Justin volvió a presionar el botón con el que había detenido en elevador y este empezó a moverse de nuevo. La castaña le apartó la mirada cuando volvieron a estar en circulación y sintió un vuelco en el corazón cuando las puertas de este se abrieron nuevamente en su piso. Justin se había quedado completamente en silencio. Y ese silencio no era incómodo. Era asesino.
Ella se sintió terrible. Y su estómago quiso desbocarse frente a él. Sus piernas estaban temblorosas y parecía no poder controlarlas. Se dio cuenta cuando iba a dar el primer paso para abandonar el elevador que sería una odisea salir de allí sin caerse. Todo esto, por él. Como pudo se dirigió hacia las puertas abiertas mientras las manos le sudaban de sobre manera y le decían lo estúpidamente afectada que se encontraba. Suspiró. Estaba dejando a Justin tras ella.
-Hasta hoy, Jane – Le escuchó decir de repente. Un sudor frio le recorrió la piel al percibir ese tono indiferente - Hasta hoy me humillé contigo ¿Me escuchas? Quiero que seas Feliz. Tal parece que Alan es el hombre para ti.
Ella quedó del otro lado de las puertas del ascensor tras las palabras y vio perderse tras estas, aquella mirada miel. Una que no conocía. Una que era firme y que probablemente también estaba herida.
Justin volvió al primer piso. Tenía el orgullo herido hasta el tope. Tan herido que golpear a alguien en ese mismo momento hasta dejarlo inconsciente no sería suficiente para calmar su genio. Su rabia. No podía con la idea. No podía siquiera soportar el pensamiento de Alan tocándola y quitándole la ropa. Era demasiado para él. Demasiado para pensarlo. Demasiado para asimilarlo. Demasiado para resistirlo. Y lo peor era que seguramente ya lo habrían hecho muchas veces.
Estaba jodidamente furioso.***
Jane entró a la oficina de Alan con pasos inseguros y lentos, observando detalladamente el espacio. Estaba vacía. Alan no estaba allí. Y ella realmente no tenía muy claro el porqué estaba allí.
No entendía muy bien su lógica. Pero pensó que quizás, lo mejor era enfrentar la situación pronto. Si él y ella iban a estar trabajando juntos, si iban a estar viéndose a diario, no le parecía lo mejor tener las cosas inconclusas y hacerse momentos incomodos entre ellos. ¿No era entonces lo mejor arreglar su malentendido? Ella iba a entender el porqué de su actitud. De porque la asustó así el día anterior en su apartamento. Y él… ella suponía que él intentaría de entender sus sentimientos.
El amplio espacio de la oficina ocupado por muebles, escritorios y cuadros perfectamente organizados y a tono, la hizo recordar todos los días que pasó allí hasta tarde mientras escribía el guión. Él nunca le había faltado al respeto, ni tampoco se había propasado. ¿Qué habría estado pensando él para dejarse llevar así por sus instintos entonces? Su piel se erizo y decidió esperarlo sentada en uno de los sillones. A pesar de todo ella había aprendido a conocerlo y sabía que él era muy puntual. Llegaría pronto. Puso el bolso que llevaba sobre sus piernas y apoyó sus codos en él.
Debía estar loca. Cada día enredaba más las cosas.Jane había dejado que su mente se quedara en blanco unos segundos cuando el sonido de la puerta de la oficina al abrirse le devolvió la lucidez. Tras el sonido vino él. La silueta del pelinegro entrando llegó a sus ojos. Él y una…
Una rubia. Él acompañado de una rubia. Que mierda. Acompañado de Alice.
Tragó gordo al encontrarse cara a cara con los ojos perfectamente azules de la chica y se colocó de pie enseguida fastidiada, más que sorprendida por la situación.
Eso era lo que le faltaba.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué hacía Alice ahí? Oh por Dios, claro, Justin.
Jane pasó los ojos de Alice a Alan y cuando sus dos esferas cafés se encontraron con las de él, sintió un temblor removerle el cuerpo y un leve dolor de cabeza. Agradeció no sentir mareo. Él se notaba sorprendido también, como si no esperara verla por al menos varios días y su presencia lo descompusiera. Y claro, lo hiciera sentir, de un modo extraño, fuera de sí. Cuando Jane estaba cerca para él era casi imposible pensar objetivamente.
-Jane… -Fue Alice la que rompió el cielo incomodo que se había hecho con una voz aguda y algo “Hipócrita” para el pensar de Jane ¿Desde cuándo ella la saluda tan “Amablemente”? - Tanto tiempo ¿Cómo estás?
Jane no le respondió, ni le sonrió. Ni hizo nada que demostrara simpatía. La castaña no era falsa. Y Alice se había sabido ganar su empatía. Ella todavía recordaba la última vez que había hablado con la rubia. Y en su cabeza aún estaban frescas sus palabras y la forma en que le había dicho que se alejara de Justin. Como si Jane fuera nada solo porque Justin la quería a ella.
-Alan… -Siseó la castaña y dejó sus ojos en él. Ignoró a Alice. Alan se metió las manos en los bolsillos y dejó escapar un poco de aire. – Estaba esperándote.
-Jane – Aludió él mirándola – No pensé verte tan temprano hoy.
Alice hizo un ruido con la garganta y puso su tacón de punta en dirección a Jane, quien arrugó la frente al notarlo.
-Te he saludado – Le dijo - ¿Desde cuando eres Maleducada?
Jane forzó una sonrisa.
-Disculpa, pero no suelo saludar a personas que no conozco.
Y seguía teniendo el mismo carácter – pensó Alice – como le estresaba tener que hacer lo que iba hacer.
-Vaya, pensé que me conocías.
-Pensaste mal.
Alan se acercó rápido hacía ellas dos y se situó a un lado de Jane, estaba tan cerca que ella pudo sentir el perfume que él emanaba. Y el gel de baño fresco en su piel.
Alice solo lo observó. A Alan preocupándose por Jane. Se preguntó con tristeza como una mujer como la castaña, tan… normal, sin mucho estilo y elegancia pudo hacer que dos hombres difíciles – Como lo eran Justin y Alan - se enamoraran de ella. Como… pudo robarse el corazón de Alan. Y también… como pudo quitarle el de Justin. Suspiró. Ella Algo había hecho bien. Ese no era momento de pensarlo.
-Si quieres hablar – intervino Alan dirigiéndose a Jane – podemos ir a una cafetería, salir de aquí. ¿No tenemos que quedarnos, vale? - él pudo percibir la vibra creciente entre las dos mujeres. ¿Cómo, no? Parecían decirse mucho con la mirada.
-No, no Alan, espera – lo interrumpió Alice – A mí me gustaría hablar con Jane. – Jane abrió los ojos extrañada - Si nos dejas solas… Te estaré muy agradecida.
¿Hablar? Jane se quedó observando a la rubia fijamente. Su figura no había cambiado nada. Seguía siendo la misma chica elegante que “Vestía para impresionar” que había conocido. Y su cabello seguía tan rubio o quizás más. Lo que si había cambiado en ella era esa extraña actitud que tenía. Hasta la había saludado. ¿Cuándo la gran Alice Fisher la había saludado gustosa? Se preguntaba qué le pasaba ¿Hablar? ¿Sobre qué se suponia ellas tenías que hablar?
Alan se quedó en silencio en medio de las dos. Miró a Jane y ella, con quedo, asintió con la cabeza.
-Está bien, Alan – Le dijo – Voy hablar con ella.
***-¿Qué es lo que pasa? – Jane caminó hacia el sillón en donde había estado sentada minutos antes y se dejó caer en el mismo lugar al tiempo que Alice hacía lo mismo, pero en el que estaba frente a ella. La rubia se cruzó de piernas. Incluso así – pensó Jane – esa mujer lucia muy elegante. Bufó. Eso no era importante ahora.
-Hablar de Justin – respondió Alice serena. Como si no fuera la gran cosa. - ¿Cómo está tu relación con él?
La castaña se echó a reír
-¿Me estás jodiendo?
-No, te estoy preguntando.
Jane se reacomodó en la silla, inquieta. Si una cosa pensó ese día al poner un pie fuera de su cama, no fue el establecer una conversación de ese tipo con Alice. De hecho, había creído que al dejar atrás a Justin, ella desaparecería de su vida también. Sin embargo, no era así. Estaba allí. Queriendo hablar de él. ¿Se le había fundido el cerebro?
-Si te preocupas por mí - dijo fastidiada – puedes estar tranquila, Alice. Yo no pienso meterme de nuevo entre ustedes. ¿Feliz? – Alice levantó una ceja – Un día – prosiguió Jane – Me propusiste hacer una apuesta y yo acepte. Bueno. Hoy te digo que has ganado. Justin es tuyo ¿Eso era todo? Entonces… adiós.
La rubia se quedó en silencio, estudiándola demasiado seria para su gusto y entonces habló.
-¿Eres estúpida, Jane? ¿O solo te haces?
-¿Eh? – La castaña aflojó los brazos - ¿Qué dices?
-Que no sé si es que te haces la ciega o solo dices boberías por gusto ¿Has visto a Justin?
-Si – Le dijo – Y No me importa.
-Pues… - Aludió la rubia – Yo no te creo. La mujer que una vez discutió conmigo porque creyó que yo lo trataba como un juguete no diría eso. Esa mujer fuiste ¿Lo olvidaste?
-La gente cambia, Alice ¿No crees?
Claro que lo creía. Alice nunca había estado tan segura de algo como de aquella frase.
-Por eso mismo te lo digo, Jane.
De cierto modo a Jane se le hacía difícil entender cuáles eran las intenciones de Alice ¿Estaba allí para… Hablarle bien de Justin? ¿O que pretendía? Alice parecía tan… extraña ese día.
-Justin me dejó por ti aquella noche en la fiesta, Jane – Le soltó de golpe. Y odio tener que doblegar su orgullo por eso. – Justin está enamorado de ti y dudo que pueda enamorarse de alguien más. ¿La tienes? – ¿De qué exactamente estaba hablándole? Jane se quedó con la duda flotando en aire. Alice… no podía creer que Alice hubiera dicho esas palabras. – Lastimosamente para mí – prosiguió Alice – Me di cuenta muy tarde de lo que sentía por él. Cuando le abrí mi corazón él ya te quería. No fue muy difícil para mí darme cuenta de eso. Yo lo podía ver aunque ni él