Río

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A cambio de soltar a los policías, la banda pidió que les devolvieran a Río.

Los policías aceptaron, así que solo les tocaba esperar.

Siguieron vigilando rehenes, fundiendo oro... esperando la llamada del Profesor. Esa llamada les anunciaría que Río iba a entrar.

Pasó un día bastante tranquilo. Ese día fué el único de tranquilidad ya que, al entregarles a Río, las cosas empeorarían. Y ellos no lo sabían.

Roma estaba en una de las habitaciones, se acababa de despertar. Ella fué la primera en ver a Río.

Lo vió a través de la ventana, saliendo de un coche. Al verlo, bajó corriendo las escaleras y se encontró a Tokio, Denver y Estocolmo con los rehenes.

Río está en un coche de la entrada. - Anunció Roma.

¿Enserio? - Preguntó Tokio, feliz.

Roma asintió, con una sonrisa.

Río está por entrar. - Dijo Palermo, bajando las escalera.

Ya los sabemos. - Contestó Denver.

Ves a buscar a Nairobi y Bogotá, que supongo que ellos lo querrán saludar.

Denver asintió y se fué al ascensor.

¿Y cómo lo sabían? - Preguntó Palermo a Roma, mientras Estocolmo y Tokio posicionaban a los rehenes que iban a salir.

Lo he visto por la ventana. - Contestó ella.

En unos minutos aparecieron Denver y Nairobi, y los rehenes ya estaban preparados para salir.

Bogotá no puede venir, está adentro de la cámara. - Explicó Denver.

"Está en la puerta." - Anunció el Profesor por la radio de Palermo. - "Que vayan saliendo los rehenes."

¡Rehenes! - Dijo Estocolmo. - En cuanto abramos las puertas saldréis ordenadamente.

Los rehenes asintieron, y Roma se encaminó hacia las puertas.

¡Ya! - Gritó Estocolmo.

Roma abrió las puertas y los rehenes salieron. Roma se asomó un poco, y vió como entraba Río.

Cuando él estuvo adentro, Roma cerró las puertas.

Todo se quedó un momento en silencio. Solo habían miradas llenas de felicidad y energía.

Roma se acercó a Río y lo abrazó.

¿Qué tal? - Preguntó Roma, en medio del abrazo.

Pues ahora bien. - Contestó él.

Roma sonrió y se separaron.

¡Abraza a tu Helsi! - Dijo Helsinki, ilusionado.

Río y Helsinki se abrazaron, felices.

Río también se abrazó con Denver, y con Nairobi.

Estoy más contenta que si te hubiera parido. - Dijo Nairobi, feliz.

Estocolmo también saludó a Río, y Palermo le dió unos golpecitos en la espalda.

Gracias por venir. - Dijo Río.

Bueno, si no os importa, es mi turno. - Dijo Tokio, llevándose a Río al baño.

Los de la banda sonrieron y se prepararon para operar a Río. Suponían que tenía un micro en la piel.

Si hubiera sabido donde estabas, lo hubiera dicho. - Dijo Río.

Habían pasado 2 horas desde que Río había entrado. Río les estaba contando su historia, y todos lo escuchaban menos Tokio. Ella había desaparecido.

"Todos lo hubiéramos hecho, créeme." - Contestó el Profesor.

Todos estaban muy emocionados por la historia de Río. Él incluso había llorado.

"Descansa. Disfruta tus pequeñas vacaciones. Te las has ganado." - Finalizó el Profesor.

Río sonrió, y los de la banda se miraron. Esa era una palabra en clave.

Bueno, ¿y mi mono rojo? - Preguntó Río, ilusionado.

Vamos a buscar tu traje. - Contestó Palermo.

Palermo salió de la habitación, y les hizo un gesto a los demás para que salieran.

Todos salieron.

Vale, los que hicieron eso del cerdo, que levanten la mano. - Dijo Palermo. Todos menos Denver levantaron la mano. - Perfecto. Nairobi, Helsinki, Denver y yo mismo operaremos al chaval. Roma, vete a buscar a Tokio, la necesitamos. Estocolmo, tú irás a vigilar a los rehenes, no se pueden quedar solos. Y Bogotá, tú bajarás a la fundición.

Todos asintieron y obedecieron.

En menos de una hora ya todos, bueno casi todos, habían hecho lo que les tocaba. Nairobi, Helsinki, Denver y Palermo ya tenían todo preparado para la operación. Estocolmo seguía vigilando rehenes. Y Bogotá seguía con su trabajo con el oro. Pero Roma no había encontrado a Tokio.

No está en ninguna parte. - Le contó Roma a Palermo.

Pues tenemos un problema. - Dijo Nairobi.

Estaban Nairobi, Helsinki, Denver, Palermo y Roma en la sala donde irían a operar a Río.

Bueno, Roma, tú la sustituirás. - Contestó Palermo.

Roma se encogió de hombros y aceptó.

¿Qué tendré que hacer? - Preguntó.

Tokio iría a buscar a Río, y se quedaría para transportar el micro. - Contestó Palermo.

Vale, pues lo voy a buscar. - Dijo Roma, y salió de la habitación.

Mientras se iba a donde habían dejado a Río, pensaba en como se lo iba a decir.

Llegó al baño de abajo, y entró.

Allí estaba Río, sentado en el suelo.

Al verla, Río sonrió y le guiñó un ojo a Roma. En ese momento, Roma supo que Río ya sabía que lo iban a operar.

Ella también le guiñó el ojo.

Me tienes que ayudar con los rehenes. - Improvisó Roma.

Ah, sí. - Contestó Río, levantándose. - Antes me ha dicho Estocolmo que necesitaba ayuda.

Vale, vamos. - Dijo Roma.

Río y Roma salieron del baño y subieron las escaleras.

Llegaron a la puerta de la habitación, y Roma miró a Río. Lo vió asustado y sonrió. Él le devolvió la sonrisa.

Entraron.

Estaban todos preparados y en silencio.

Helsinki le hizo un gesto con la cabeza señalando la camilla que estaba en medio de la sala.

Río asintió y se tumbó.

Allí empezó la operación.

Pasaron una hora operando a Río.

Cuando acabaron, Roma y Helsinki se llevaron el micro abajo. Se lo guardarían por si acaso. Lo dejarían delante de una radio con el sonido de roncar. Así la policía no se enteraría que habían descubierto el micro.

Nairobi volvió a la fundición, y Denver se fué a vigilar rehenes.

Roma y Helsinki llegaron a la habitación que tenían pensado dejar el micro. Helsinki encendió la radio, y Roma colocó el micro delante de la radio muy lentamente. Cuando todo estuvo preparado, Helsinki y Roma se miraron, sonrieron y salieron.

Roma tenía que ir a la fundición, y Helsinki a vigilar rehenes.

Lo que no sabían, era que la vuelta de Río había suponido un cambio.

Sobretodo para Tokio.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora