🍒 Capítulo 46 🍒

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-¿Qué más ves? -Le preguntó Franccesca al hombre.

-Hay un hombre... Sí, de ahí provienen muchos de tus miedos -Le contestó frente a las brasas-. Sus cabellos son rojos como las amapolas, ojos como amatistas. Es alguien solitario, por lo que puedo ver... Y tú te acercaste. Él no es la causa de tus miedos, no, es su presencia. Es buscado, al igual que tú. Al parecer son criminales. Hm... -Calló por unos momentos-. Son revolucionarios contra un gobierno monárquico. Lo sacaste de su zona de confort. Creo que él era poeta. Pobrecillo. Se amaron mucho, pero ya estaban condenados, murió desangrado. Sin estómago ni hígado. Alguien lo atravesó. Y tu sobreviviste.

-¿En qué época fue eso? -Franccesca miraba a aquel hombre a través del fuego. Estaba pálido, y con los brazos extendidos.

-No lo tengo claro, pero parecen estar en un país muy atrasado, comparado con el resto del mundo... -Respondió lentamente-. En aquella vida el dolor y la culpa predominaron ampliamente. Nunca pudiste superar a este hombre. Lo llamabas "Nico", de cariño, aunque no nombre de pila era Nicolai.

Franccesca abrió los ojos y se levantó de la cama tocándose la cabeza. Le dolían los ojos. ¿Por qué había recordado su canalización a través de un sueño? Estaba confundida. Se sentó al borde de la cama. Eran las dos de la mañana, y no podía descansar. De pronto se dio cuenta de porqué su subconsciente la estaba alertando de aquel momento otra vez. Se quedó paralizada. Parecía cursi, y sonaba poético. A través de un sueño se dio cuenta de que aquel hombre era Nestore.

Volvió a recostarse sobre la cama. Cerró los ojos, y mientras su tensión desaparecía, las imágenes en su mente volvían a aparecer. Esta vez no era una canalización, era una regresión. Ambas tenían el objetivo de observar vidas pasadas -algo en lo que Franccesca creía firmemente-, la única diferencia entre ambas es el medio en la que se comunican. La primera la hace otra persona, la segunda, eres tú. El subconsciente a rubia, por alguna razón insistía en aquellos recuerdos.

-¡No soy una bruja! -Gritó- ¡Que sepa de medicina no significa que sea una bruja!

-¡Blasfema! ¡¿Qué hacías en la cama con otra bruja?! ¡Qué dios te haga arder en el infierno, furzia! -Las llamas comenzaron a arder mientras el cúmulo de gente comenzaba a clamar.

-¡Mi vida será tomada por aquellos que dicen entrar a las puertas del señor! -Sus ojos comenzaban a lagrimar- ¡No saben que privaron a una mente brillante de la medicina! ¡Descubrí porqué la hemofilia existe! ¡El príncipe necesita mis conocimientos!

-¡Andreas, oh Andreas! -Clamaba una voz femenina que resaltaba por en cima de todo- ¡Mi querida Andreas!

El obispo de la comunidad donde vivía se veía serio, sin aprobar ni desaprobar ninguna acción. La gente gritaba que muriera la bruja. La bruja era ella. La mujer que lloraba era rubia, de complexión gruesa y con los ojos verdes. Era una fortachona y tenía la apariencia de ser hija de un herrero.

-¡Franka! -Fue su último gemido antes de comenzar a gritar calcinada.

Volvió a levantarse. Estaba pasando una noche muy dura. Esta vez se levantó y bajó a la cocina a servirse un vaso con agua. Bebió lentamente el líquido. Sentía frío, pero no podía moverse rápido. Estaba reflexionando el porqué sus sueños la traían de nuevo a sus vidas. Cabeceó cerrando los ojos. Dejo el vaso con agua vacío y lo lavó. Estaba subiendo por las escaleras cuando se dio cuenta... Sintió un cosquilleó recorrerle la espalda. Aquel escalofrío se trasladó a sus brazos. La piel se le puso de gallina.

-Son ellos -Susurró y subió las escaleras lo más rápido y silenciosamente que podía.

Entró a su habitación. La luz de la luna la iluminaba, así que agarró un encendedor y prendió un incienso. Lo dejó en aquel recipiente de madera mientras de acomodaba sobre su almohada de meditación. Se sentía agitada. Se sentó con las piernas cruzadas y se enderezó. Puso una mano sobre su pecho y la otra sobre su abdomen. Comenzó a respirar,  lentamente, mientras sentía que las piezas encajaban y que un peso salía de sus hombros. Tomo su Mala, y comenzó a recitar unos versos... Smithereens se hizo presente mientras meditaba. Pasó un largo rato allí, sin darse cuenta de que su stand había salido a la luz a saludarla. O bueno, a demostrar todos sus poderes. Su propio subconsciente le habló.

-Luego de que la rueda del Samsara se detuviera, te diste cuenta que estos son tus últimos karmas -Le habló Smithereens. Franccesca asintió-. Cuando pagues el último, podré revelar mi verdadero yo. Por ahora, estos pétalos te indican que aún soy débil, pero las espinas te dicen lo contrario. Depende de que perspectiva lo mires. Así como lo es la verdad.

Franccesca abrió los ojos, y juró que vio a alguien enfrente suyo. No vio muchos detalles de este ser, pero tenía una corona de espinas junto a seis brazos. La oscuridad de la noche no le permitió ver más allá de esa silueta extraña. Cuando volvió a parpadear, ya nada había ahí.

-Te revelaré de lo que eres capaz

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-Te revelaré de lo que eres capaz. Puedes comunicarte a larga distancia con tu voz, y con tus ojos puedes ver a quien hablas. Esa es mi habilidad. Piensa lo que quieras, pero te seré fiel hasta el final, haré lo que me órdenes. Tus habilidades de maestra del hamon puedes conducirlas por medio de mis enredaderas -La rubia miró sus manos y de pronto, sintió que el cuerpo le pesaba. Sus ojos se iban cerrando poco a poco. Alcanzó a llegar a su cama cuando se quedó dormida de nuevo.

Cuando despertó, se le hizo difícil comenzar a moverse. Apretó los puños con dificultad y se levantó con lentitud. Intentó hacer unos estiramientos cotidianos que hacía, pero su cuerpo estaba, por así decirlo, "cortado". Se preguntó porque estaba tan cansada y pudo recordar que era debido a aquella revelación que tuvo. Debió de pensar que era un simple sueño, ya que comprobó si el incienso que había encendido estaba quemado. Cuando se dio cuenta que así era, estaba tan atónita que se quedó paralizada.

Se echó para atrás, con la cara horrorizada. Cayó sobre sus pies devastada. No podía creerlo. Noriaki Kakyoin era aquel poeta "Nicolai" de su canalización y aquella tal "Franka" era Adalia Schneider de su regresión. Sintió que su corazón latía con fuerza y apenas podía respirar. Escuchó como llamaron a la puerta pero no podía responder.

-Franccesca, ¿Estás...? -Era Flavio quien entraba. La persona en la que más confiaba estaba allí.

Se apresuró rápidamente a ver que le sucedía a su amiga. Cerró la puerta de un portazo y se agachó a reconfortarla. Le preguntaba que pasaba, qué le había pasado, pero todavía no podía recuperarse del todo de aquella revelación. Finalmente pudo mover sus brazos y lo abrazó. Sus ojos dejaron caer algunas lágrimas, no estaba triste, si no más bien una emoción incontrolable. La chaqueta del pelinegro se iba mojando poco a poco mientras ella recuperaba el aliento.

-Ya sé porqué los conozco -Dijo ella-, ya sé porqué conozco a Nestore y a Allegria. Ambos fueron personas muy influyentes en mis vidas pasadas.

Flavio miró a Franccesca preguntándose si tal cosa podía ocurrir verdaderamente y no era tan solo un juego. Ella sabía bien que su amigo no era partidario de sus creencias, pero las respetaba.

-¿Qué es lo que harás? -Le preguntó elcpelinegro.

-Intentaré retribuirles todo lo que me dieron anteriormente -Le explicó-. Intentaré hacer las cosas mejor. Debe de haber alguna manera que pueda liberarme de este condicionamiento -Ella miró como la luz entraba por la ventana reflejándose con las motas de polvo suspendidas en el aire.

-¿Qué condicionamiento? -Le preguntó Flavio.

-Nacer, enfermar, envejecer y morir -Ella se secó las lágrimas y se levantó. Sintió el calor del sol sobre su piel-. Ese es el ciclo.

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