El discurso de Nairobi

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Sin Tokio las cosas se complicaron.

Palermo, aunque nadie quería, volvió al mando.

Ordenó a Estocolmo, Helsinki y a él mismo a vigilar rehenes. Paró la fundición. Ordenó a Nairobi que descansara y a Roma y Bogotá que la vigilaran. Y mandó a Río y a Denver a buscar a Gandía. También se encargaban de buscar a Tokio.

Inspeccionaron el baño del despacho del Gobernador, pero no encontraron nada.

Estuvieron así durante toda la mañana.

Me estoy aburriendo. - Dijo Roma, en la habitación donde estaba Nairobi.

¿Qué quieres que hagamos? - Le preguntó Bogotá. - No podemos salir, lo ha dicho Palermo.

¿Y desde cuando le hacemos caso a ese cerdo? - Preguntó Nairobi.

Bogotá la interrogó con la mirada.

Vamos a la fundición. - Dijo Nairobi.

No puedes, tienes que descansar. - Contestó Bogotá.

Vamos a la fundición. - Replicó Nairobi.

Roma asintió.

Bogotá no dijo nada, y simplemente se encogió de hombros.

Oye, Nai. - Dijo Roma. - ¿Me dejas tu radio?

¿Para qué? - Le preguntó Nairobi, dándole el comunicador.

Para ver... si está bien. - Contestó Roma, mintiendo. - Para comprobar que todo va bien.

Roma cogió la radio, y se giró.

A escondidas, le enganchó un micrófono que ella misma había construido. Eso lo hacía porque tenía un plan: Dejar a solas a Bogotá y Nairobi, para ver qué hacían. Y como ella era muy curiosa, lo quería saber.

Sí, está todo bien. - Dijo Roma, y le dió la radio.

Nairobi sonrió.

Vamos, pero con cuidado. - Dijo Bogotá.

Que sí, tranquilo. - Contestó Nairobi, dirigiendo su máquina hacia el ascensor.

Nairobi no se bajaba de esa máquina. Bogotá y Roma habían colgado dos armas en la parte de atrás, por si acaso las necesitaba.

Se montaron en el ascensor y cerraron las puertas.

Llegaron abajo en silencio.

Se abrieron las puertas.

Allí estaban, escondidos detrás de unas cajas, los soldadores.

Nairobi fue la primera en salir del ascensor, seguida de Roma y Bogotá.

Nairobi avanzó hasta los soldadores y paró su máquina.

¿Tenéis miedo? - Preguntó, de repente.

Pues hombre, hay un loco suelto armado hasta los dientes. - Contestí Matías.

Bogotá bajó la mirada, pero Nairobi siguió con expresión decidida.

Yo también tengo miedo. - Contestó Nairobi. Se giró a Bogotá. - ¿Bogotá tú tienes miedo?

Como el que más. - Contestó él.

¿Y tú, Roma? - Preguntó Nairobi.

Pues bastante, sí. - Contestó ella.

Nairobi asintió.

Avanzó su máquina un poco más.

Palermo, Helsinki y Estocolmo también tienen miedo. - Dijo Nairobi, parando su máquina. - Pero están llevando a los rehenes a la biblioteca.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora