28. Sentimientos correspondidos

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Había transcurrido una semana contando con exactitud cada día que pasaba, cada hora, cada revisión medica, cada estudio que le hacían. Una semana en la que el cuarto del paciente se convirtió en mi segundo hogar. Dormía todas las noches en una silla al lado de ella, sosteniendo su mano y lamentándome por lo que había sucedido.

Una mediocre semana en la que mi amada no ha despertado.

Los estudios que le hicimos no dieron mas que algunos huesos rotos y la apuñalada en el abdomen que afortunadamente con una cirugía pudimos detenerle la hemorragia que estaba por comenzar, no causo fuertes daños en su cuerpo. Según psicólogos y médicos, aseguraban que tardaría en despertar por estar en un estado de shock, causa de haber vivido un hecho traumático.

Aún recuerdo el momento exacto cuando vi entrar al hospital un hombre desconocido con mi Esmeralda en brazos, inconsciente. Cuando la observe fue un momento inmenso de shock, tanto que las ganas de derramar algunas lagrimas impactaron fuertemente en mí. Pero sabía que debía ser estratégico y mantener la calma si quería yo mismo encargarme de ella. Esta prohibido que un medico trate a un ser querido o algún conocido.

A los pocos días apareció en el hospital su familia, incluida su hermana Dafne que tanto me nombraba. Todos derramaron lagrimas, al igual que lo hice yo en un primer momento. Todos menos su madre. Si, tenia los ojos cristalizados, pero nunca la observe derramar una sola lagrima aún viéndola en el estado tan frágil en el que se encontraba mi amada.

Me sorprende ¿realmente su propia madre es tan cruel? Pues a pura apariencia, deja mucho de que hablar.

Dirijo mi mirada hacia ella inmediatamente cuando siento un apretón de mi mano sostenida a la suya. Abre lentamente sus ojos y ladea la cabeza, observando todo su alrededor. Sus ojos detonan confusión, está intentando recordar lo que había pasado y comprender en donde estaba. Cuando se percata de mi presencia, gira su cabeza clavando su mirada en mí. Sus ojos brillan extrañamente pero de forma exquisita.

—Despertaste, ¿Cómo te encuentras, pequeña?—pregunto preocupado. Ella desvía la mirada hacia un punto fijo, rompiendo con el cruce de miradas.

—No me mires así—reprocha. Frunzo el ceño extrañado, sin comprender—. Así, sintiendo lastima por lo que me sucedió. Se que estoy terriblemente mal, estoy llena de golpes y también se que no me asemejo un céntimo a la Esmeralda que en un primer instante conociste.—explica aun sin observarme.

Se encuentra dolida, no solo físicamente sino emocional. Su actitud delata todos los sentimientos que no me ha dicho. Lo que ella no sabe es que hasta en sus peores momentos, guapa o no, la amaría con la misma pasión desde el primer momento en que clave mi mirada en ella.

Llevo una mano intentando acariciar su mejilla pero rechaza mi caricia, ladeando la cabeza hacia otro lado. Un nudo en mi estomago se hace presente que con cada palabra crece más y más. Tengo un nódulo de tristeza inmensa que simplemente me encuentro dando mi mejor intento para soportarlo, ignorarlo y no estallar en lagrimas en frente a mi Esmeralda.

La tragedia que le había sucedido había causado que todo mi mundo se derribara en un solo maldito segundo. Y a pesar de que ahora este bien, la angustia no desaparece. Y su actitud no ayuda en nada.

—Pensé que me conocías, pequeña. Para mi en cualquier estado en el que te encuentres, eres el ser mas hermoso y perfecto de este planeta.—confieso. Rodea los ojos y suspira levemente.

—Deja de mentir, estoy horrible.—reprocha con un puchero que coloca mi mundo de patas para arriba.

Frunzo el ceño arrugando la nariz, totalmente incrédulo. Se que a Esmeralda le gusta verse bien y estar arreglada, por una parte mi amada universitaria es un tanto superficial. Pero jamás la he visto con esa actitud que esta adoptando hoy.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora