Capítulo 44

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P.O.V Marizza

Antes había un colegio, lleno de chetos y nenitos de papá. Yo no quería ir, pero no me quedó otra: era eso o irme a vivir a Italia con Spirito. Ahora creo que fue lo mejor que pudo haber hecho.
En ese colegio nos conocimos; antes, yo era una nena que me llevaba el mundo por delante, peleadora, impulsiva, asustada. Todavía lo sigo siendo, pero con algunos límites… él me cambió, para bien.
Antes, él era un nene bien, "un nenito de papá" o "he man trucho" como solía decirle, que vivía dentro de una burbuja de la que le costó mucho salir pero yo lo ayude a que pueda lograrlo.
Yo le abrí los ojos, y él me enseñó a amar.
Él se equivocó y me rompió el corazón, yo me equivoqué y le rompí el corazón. Los dos nos equivocamos y nos lastimamos mutuamente.
Antes, en aquella Costanera nos perdonamos; ambos nos dimos cuenta de que no podíamos seguir con la ausencia del otro. De que estábamos dispuestos a hacer lo que sea por el otro, por nuestra relación… por nuestro amor.
Antes, había un pequeño departamento donde prometimos nunca soltarnos la mano; donde nos entregamos el uno al otro, demostrandonos todo el amor que sentíamos y que tanto nos costaba expresar en palabras. Recuerdo que nunca antes me había sentido tan amaba, tan cuidada y respetada.
Nunca antes pensé que podía llegar a sentir algo así por una persona.
Antes no sabía lo que era el amor, y ahora no puedo vivir sin él. 

Ya perdí la cuenta de los días que llevo encerrada en este lugar. ¿Tres? ¿Cinco? ¿O ya pasó una semana? No lo sé, ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que vi la luz del sol.
Llevo días encerrada en un oscuro sótano sin ventanas, con las paredes llenas de hongos debido a la humedad. Sobre mi cabeza puedo escuchar pasos provenientes de algún lugar en la parte superior. Es lo único que oigo, a demás de la insoportable gotera a pocos metros de mi. 
Tengo hambre, pero me rehusó a comer lo que me traen. Temo que le metan veneno o algo para intoxicarme, además de que tiene un aspecto horrible y huele todavía peor.
Me duele la cabeza, tengo la garganta tan seca que apenas puedo tragar mi propia saliva y esta comenzado a doler.
Siento mis ojos hinchados y cansados; no puedo dormir más de 10 minutos, o quizás sea una hora. Perdí la noción del tiempo.

Paso mis días llorando, intentando comprender el porqué de todo esto; intentando encontrar una respuesta. 
La angustia crece sin cesar en mi interior a codo de la desesperación. Extraño a mis amigos, mi familia, Pablo; extraño mi vida.
Extraño a mi papá, a ese que deteste cuando supe la verdad pero con el tiempo aprendí a quererlo… aprendí a aceptarlo y supe que era el mejor del mundo. Ahora me doy cuenta que quizás no compartí el tiempo suficiente junto a el como me hubiera gustado.
Intento pensar en que están haciendo todo lo posible para que pueda volver, pero una parte de mi no deja de sentir que eso no sucederá, que nunca van a encontrarme en este recóndito lugar.

Mi cuerpo me duele tanto que estoy segura de que tengo varios hematomas. Mis muñecas arden a consecuencia de la cuerda que las sujeta; al menos ya no me tienen colgada como a una bolsa de boxeo.
Lentamente, comienzo a oír pasos firmes bajar las escaleras y apenas puedo vislumbrar una tenue luz proveniente de arriba.
Entre las sombras, una mujer de cabello oscuro recogiendo en forma de trenzas boxeadoras se acercó a mi con una expresión dura. Entre sus manos sostenía algo que parecía ser una botella de agua.
Se puso en cuclillas frente a mi, sin despegar su mirada de la mía.

-Supongo que debes tener sed.- dijo colocando la botella frente a mis ojos. Yo asenti suavemente, a lo que ella procedió a correrme la mordaza que cubría mi boca y acercarme la botella para que pueda beber.

- Gracias.- susurre, disfrutando de la agradable sensación que recorría mi garganta. 

Ella simplemente me observó, sin quitar esa expresión tan dura de su rostro, como si estuviera analizandome detenidamente. 
Yo me mantuve con las rodillas pegadas a mi pecho, devolviendole la mirada. Por un momento, me pareció ver lástima en sus ojos; como si estuviera debatiendo en su interior su accionar.
De su bolsillo trasero sacó una venda, con la cuál volvió a cubrir mis ojos.

Sempiterno {Pablizza}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora