13. Inicio del juego

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Camina en silencio a pasos lentos hacia el sillón para acomodarse cómodamente. Cierra sus ojos por unos segundos llevándose una mano a la parte de su cuello dejando leves masajes allí. Eso llama mi atención, se encuentra cansada y tensa, lo noto. Empujo la puerta con un pie cerrándola completamente para luego encaminarme sin hacer mucho ruido a donde se encuentra.

Me siento al lado de ella mirándola, admirando cada facción de su rostro. La he extrañado, tener su presencia cerca mío siempre es una felicidad y alivio en mi interior.

— ¿Por qué no fuiste a la universidad? —indaga. Me sorprendo al escuchar su voz. Esmeralda es una caja de sorpresas, habla cuando menos te lo esperas. Me encojo de hombros aunque ella no lo pueda notar.

—Tenía algo importante que debía hacer. —explico restándole importancia.

Con importante me refiero a salvarle el trasero a mi hermana.

¡Otra vez!

Abre los ojos lentamente cruzando mirada con la mía. Su silencio de unos segundos se siente como una eternidad de unos minutos.

Pensé que iba a decir algo, alguna palabra, pero no. Nada. Simplemente asiente haciendo un sonido de afirmación de que me ha escuchado. Desvía la mirada, sus ojos se fijan en un punto insignificante de la sala. Los músculos de su cuerpo se tensan.

— ¿Te encuentras bien? —pregunto con cautela.

Descubrí que a Esmeralda le gusta el ambiente calmado y tranquilo, por eso nunca levanta el tono de voz o si está en una discusión simplemente deja que suceda. No le gusta el estrés ni la frustración de alguien, de hecho creo que nunca la vi frustrada o estresada por algo.

Siempre mantiene la calma aunque eso significara a veces guardar sus palabras, pensamientos y sentimientos.

—Estoy bien, simplemente me duele el cuello. —aclara moviendo levemente de un lado a otro el cuello y los hombros hacia atrás. Eso es lo que le incomoda, lo que la hace estar así. Frunzo los labios y me levanto del sillón tendiéndole mi mano para que haga lo mismo. Frunce el ceño pero finalmente lo hace. Entrelazo mis dedos con los suyos y nos dirigimos hacia mi habitación.

Su ceño confundido no cambia, sus ojos observan todo el alrededor de la habitación mirándola con curiosidad, admirando cada detalle. Suelto su mano y camino hacia el baño. Micro segundos luego vuelvo con una toalla blanca en mano y una crema para masajes.

—Acuéstate en la cama. —le ordeno observando de reojo como enarca una ceja divertida. Ladea la cabeza caminando hacia la cama y se da vuelta. Salta hacia la cama y cae boca arriba. Aprieto mis labios reprimiendo una sonrisa.

Su cabeza queda apoyada en la almohada y sus ojos se mantienen cerrados. Sus labios se fruncen en una ligera sonrisa al sentir la suave tela de la sabana contra su piel. Desabotono unos botones de mi camisa y me dirijo hacia ella.

Me siento un tigre a punto de actuar contra su presa.

Con cuidado me subo arriba de ella teniendo control de mi peso.

—Levanta los brazos. —frunce el ceño, aun así no abre los ojos.

Confía en mí, me deja actuar.

Eso me agrada.

Alza los brazos colocándolos por arriba de su cabeza. Sostengo la parte baja del top blanco y lo deslizo hacia arriba, quitándoselo por completo. Sus ojos se abren rápidamente y baja sus brazos colocándolos a los lados, mirándome sorprendida. Gira su cuerpo y dejo de ver su espalda para ver su torso semi desnudo.

— ¿Qué se supone que haces?—cuestiona sorprendida. Me sorprendo que no se haya inmutado en llevar sus brazos a sus pechos cubiertos por la tela del brasier. Parece como sino tuviera alguna vergüenza o pena de que la viera en ropa interior.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora