Axel

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Pasó un día. Fue un día tranquilo para algunos, pero no para otros. Roma evitaba cruzarse con Tokio, para evitar más preguntas. Tokio sabía que se tenía que disculpar ante Roma, pero no podía ya que no se la encontraba.

Al segundo día de entregarles a Río, empezaron los problemas.

Todo empezó con un aviso de Palermo.

Estaban Estocolmo, Nairobi, Denver y Roma vigilando rehenes. Bogotá estaba en la fundición, y Helsinki y Río descansando.

De repente, por la escalera principal, apareció Palermo seguido de Helsinki.

Va a entrar una embarazada con un peluche. - Anunció Palermo.

Nairobi se quedó parada, y eso Roma lo notó.

Lo vamos a entrar. - Dijo Palermo.

¿Y si es una bomba, o un micro? - Le preguntó Roma.

Palermo se quedó pensativo.

Lo analizaremos. - Contestó, al fin.

Roma se encogió de hombros.

Saldrán los rehenes, entre ellos algunos de vosotros, y un rehén entrará el osito. - Ordenó Palermo.

Todos asintieron.

¡Un voluntario! - Gritó Denver, a los rehenes.

Nadie dijo nada.

Denver se acercó al chaval al que había disparado hacía unos días.

Tú serás el voluntario, Miguel. - Le propuso Denver, con una voz amistosa.

Miguel asintió.

¡No vayas! - Le soltó Arturo.

Hombre, Arturito. - Lo saludó Denver.

Tú sabes que sacarlo allí es un suicidio. - Le contestó Arturo. - Seguro que ese peluche es un explosivo.

A Denver se le borró la sonrisa.

No son explosivos. - Dijo, convencido.

¿Ah, no? - Preguntó Arturito.

Denver se caberó.

No, no lo son. - Dijo, tranquilo. Pero levantó la voz. - ¡Porqué si fueran explosivos, irías tú!

Daba miedo ver a Denver así, así que Arturito se calló.

¡Vamos, dos filas! - Ordenó Estocolmo. Se giró a sus compañeros. - ¿Quién saldrá con ellos?

Roma vió que Nairobi quería salir, y también vió que era peligroso. Así que se adelantó para que su amiga no se pusiera en peligro.

Yo. - Contestó Roma.

Estocolmo asintió.

Roma se alivió; Nairobi se quedaría a salvo dentro del banco.

Los rehenes se distribuyeron en dos filas, y Roma se coló en una de ellas.

¿Preparados? - Preguntó Estocolmo.

Los rehenes y Roma asintieron.

¡Las máscaras! - Ordenó Estocolmo.

Todos se pusieron las máscaras, menos Miguel, que estaba delante de todos.

¡Puertas! - Pidió Estocolmo.

Denver, que había ido hasta las puertas, las abrió.

¡Ya! - Anunció Estocolmo.

Las dos filas salieron, muy bien estructuradas.

Miguel, justo al salir, levantó las manos.

¡Soy Miguel Fernández de Tarantilla, de Totana, Murcia! - Dijo, de un tirón.

Roma ~ La Casa de Papel [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora