Capítulo 45

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Había sido un día muy largo y duro. 
Luego de recibir aquella llamada de parte de su padre, recibió una de parte de Sonia para avisarle que había llegado un sobre a su casa y la policía estaba en camino.
En el mismo momento en que su padre le estaba exigiendo dinero para soltar a Marizza, a la casa Colucci - Rey había enviado un sobre de papel madera. Su contenido era escalofriante.
En el momento en que lo sostuvo en sus manos, sintió su mundo derrumbarse a sus pies; dentro de éste había fotos de Marizza, como nunca pensó que podía verla. Su cuerpo contaba con innumerables hematomas, además de rastros de sangre en su rostro, también podían verse marcas en su cuello como si alguien hubiese intentando asfixiarla.
Estaba inconciente, o quizás dormida, o quizás…
Pablo no pudo seguir viendo esas fotos. Le rompían el corazón, no lo toleraba.
Sus piernas estaban amarradas al igual que sus muñecas de una forma que era imposible que pudiera moverse, que pudiera defenderse. 

Junto con las fotos, venía adjunta una nota que era igual o más escalofriante que las imágenes. Sergio había dado un plazo de 48hs para conseguir y entregar el dinero en un lugar alejado de la ciudad, con la condición de que nadie debía enterarse o sino Marizza sufriría las consecuencias. 

Inmediatamente Franco se dirigio hacia su oficina con Manuel para chequear los números y el estado de sus cuentas, mientras que Sonia se dirigió rápidamente con Martín al banco.
Pablo se sintió un inútil al no poder colaborar. Hace sólo unos días su abogado le había pedido parte de sus honorarios para poder agilizar la situación y a penas tenía dinero en ese momento.

Al momento en que Sergio se comunicó con Pablo, los oficiales lograron captar la señal de su paradero lo cual le dio un rayo de esperanza a la familia.
Por fin habían logrado confirmar que se encontraba en San Luis, más específicamente en San Francisco del Monte de Oro.
Al parecer era un lugar bastante alejado, donde difícilmente podrían encontrarlos. El verdadero plan de un experto. 

-Vamos a hacer lo posible por recuperar a la joven junto con su dinero.- exclamó uno de los oficiales que se encontraba en la casa con total seguridad.- vamos a trabajar con cautela.
- Hagan lo que sea necesario para traerla de vuelta.- Pablo clavó su mirada en el oficial y en su abogado. Su expresión era dura pero a través de sus ojos celestes tan transparentes se podía sentir la desesperación que lo agobiaba.

Se dirigió hacia el baño con paso veloz, intentando calmar el temblor de sus manos a causa de sus nervios. Su corazón latía tan rápido que se sentía al borde de un ataque de pánico, con sus latidos resonando en sus oídos.
El espejo de aquel baño le devolvió una triste imagen de si mismo; su pelo era un desastre, su ropa estaba arrugada con una pequeña mancha de café en la parte superior de su camisa. Sus ojos, que siempre fueron brillantes, ahora lucían apagados con unas marcadas ojeras debajo por la falta de sueño. 
Con suerte lograba dormir dos horas por noche.
Soltó un suspiro cerrando sus ojos con fuerza antes de dirigirse a la sala nuevamente. Y lo hubiera hecho, si no fuese porque un llanto que intentaba ser silencio llamó su atención.
Recorrió el pasillo con la mirada, hasta descubrir de dónde provenía y siento una presión en el pecho al descubrirlo. 
Era Mía.

Con paso lento se acercó a la rubia que se encontraba sentada en el borde de su cama, ocultando su rostro entre sus manos. Al acercarse, Pablo se percató de la gran cantidad de cabellos rubios desparramados que se encontraban desparramados por el suelo.
Tragó saliva y se sentó a su lado, tocando su hombro suavemente provocándole un sobresalto.

- Me asustaste.- susurró al ver el rostro de su amigo de tantos años.- ¿qué haces acá?
- Pase por el baño y te escuche…- respondió con simpleza, tendiendole la caja de pañuelos que estaba a su lado.
- Cande está durmiendo… no me gusta que me vea llorar.- secó sus lágrimas e intento acomodarse el pelo, dejando al descubierto los grandes huecos que habían comenzando a surgir debido a la caída.- no me mires así, me estoy quedando pelada… un espanto. 
- No te queda tan mal.- intento elogiar con una media sonrisa para levantar su ánimo. 
- La extraño ¿sabes? Estoy segura de que ella hubiera tenido la palabra para esto… y no se que hacer. Es demasiado. 

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora