Capítulo 3

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·Sé que no puedo encontrar a nadie tan bueno como tú·

El sol de la tarde teñía de tonos cálidos el paisaje rural, iluminando los campos de cultivo y bañando los senderos de tierra con su luz dorada.

Mey entrelazó nerviosamente sus manos, sintiendo el peso de la solicitud que iba a hacer.

—Disculpen —dijo con un tono suave—, ¿Podemos llevarnos está cesta y un poco de bambú?

Claro, pero la cesta tiene agujeros —el campesino sonrió amablemente, sosteniendo otra cesta con arroz.

Es lo de menos —Tanjiro sacó en mano una pequeña bolsa color café—, le pagaremos.

No es necesario —negó con la cabeza—, ya está muy dañada, además los bambús son desperdicios. Solo tomen los que necesiten.

¡No importa, le pagaremos!

Tanjiro, el señor está siendo muy amable. Solo acepta —Mey rio nerviosa, jalando a su vez el haori del chico.

Admiraba la amabilidad del pelirrojo, pero sabía que había momentos en los que no se debía abusar de la buena voluntad de los demás.

Tiene razón, tomen lo que necesiten, no hace falta dinero.

Esa conversación iba para largo. Mey caminó un rato hasta llegar con la pequeña Nezuko. El viento gélido siseaba entre los árboles, llevando consigo el aroma fresco de la naturaleza. En aquella aldea donde se ubicaban no llegaba la fria nieve.

La tierra crujía bajo sus pies con cada paso que daba, mientras se acercaba a la figura del pequeño demonio, apenas visible entre la oscuridad que se alzaba del suelo.

¿Nezuko?, soy Mey —preguntó para luego ver como su cabecita sobresalía de lo que parecía ser un hoyo que el demonio había excavado.

No paso mucho tiempo para que el chico de aretes llegará con la cesta y con el bambú, pero una cosa le inquieto ¿Dónde se metió su hermana?

Mey ¿y Nezuko?

No te preocupes, está escondida como un topo -—soltó una risa baja, mirando en dirección a la forma simétrica del suelo.

¿Un topo? —ladeo su cabeza.

La pobre ha excavado un agujero en la tierra para poder ocultarse de la luz del sol, sí que lo odia —suspiro—, creo que intentar taparla con los haoris es mala idea, la cesta es la mejor opción.

Es lo una de las cosas malas de los demonios —rio levemente mirando a la castaña— ¿Podrías ayudarme con la cesta?

Claro.

Los trenzados nunca fueron el fuerte de Tanjiro, no por el hecho de que en su familia fuese común que las mujeres sean las encargadas de ese trabajo, sino porque realmente le costaba ser cuidadoso con esas situaciones.

Incluso cuando trataba de hacerle un simple trenzado a su hermanita terminaba por colocarle un pequeño listón.

Esta vez, contaba con la ayuda de Mey para lograr ese trabajo. Tal vez con más práctica podría arreglarse manualmente, pero por ahora, la habilidad de Mey sería su salvación.

Pasados unos minutos, observó cómo la ojinaranja trenzaba la cesta con destreza, mientras él la observaba admirado y agradecido.

Ya está, vamos por Nezuko. Debemos llegar antes del anochecer.

Juntos Hasta El Final [Tanjiro y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora