Eran decenas los artículos relacionados con Hugo y su rueda de prensa. Centenares de personas preguntándose que había querido decir exactamente con aquello de que su felicidad tenia nombres y apellidos. Centenares de personas en las que me incluía.
Llegué a pensar que hablaba de mi, porque como siempre, seguía siendo una ingenua cuando se trataba de él. A juzgar por los miles de mensajes que recibí en mis redes sociales no fui la única en interpretar sus palabras de ese modo, pero estábamos equivocados.
Cambié de opinión cuando pasaron los días, las semanas sin que nadie llamara a mi pueta, sin que él viniera por mi.
Hugo no dejó de ser una fuente de noticas por semanas, todo lo que hacía, cada lugar al que iba, cada persona que veía, era motivo de un nuevo artículo. Supe en uno de esos que había vendido su casa en Miami y había regresado a Cordoba con su madre y su hermano. Seguramente era a ellos a los que se refería en la rueda de prensa y aunque soñé con ser yo, era feliz de que él hubiera regresado a casa.
Me planteé si era el momento de ser yo la que regresara a casa, o el momento de buscar otro hogar.
Un nuevo lugar donde él no siguiera estando despues de tres años. Porque aunque se hubiera marchado este siempre sería nuestro sitio, y quizás por eso nunca me marché. Quedarme fue mi manera de decirle que seguía aquí, que no me había movido, que si él quería sabía donde encontrarme. No me fui para darle un lugar a donde regresar.
Pero él no lo hizo, quizás nunca fue capaz de entender porqué seguía aquí o quizás nunca pensó en volver.
Era el momento de avanzar, Hugo no dejaba de hacerlo y yo seguía anclada en el pasado. Era el momento de aceptar que lo nuestro no terminó porque Hugo decidiera perseguir sus sueños, esos sueños se habían esfumado y él no había regresado. Así que tal vez se fue porque había a dejado de sentir.
Empecé a buscar un nuevo apartamento, y lo encontré relativamente rapido. Después de un par de visitas, acabé decantándome por una pequeña casa a las afueras de Barcelona. En un pequeño pueblo costero, solo necesitaba 40 minutos para llegar a la capital catalana. Esperaba encontrar paz y tranquilidad lejos del barbullo de la ciudad, parecía un buen lugar para volver a empezar.
Cuando le comuniqué a Marcos, mi casero dese hacia un par de meses después de la muerte de su padre, que abandonaba el piso sentí alivio en su voz. Él era demasiado joven, lo suficiente para no haberme reconocido nunca. Marcos era un adolescente demasiado ocupado en su mundo, cuando yo entre a operación triunfo. Nunca quiso ocuparse de las inmobiliarias de su padre y no me sorprendió cuando decidió que era el momento de poner el piso a la venta en vez de seguir alquilándolo.
El cartel de "en venta" colgó en el balcón al día siguiente. Tres meses más y empezaría mi nueva vida.A las tres de la tarde recibí la llamada de Marcos. El cartel y el anuncio en internet no llevaban más de un par de horas y al parecer ya había un interesado en comprar el piso. El futuro inquilino había preguntado si podía hacer una visita al apatamento, mi casero quería saber si aquello sería un problema y a que hora podían pasarse. Le dije que no planeaba estar en casa por la tarde y que como él disponía de la llave podía entrar en mi casa sin problemas.
Terminé pasando la tarde en el bar donde actuaba todos los fines de semana desde hacía un año. Aquel local se había convertido en mi segunda casa. Mientras tomaba un refresco mi telefono sonó, al mirarlo vi una nueva notificación. Hugo acababa de colgar un video a intagram. Si, tres años después todavía no había desactivado sus notificaciones.
Empezó el video bromeando sobre lo bien que se sentía compartir sus nuevas creaciones sin tener que pedir primero permiso a todo su equipo. Hugo parecía feliz de ser su propio dueño de nuevo. Él solo cantó un par de lineas de su nueva composición:
"Estoy regresando a casa
acabo de realizar mi ultima parada
la suerte ya esta echada
la moneda lanzada
espero que esta vez salga cara"
Esta vez no me permití tener esperanzas, me negué a pensar que aquellas palabras tuvieran que ver conmigo, con nosotros, llevaba tres años equivocandome.
Cuando regresé a casa sobre las siete me sorprendió no divisar el cartel desde la calle. El anuncio de la venta del piso había desaparecido.
Al abrir la puerta me encontré con Marcus apagando las luces, a punto de marcharse. Al verme sonrió antes de acercarse a mi.
-Estaba a punto de irme. - dijo confirmando mis sospechas, pude ver como el cartel de "en venta" colgaba debajo de su brazo.
-Al parecer la visita a dado sus frutos. - hablé señalando el cartel.
- Si, creo que odio un poco a mi padre por no haberme contado nunca que él ya había vivido aquí antes.
- ¿Él? - pregunté sin querer entender.
- Seguro que tú tambien lo conoces, todo el mundo lo hace. - explicó sonriendo. - Aunque yo lo conocí hace un par de años, cuando se volvió mundialmente famoso.
Cerré los ojos con fuerza porque no quería escuchar lo que sabía que Marcos diría a continuación. No podía ser real.
- Hugo cobo acaba de comprar este apartamento.
Ya lo había dicho, y aunque había intentado evitarlo había escuchado cada palabra pero no lograba entenderlo. ¿Por qué Hugo compraría nuestro apartamento?
- Él está dispuesto a mudarse enseguida así que si quieres empezar la mudanza antes de los tres meses de plazo puedes hacerlo.
Marcus se marchó antes de que pudiera contestar. Sin pensarlo cogí mi telefono, busqué ese numero al que no llamaba desde hacía tres años. Tal vez nisiquiera tenía el mismo número de teléfono pero aún así decidí enviarle un mensaje.
"¿A que coño estás jugando?"
El telefono sonó al instante, antes de que pudiera lanzarlo lejos. No sabía en que momento había terminado sentada en el suelo haciendo un ovillo de mi cuerpo.
"No iba a dejar que alguien más terminara viviendo en nuestra casa"