No prometo nada

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Después del accidente de Helsinki, todos volvieron a la habitación común.

Estocolmo le curó las heridas: tenía el cuello todo rojo. Río parecía cansado, y Denver no decía nada. Tokio también parecía agotada.

Estaban hablando sobre lo que podrían hacer con Gandía. Alguna trampa, algún plan. Algo.

Pero no todos escuchaban la conversación. Roma y Nairobi estaban hablando en susurros. Bueno, la que hablaba era Roma.

Oye, dime una cosa. - Le dijo Roma. Sin dejarla contestar, siguió. - ¿A tí te gusta Bogotá?

Nairobi sonrió.

Bueno, tengo un buen enfermero. - Afirmó Nairobi.

Roma sonrió.

¿Y se lo dirás? - Preguntó Roma.

¿El qué? - Preguntó Nairobi.

Lo de que te gusta. - Contestó Roma.

Oye, que no me gusta. - Dijo Nairobi.

Roma la miró a los ojos.

Bueeno, un poquito. - Dijo Nairobi.

Roma sonrió.

Si quieres os puedo dejar solos. - Dijo Roma. - Puedo ir al baño, o hacer que me he dejado el arma en algún sitio. Y dejaros solos.

No, no me hagas eso. - Contestó Nairobi.

Vaa, si a él creo que también le gustas. - Contestó Roma.

Ya, bueno, eso ya lo sé. - Dijo Nairobi.

¿Eso es un sí? ¿Que quieres que os deje solos? - Preguntó Roma.

Nairobi iba a responder, pero Roma no la dejó.

Vale. - Dijo Roma.

Oye, que no he dicho que sí. - Contestó Nairobi.

Roma sonrió.

Vamos, algún día me lo agradecerás. - Dijo Roma.

Nairobi sonrió.

No lo hagas.... - Dijo.

Roma se la miró con una mirada divertida.

Lo intentaré. - Contestó Roma. - Pero no prometo nada.

Ya verás... - Dijo Nairobi.

¿Os parece bien? - Preguntó Tokio a todos los de la banda.

Roma se quedó callada; no había escuchado nada.

Todos asintieron y, lentamente, se fueron de la sala.

¿Qué ha dicho? - Le preguntó Roma a Bogotá.

Que tenemos que hacer lo mismo, pero que nosotros llamemos a la enfermera para que podamos estar más pendientes de Gandía. - Contestó Bogotá.

Roma se miró a Nairobi.

Ay, vale. Pues voy a buscarla. - Dijo Roma, sonriendo.

Bogotá asintió y Nairobi, sin que Bogotá lo viera, la fulminó con la mirada pero con una sonrisa.

Bueno, hasta ahora. - Dijo Roma.

Espera. - La detuvo Bogotá.

Roma se giró.

Te tienes que poner el chaleco antibalas. - Dijo Bogotá.

Ah, vale. - Contestó Roma, acercándose a la bolsa donde estaban los chalecos.

Se lo puso y salió de la habitación con una sonrisa.

¿Por qué tenía tanta prisa? - Escuchó Roma que decía Bogotá.

Roma se rió y bajó con los rehenes.

Allí estaban Estocolmo y Río hablando. Y Matías vigilando.

¿La enfermera? - Preguntó Roma, sin saludar. Lo que provocó que todos se girasen sorprendidos.

La mujer que había cuidado a Nairobi levantó la mano.

Venga conmigo, por favor. - Le pidió Roma.

La mujer se levantó de su sitio y siguió a Roma.

Usted tendrá que cuidar a Nairobi, mientras Bogotá y yo vigilamos que no venga Gandía. - Le explicó Roma, mientras subían las escaleras.

La mujer asintió.

Por cierto, ¿cómo se llamaba? - Le preguntó Roma.

Paquita, me puedes llamar así. - Contestó la mujer.

Ah, vale. - Dijo Roma, con una sonrisa.

Llegaron a la habitación.

Hola. - Dijo Roma, entrando.

Pensaba que se encontraría a Bogotá y Nairobi hablando, o algo así.

Pero no.

Se encontró a Bogotá de pie y visiblemente incómodo y a Nairobi tumbada en la cama.

¿Qué son esos ánimos? - Preguntó Roma, mientras se quitaba el chaleco.

Bogotá tenía la mirada fijada en el suelo.

Eo, ¿Bogotá? - Preguntó Roma.

El hombre no se movió.

Roma se acercó.

Eh, hola. - Dijo Roma levantándole la cabeza.

Bogotá la miró a los ojos.

¿Tío, estás bien? - Le preguntó Roma.

¿Eh? - Preguntó él, distraído. - Sí, sí, perdón.

Roma le interrogó con la mirada.

Solo un poco cansado. - Dijo Bogotá.

¿Seguro? - Preguntó Roma. - Ven conmigo.

No se puede salir. - Contestó Bogotá.

Pues vamos al lavabo. - Dijo Roma.

Se metieron en el baño y Roma cerró la puerta.

¿Qué te pasa? - Le preguntó Roma, preocupada.

Nada, solo estoy cansado. - Contestó Bogotá.

Roma lo miró a los ojos.

Bueno, y también otra cosa. - Dijo Bogotá.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora