Capítulo 66

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Abrió sus ojos con pesar, reconociendo ante ellos la terminal de ómnibus de Retiro que estaba cada vez más cerca.
Froto levemente su rostro intentando despertarse, prometiendose a sí misma viajar en avión la próxima vez.
Chequeo la hora en su celular mientras lo guardaba rápidamente en su mochila junto con sus auriculares, dónde momentos antes aún se escuchaba la voz de Charly García. 
Tomó sus cosas para bajar cuidadosamente. Intentaba mantener su cabeza positiva, pero se sentía fastidiada debido a su dolor de espalda y el calor que acechaba la ciudad porteña.
Definitivamente el calor de Buenos Aires era algo que no había extrañado en lo más mínimo; eso, y la ajetreada vida de todos sus habitantes que corrían de un lado a otro intentando llegar a tiempo a su destino, la mezcla de sonidos de los transportes y la innumerable cantidad de vendedores por doquier.
Era la representación justa del caos.
Por un momento se arrepintió de no haber hablado con su madre para que la fuera a buscar, o quizás con Luján, ya que así se hubiese ahorrado el esperar un taxi por horas como una imbécil bajo el sol. Si no aparecia ninguno en los próximos minutos, su buen humor se evaporaria como hielo en el desierto.
Soltó un bufido, chequeando la hora en su celular para guardarlo rápidamente cuando sintió una mano sobre su hombro.

-¿Queres tomarlo vos, nena?.- ofreció gentilmente una señora a su lado, señalando el taxi frente a ellas.
- Muchas gracias.- acepto con una sonrisa. Todavía quedaban buenas personas en el mundo, aunque estaba segura que si no fuera por su notorio embarazo no le hubiera importado subirse ella.

Hace un tiempo había aprendido a disfrutar de los “beneficios” que le otorgaba dicho estado, como por ejemplo tener prioridad en las filas largas o un buen lugar en el estacionamiento, pero también su instinto de supervivencia le hacía preocuparse por cualquier peligro de manera irracional, protegiendo su abdomen y temiendo ser empujada en alguna parte, pero como ningún extremo es algo bueno, había decidido transitar lo que restaba de su embarazo de una manera más relajada (o al menos intentarlo) pero sin perder la cautela.
 
- Son $250.- le indicó el conductor, a lo que Marizza frunció el ceño al darse cuenta que no podía divisar el monto en el aparato.
No estaba de ánimos para discutir con nadie, por lo que simplemente pago lo indicado.
Sonrió al divisar frente a sus ojos la casa de su madre y por primera vez fue realmente consciente de lo mucho que había extrañado a su familia.

- ¡Marizza! .- exclamó Chana con sorpresa al abrir la puerta.- Que lindo que estés de vuelta… Sonia no me avisó que venias para prepararte una habitación.
- No sabe que estoy aca.- respondió con una risa, entrando a la sala.- quería que sea una sorpresa… ¿no hay nadie?.
- No, Sonia y Mía fueron a ver unas telas para la boda. Los demás están trabajando.
- Ah…- murmuró algo cabizbaja.- entonces voy a aprovechar para darme una ducha… ¿la habitación de huéspedes está vacía?.- preguntó, deseando que su madre no la haya convertido en un nuevo ambiente.
- Si, ahora te alcanzó toallas limpias.- dijo con una sonrisa, saliendo de la sala.

Se dirigió escaleras arriba hacia la habitación de invitados, anhelando sentir el agua caer sobre ella. Se sentía realmente agotada, y también un poco desilusionada.
Había albergado la esperanza de ver a su madre apenas llegara, ya que tenía muchas ganas de hablar con ella; ¿extraño, no? Toda la vida la había esquivado, pero ahora sentía que la necesitaba más que nunca.
Una vez conforme con la temperatura del agua, seleccionó algo de ropa para ponerse luego, aunque sus opciones habían escaseado durante su tiempo en el sur.
Se introdujo debajo de la lluvia artificial, cerrando sus ojos hasta que cierto chico de ojos azules se coló en sus pensamientos; ¿la habrá extrañado o se habrá sentido liberado? ¿debía llamarlo?.
No. Esfumó esas ideas de su cabeza y cerró la llave de agua, tomando una de las toallas que Chana le había entregado.
Apenas podía reconocer su cuerpo. Aún le costaba. Sus pechos habían crecido notablemente junto con su abdomen, aunque podría decirse que conservaba su contextura pequeña lo cual le alegraba.
Sonrió divertida al caer en cuenta de que cada día que pasaba, sentia que su vientre crecía más y más, pero a la vez le aterraba el imaginarse junto a la pequeña criatura.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora