🍒 Capitulo 29 🍒

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Los cuatro se levantaron. Franccesca les pidió que los siguiera y salieron de la cabaña que les asignó Nanno. Afuera, les comenzó a hablar de sus compañeros, del cómo tratar con ellos y el cómo funcionaba el tema de los trabajos del Nanno. Es lo único que podían hacer para agradecerle la protección, comida y cama que les brindaba el anciano.

Caminaron hasta llegar a una zona con unos jardines preciosos y una casa muy grande. Se asemejaba a la casona que tenía Paolo en la campiña francesa, pero no estaba descuidada. Al contrario, parecía que la habían pintado hace poco. Era de color celeste, con los bordes de las ventanas y puerta blancas. Había una pequeña escalera para poder acceder a la casa. Entraron en ella y vieron una sala de estar grande, con una chimenea en el centro, una escalera a un lado y al fondo la entrada a la cocina y al comedor.

-¡Oh, pensé que nunca ibas a llegar Fran! -Esa fue la voz de Flavio que venía de la cocina. Salió de allí, efectivamente-. ¡Ah, los nuevos! ¿Qué hacen aquí?

-Vienen a buscar ropa para poder limpiar su cabaña. Préstale a los chicos, yo le prestaré algo a Allegria -Respondió Franccesca mirándolo con sus ojos verdes. Flavio la observó a ella y a la mencionada.

-¿Crees que le quede algo tuyo? -Preguntó en tono de mofa. Allegria bajó la mirada afligida.

-No te burles de ella, tonto -Gruñó la rubia refunduñando. La aludida se sintió algo azorada-. Allegria, ven conmigo.

-Voy -La castaña fue al lado de Franccesca y ambas subieron las escaleras.

La casa debía de tener tres pisos y era muy amplia. La rubia abrió una de las puertas del pasillo y la invitó a pasar. Ella asintió con la cabeza y obedeció. Al entrar se maravilló de lo bonita que era la habitación de Franccesca. La cama estaba a un lado junto a su mesita de noche correspondiente, justo debajo de una ventana que era tapada por una cortina blanca traslúcida. En cima de las telas, había una línea de pompones que la decoraba. Al frente de la cama, había un armario robusto y tosco que contrastaba con la delicadeza del cuarto. Al lado de este, había una estantería con algunos libros y unas macetas con cactus. En una esquina de la habitación había un cojín con varias cosas a su alrededor. En la pared había una tela decorando esa parte de la habitación. En el suelo había una gran alfombra de estilo bohemio de colores rojizos.

-¡Qué linda es tu habitación! -Exclamó Allegria.

-Gracias, me esfuerzo por mantenerla así -La rubia le sonrió a la nueva abriendo las compuertas del armario-. Veamos qué puedo prestarte.

Franccesca tenía un lote de ropa colgada. Era ropa de buena calidad y algo que no encontrarías normalmente en una tienda, parecía más ropa de segunda mano. Ella se quedó mirando una prenda.

-Mira, tengo este suéter -Dijo sacando un jerséi grande, de color negro-. La gracia es que puedes ponértelo con ropa debajo, por eso es ancho. Pruebatelo, quizá te de calor con algo, pero si lo usas solo, no. Además no es tan grueso, es una tela de buena calidad -Allegria se acercó a Franccesca y tocó la tela. Su expresión se mostró sorprendida-. Pruébalo.

-Bueno -Ella tomó el suéter- ¿Lo hago... Aquí?

-Claro, no creo que el baño esté disponible por un rato -Las dos rieron.

-Con lo quisquilloso que es Polnareff, seguro que no sale en un buen rato -Suspiró Allegria con una sonrisa-. Bueno, ¿Puedes darte la vuelta? Esto es vergonzoso para mi...

-Tranqui, todo estará bien -Franccesca sonrío y se dio la vuelta.

Allegria se sacó la blusa blanca de mangas anchas que estaba ocupando para probarse ese suéter. Tomó el suerter, sintió la suave tela de este e intentó ponérselo. Fue casi una odisea, pero pudo hacerlo. Le quedaba ajustado, pero no le apretaba, así que no era un problema. Franccesca se volteó.

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