retumbaba en sus oídos, y había comenzado a sentir pequeñas gotas de sudor deslizarse por su frente. Los brazos de Consuelo rodeaban su cuello mientras bailaba sensualmente contra su cuerpo, tomando sus manos y obligandolo a posicionarlas en sus curvas. 
No entendía porque de repente había comenzado a sentirse tan acelerado y ligero, como si todas las personas que hace un momento los rodeaban, se hubieran esfumado; como si todas las personas del mundo se hubieran esfumado, y solo quedaran Consuelo y él.

- ¿Te parece si vamos a un lugar más tranquilo?.- propuso, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.

Pablo le regalo una sonrisa de lado, tomando su mano mientras se dirigían a la salida...


Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora