Justin se detuvo con quedo bajo el umbral de la puerta que daba la entrada al apartamento de Jane y reparó con asombro el interior cuando ella prendió la luz principal. Una risa burlesca se hizo en sus labios cuando la claridad le permitió ver el interior del lugar: La sala. Había 1 par de zapatos tirados por el piso, ropa sobre puesta en uno de los sillones y un plato de plástico mediano sucio sucios en la mesa pequeña con soportes de aluminio y superficie de vidrio que estaba en medio de los muebles, separando el más largo de individual. Sin contar algunas bolsas de papas fritas y embaces plásticos de jugos, al lado del plato.
Por un momento había olvidado aquel pequeño detalle de la castaña.
La sonrisa en su rostro se espació cuando Jane, al verlo como estatua para en la puerta, le agarró la mano y lo hizo entrar, cerrando la puerta tras él.
-Y bueno, aquí es donde vivo - Su voz fue casi neutra. Justin la miró a ella por un momento corto y luego le dio un pequeño apretón a su mano. Minutos antes, mientras subían el ascensor que los llevaría a su piso, y también, en todo el camino del bar a su casa, no habían sido capaces de decirse nada, por lo que esas eran las primeras palabras que se dedicaban luego de haber salido del Nightfall. Y para él, era reconfortante que de todos los lugares ella hubiera decidido mostrarle ese.
-Se parece a ti – Fue lo que él respondió y volteó a verla con sutiliza. Aquella calidez que emanaba del sitio, que se metía en su piel por medio de la delicada mano que sostenía la suya, le daba la impresión de estar en un sueño. Uno del que seguro, nunca iba a querer despertar. Uno en el que ambos volaban en una misma dirección equilibrándose mutuamente el uno al otro: La parte incompleta de su vida misma se completaba en ese instante, sosteniendo la mano de Jane.
<< ¡Dios, Justin, eso es muy cursi! >> Pero era algo que no podía evitar. No recordaba la última vez que se había sentido tan feliz. Se sentía tan feliz que no podría encontrar una palabra que describiera aquella sensación. La felicidad, sin duda, era eso que lo corroía desde dentro hacía afuera y le carcomía la piel en una agonía que disfrutaba.
Y sonreía. A cada momento tenía esa sonrisa en su rostro que de seguro lo hacía parecer un tonto.
¿Jane lo vería como un tonto?
Salió de su ensimismamiento y la miró. Ella estaba frunciéndole el ceño.
-¿Se parece a mí? - Le preguntó ella, sacándose los zapatos. Él avanzó hasta ella para tomarla por la cintura. Otro par de zapatos más quedaron regados en la sala.
-Sí - Le dijo - pequeño y desordenado.
-¡Eh!
Él Le besó la mejilla.
-Calma, eres una muy sexy desordena. Además tu estatura me gusta.
Ella dejó escapar aire mirando el tiradero de su apartamento. Y suspiró.
-¿Entonces crees que soy bajita? - Le pasó los brazos por el cuello. Justin rió. Ahora que se había quitado los tacones quedaba su cabeza apenas le alcanzaba el mentón.
-Bueno, creo que estoy lo comprueba - Besó su cabello – Enana.
¿Enana?
Ella levantó el rostro, aun con los brazos en el cuello de Justin.
-¿Y desordenada?
-¿Tengo que responder?
Ella refunfuñó.
-Siempre he sido una sexy desordena – le dijo - Una a la que tu obligabas a limpiar ¿Lo recuerdas? Eras un ogro en cuanto a ese tema de la limpieza.
Justin se echó una carcajada.
-Bueno – Le dijo – sigue sin gustarme el desorden. Tendremos que hacer algo con ello, enana. – Le dio un fugaz beso en los labios. Jane tomó una nota mental: Debía decirle que no le dijera enana aunque se escuchara dulce en sus labios. – Cuando volvamos a nuestra casa en Alemania, no podemos vivir con todo tirado - <<Nuestra casa>> Las palabras podían sonar simples para cualquier otro, pero para ella, era el significado de que al fin compartían algo, como familia. Como pareja de verdad. Se abrazó más a él, sintiendo un imparable torbellino en su pecho y se dejó embriagar por el perfume de su camisa - Tendrás que limpiar – Le soltó. Ella se separó de él de golpe y por inercia, arrugó la frente. Justin rió nuevamente y fue él quien la abrazó ahora – Solo es broma – le dijo – Limpiaremos los dos. O buscaremos quien lo haga por nosotros. Es por él bebe, no puede andar en una casa desordenada.
-Sí, si – Aceptó serena – Ya lo comprendo. Yo lavaré los platos y cocinaré, tú harás el resto.
-¡Pero, Jane, Cocinas terrible! - Exclamó él y saltó a reír –
-¡Justin! ¡Tonto! - Justin la abrazó divertido, respirando primero el olor de su cabello y luego buscó sus labios. Esos suaves y provocativos labios que podían volverlo loco si se lo proponían. La besó con delicadeza y sus manos empezaron a acariciarle espalda de arriba abajo en roces alentadores y delicados. La piel de la castaña se erizó y sin siquiera darse cuenta se vio empujada al frenesí que aquellos labios le daban, aquellos mimos. No pudo hacer más que dejarse envolver por aquel par de brazos que a su vez, la rodeaban con suavidad.
-Soy un completo tonto por haber permanecido lejos de ti por tanto tiempo - Dijo. Sus palabras fueron como cálidos rayos de sol, que avivaban la mecha que empezaba arder. Jane Sonrió.
-Un gran tonto – Murmuró ella en sus labios y Justin supo, más que nunca, en aquel momento, que estaba jodidamente enamorado. Nunca iba a encontrar a nadie que lo hiciera sentir como ella. Que le provocara todo lo que le provocaba ella. Todo ese cosquilleo y esa tranquilidad. Que ridículo. Volvió a besarla, ahora ya no con tanta delicadeza y bajó un poco los labios por su cuello, encaminándola al mismo tiempo hacía los muebles. Fue ella quién lo detuvo y se separó de él, dejándolo perturbado. Él quería más.
-Hay algo que quiero mostrarte – Le sonrió. La ternura fue la protagonista de aquella mirada. Jane caminó por la sala, pasando a un pasillo corto que daba a una puerta y por esta, su silueta se perdió al cruzar el umbral. Justin no dudó un solo instante en seguirla.
Resultó ser que aquel lugar era su habitación. Hasta él mismo se quedó atisbado en la puerta al ver la cama en el centro del cuarto. No era como si le afectara estar en un lugar tan íntimo con ella. Era… el hecho de que nunca antes había estado con ella en una habitación en los términos en los que estaban ahora: Siendo conscientes de lo que cada uno sentía por el otro. La luz encendida, que era débil y opaca, daba la sensación de que aquel recinto había sido testigo de muchas noches en vela y quizás, lagrimas. Y seguro no se equivocaba. Pensó esto cuando se decidió ir hasta ella. Jane estaba sentada en uno de los bordes de la cama, hurgando en el primer cajón de la mesita de noche que tenía al lado mientras una ancha ventana de cristal, que empezaba en el techo y terminaba en suelo, y conectaba a un pequeño balcón, dejaba entrar hacia la habitación el aire frio de la noche.
-¡Aquí esta! – La escuchó decir y él no dudó más en acercarse. Jane tenía una sonrisa en los labios cuando él se sentó a su lado en la cama.
-¿Qué es? - Preguntó, aunque no sonó muy desesperado por saber. Su curiosidad perdía potencia al encontrarse tan cerca de ella y sobre una cama que lo llamaba. Miró las sabanas azules reposar sobre el colchón solo arrugadas en donde ellos estaban sentados. Era como si su piel ardiera por debajo de toda la ropa que llevaba puesta. Como si estuviera estorbándole.
-Es.. – Murmuró ella sin imaginarse todo lo que provocaba en él, y dejó a la vista del rubio un pequeño aro redondo de oro con sus iniciales grabadas en los costados. El objetó brillo y la expresión de Justin brillo del deseo a la sorpresa: Era su anillo de bodas.
-Aún lo conservas… - No pudo ocultar la sorpresa.
La castaña arrugó la frente enseguida y se cruzó de brazos girando su cuerpo en la dirección de Justin.
-¿Qué? – Le recriminó - ¿Me vas a decir que has botado el tuyo? Mira que eres bueno perdiéndolo.
Justin sonrió y le dio un beso fugaz en los labios.
-Todo lo contrario – le respondió. Sacó de su bolsillo del pantalón la billetera y abrió un bolsillo pequeño interno. – Siempre lo llevé conmigo – Jane abrió bien los ojos y él sacó del bolsillo pequeño el anillo de oro. Lo puso a la altura de los ojos de la castaña – Aunque no te niego – sonrió - que hoy estuve a punto de tirarlo a la basura.
Jane observó la figura redonda en la palma de la mano de Justin y sonrió. No sabía exactamente porqué, pero un cosquilleo se hacía en su estómago y alivio. Justin nunca la olvidó.
Arqueó una ceja y cambio su expresión a la de una divertida burla.
-No puedo creer que lo llevaras en la cartera. –Le dijo. Rió.
Justin levantó una ceja.
-Ni yo que escribieras un guión con nuestra historia.
-Ah, Ya cállate. – Ese había sido un golpe bajo. Jane sintió sus mejillas arder. Ni siquiera ella sabía porque lo había escrito. Solo que lo había hecho y punto. Y que bien le había salido.
-Te ves tan linda cuando te sonrojas - La alagó Justin y acarició su mejilla. - Bueno, siempre estás linda - <<Tonto >> <<Un tonto Hermoso>> Sus mejillas se incendiaron más. ¿Quién pensaría que ese chico, al que se le sentó al lado cuando por primera vez subió un avión, terminaría siendo tan importante para ella? ¿Qué la hiciera sentir tan bien el escuchar ese tipo de palabras en sus labios? Sonrió y sin tener idea de la razón, acercó su mano, en la que tenía el anillo, a la de la mano en la que Justin sostenía el suyo y la dejó allí. Ambos miraron el resplandeciente brillo de los aros en un silencio que casi fue eterno, pero único. No parecía como si aquel momento fuera real.
-No puedo creer, Jane, que estemos juntos y bien – ella desvió la mirada de los anillos hacía él. Sus ojos se encontraron – Es... como un milagro.
-El amor es un milagro – dijo - A estas alturas ya deberías saberlo – Justin esbozó una sonrisa y la abrazó, sintiendo el palpito de su sangre en la piel.
-Dame tu anillo - Le pidió. Jane se lo dio sin preguntar porque y una vez lo tuvo en sus manos, tomó su mano y le encajó el anillo en su dedo anular derecho. - ¿Quieres casarte conmigo?
Ella se enderezó sobre la cama y le respondió:
-No –
Justin frunció el ceño.
-¿Qué? ¿Por qué? – Antes de que él dijera otra cosa, Jane le quitó el anillo que reposaba en su mano y le sonrió.
– Ya estamos casados, tonto – Le dijo. Esas palabras lo silenciaron. La castaña repitió el mismo acto que Justin había hecho antes y tomando su mano derecha, dejó que el anillo resbalara por el dedo anular del rubio - ¿Lo ves? – Justin se miró el aro redondo rodeándole el dedo y suspiró. Era cierto. - Nunca nos hemos divorciado - prosiguió Jane - Ahora, incluso vamos a tener un bebe.
Justin curvó sus labios y le miró el vientre, llevando, por puro impulso, sus manos allí.
<<Un bebe de los dos>> Pensó - <<Un bebe suyo>>
-¿Te emociona, Jane? – Le preguntó con quedo – Ya sabes, tenerlo aquí dentro.
Ella rió, observando las caricias que Justin le hacía a su abdomen. Aquellas manos se sentían tan cálidas.
-Sí soy sincera… - Respondió - Me da miedo.
-¿Miedo?
-Sí, yo no sé cómo ser una mamá ¿Y si no soy lo suficientemente buena?
Justin dejó caer sus manos del vientre de Jane y buscó sus ojos con seriedad. Se preguntó si, así se sentirían todas las mujeres que nunca habían tenido bebes.
-Yo tampoco sé cómo ser un papá. – Le dijo - Pero eso es algo que aprenderemos juntos. Y él bebe estará muy feliz. Todos los hijos quieren a sus padres.
Jane sonrió.
-Tienes que dejar de llamarle bebe. Dile niño o niña, no sé.
Justin se quedó callado.
-Tal vez deberíamos ponerle un nombre.
-Justin… - aludió ella – Esta pequeño todavía. Faltan meses para saber qué será.
-No importa – dijo él volviendo a poner la mano en su vientre – el pequeño Jean Drew estará feliz con su nombre. ¿Verdad, Bebe? – Rió.
-¿Jean Drew? – Jane alzó una ceja - ¿Cómo sabes que es niño? ¿Y que es ese nombre?
-Bueno, querré al pequeño Jean Drew, sea niño o niña, pero me gustaría un niño, Y debes suponer lo del nombre ¿No? “Jean” por Jane y Drew porque es mi segundo.
-Justin… - Dijo ella otra vez - ¿Y si es niña? No vamos a llamar a una niña así.
Él lo pensó un poco
-¿Qué se llame Justina?
La castaña ahogó una burla y negó con la cabeza.
-¡De ninguna manera! – Exclamó - Si es niña, yo le pongo el nombre.
Justin rio también y no pudo estar más de acuerdo con ella.
-Sabes… – Jane usó un tono agudo. Con aquel brillo suspicaz en sus ojos. – Me alegra de que seas tú quien me convierta en mamá.
<<Me convierta en mamá>> Él la miró con ternura.
-Y yo estoy fascinado de que seas tú la mama de mi hijo.
Justin tomó su rostro entre sus manos y la besó, dejando que el peso del sentimiento que cargara dentro se encargara de lo demás. Aquel no era un beso normal. El deseo pasional que se intuía de él podía sentirse al simple tacto. Y Jane lo sabía. Lo sabía porque muy seguramente ella estaba respondiéndole de la misma manera. Un beso lento que se volvía más serio con el paso de los segundos. Justin dejó caer sus manos de las mejillas la castaña y las rodó por el contorno de su cuerpo, dejándolas en sus caderas, pocos centímetros antes de que el vestido dejara libre la piel de sus piernas.
Jane lo miró al sentir sus dedos por encima de la delgada tela del vestido, aun así no dijo y solo lo dejó ser. Justin aumentó el compromiso de aquel beso inofensivo y rodó un poco más sus manos, tocando entonces la piel suave y cálida de la pierna de la castaña. Jane enredó los dedos en su cabello mientras aquellos fríos dedos se abrían paso debajo del vestido, recorriéndole la piel.
Era como si su cuerpo supiera perfectamente cómo responder cual él la tocaba. Justin subió el vestido de la castaña hasta la cintura y notó como ella se estremecía al tacto. Por inercia o quizá por necesidad, Jane se dejó caer con quedo en la cama, dejando el cuerpo de Justin sobre el suyo.
Era difícil ser racional en esa situación. Justin sentía que todo su cuerpo se erguía y se tensionaba sin mencionar aquello que ya empezaba a alzarse en medio de su entrepierna. Tomó aire y la miró a la cara. Aquellos ojos cafés brillando bajo la tenue luz del foco eran como una incitación. Ni siquiera el aire frio que se metía por la ventana que conectaba al balcón podía hacer que su temperatura corporal bajara. Tampoco era como si él quisiera que bajara. De hecho, deseaba encenderse más. La besó otra vez, y levantó su vestido un poco más hasta los pechos de la castaña, para luego, con ayuda de ella misma, sacárselo por los brazos.
Sus ojos se perdieron en ella. En aquel cuerpo que era perfecto para él. Ella estaba usando un hermoso sujetador de encaje blanco y unas bragas negras. Justin se mostró idiotizado mientras volvía acercarse a ella y besarla suavemente. Sus labios estaban unidos cuando él se sacó el abrigo, y luego, separándose de ella, empezó a desabrochar los botones de su camisa uno a uno, hasta quedar con su torso desnudo. El calor de su cuerpo podía respirarse y se sentía tan especial como siempre. Jane inspiró y el brillo en los ojos de Justin la animaba a seguir. Estaba nerviosa. Ella siempre estaba nerviosa cuando estaba a punto de hacer eso con Justin. Pero no deseaba, ni en un pienso, detenerse.
-Te amo… - Dijo él observándola y capturó sus labios en otro beso pasional que la alentaba. Jane lo atrajo con los brazos hacía ella y al apretar el pecho ardiente de Justin contra sus senos un deseó ciego empezó apoderarse de ella.
-Yo te amo más - dijo ella a su vez en sus labios. El colocó una de sus manos en las piernas de la castaña y empezó a acariciar partes más sensibles mientras la otra subía por sus senos y se quedaba en uno de ellos, masajeándolos y haciendo a la castaña fantasear de esas extraordinarias sensaciones. Se removió bajo él, soltando un gemido agudo cuando Justin la tocó en aquella parte por encima de las bragas. Él sintió como sus hormonas se desesperaban también. Y pedían por más. Dejó los labios de Jane y bajó por su cuello, haciendo un camino invisible desde la garganta hasta el inicio de sus pechos. Allí, sin retenerse, sacó uno de los senos de Jane de la copa del sujetador y lo besó, lentamente, haciendo que se irguiera. Jane dejó escapar aire. Su boca se sentía caliente en aquella fría noche. Y esa sensación iba a enloquecerla. Ella acarició su espalda, y un gemido, por como jugueteaba Justin con su cuerpo se escapó de sus labios. Él se había dejado de tonterías con su braga y ahora la tocaba por dentro de esta. El contacto de sus dedos en aquella zona, solo la hacía derretir, incluso ella podía sentir como empezaba a hacerlo.
Lo sentía, sentía aquel cuerpo pesado sobre ella y aquel bulto sobre su pantalón pegado a su pubis. Iba a volverse loca. Esa noche cuando salió de su casa a la fiesta no pensó terminar así con él. Entre sabanas. Sus besos eran desesperados y ansiaban más, ella podía sentir en él aquellas ganas. Tal como ella. Con un atrevimiento, que la sorprendió a sí misma, buscó el botón de los pantalones de Justin y lo soltó, dejando que el cierre bajara por sí mismo luego de eso. La prueba de la excitación del rubio no tardó en aparecer. Y es que no era para más. Él con una sonrisa de picardía en los labios, se terminó de quitar en pantalón, quedando al igual que ella en ropa interior.
Ahora con sus cuerpos livianos, desecho de la ropa, se abrazaron en la cama, disipando un fuego que no iba a apagarse. Justin sentía un deseo indeleble de estar dentro de ella y hacerle sentir de un modo en que más pudiera hacerle sentir. De hacerle amor con locura hasta quedar tan cansados que solo el sueño los abatiera. Y despertar junto a ella. Agarró uno de sus senos y lo apretó mientras su boca se encargaba de mordisquear su oreja sensualmente. Estaba excitado y su respiración agitada lo delataba.
Casi perdió la razón cuando Jane empezó a acariciarlo también y con su boca, al igual que él, empezó a besar su oreja, calentando más la sopa.
No tuvo que pensarlo más. Justin desabrochó su sujetador y pronto Jane se vio así misma con los pechos descubiertos frente a él. Fue como una señal a reaccionar. Ella detuvo sus caricias y lo detuvo a él también con una expresión in leíble en su rostro. Justin casi sintió dolor. No podía detenerse, no en ese instante.
-Por… favor – Le pidió. Su respiración estaba agitada – No me digas que me detenga ahora, Jane – Se miró la entrepierna y ella inconsciente volteó a ver su erección - ¿Sabes desde cuando estoy deseándote con locura? ¿Desde cuándo he alucinado con tenerte entre mis brazos y hacerte mi mujer? Te necesito.
La castaña se quedó callada. Y le dedicó a Justin una mirada que quizá le dejaba ver que así como él necesitaba de ella, ella con locura, necesitaba de él. Era un ciclo, su cuerpo se lo pedía.
-Solo… -Murmuró – Quiero que apagues la luz.
Él sonrió aliviado. Y la besó fugazmente antes de pararse de la cama y presionar el switch de foco.
El cuarto quedó a oscuras. Y un segundo después, Justin estuvo de nuevo en la cama con ella.
La única luz que interrumpía aquella oscuridad, era la de la luna, que se colaba por la misma ventana que conectaba con el balcón.
-En mi vida, Jane – Dijo Justin pasando el dedo índice por el contorno de los labios de Jane – Ahora no falta nada. Todo lo tengo contigo.
La besó fugazmente.
-Una mujer – Prosiguió - pronto un hijo, un hogar…
Ella sonrió, ahora que estaba a oscuras se sentía menos cohibida.
-Te amo – Le dijo.
Y dejaron que la pasión volviera a correr por sus venas.
En aquella habitación, aquella noche fría, el amor estuvo presente en sus cuerpos.
Justin se desnudó completamente y ella también, dejando que sus manos se proporcionaran caricias afectivas. La penetración fue como si la parte faltante de un rompecabezas encajara en su sitio completamente. Jane soltó un gemido y Justin la besó, dejándole saber que sin duda, aquel te amo, no iba a quedarse en el aire.