Caminamos por las calles de Chicago, con las manos entrelazadas. A veces nos dedicamos sonrisas tontas. Estamos juntos y felices, eso me hace sentir vivo. Luego de que me ha contado su pasado, lo que la hizo ser como es, no puedo evitar sentir un gran orgullo, admiración por mi pequeña. Ha pasado por tanto que no me lo imaginaba, supongo que uno no sabe el pasado del otro hasta que lo descubre. Allí te das cuenta de lo valiosa que es esa persona.
Siempre supe que mi Esmeralda es una mujer que vale demasiado como persona, diferente a todas las demás, se que hay algo en ella que no le esta permitiendo avanzar. Se que llora y sufre, aunque nunca se haya demostrado débil ante mi, por lo menos no hasta hace unos días.
Interprete mal la obra de arte, ella no es un vidrio roto al cual necesitaba ser arreglado urgentemente. Ella simplemente es ella, no está rota pero si está hundida en tristeza.
No se encuentra rota, no necesita que la salve, porque simplemente ella sabe que debe superar el pasado y no atarse mas a él. Un pasado que sigue estático en un presente revivido por sus padres, su familia. Ahora puedo darme cuenta del gran ejemplo e influencia que tienen los padres en un hijo, a veces no son el mejor ejemplo para dar. Pero como hijo no puedes hacer mas que vivir y soportar la familia que te toco, orando por tener otra.
—Espera.—anuncia deteniéndose en seco. Suelta mi mano y se sienta de rodillas en el suelo.
Confundido bajo la mirada al suelo y frunzo el ceño. Ladeo la cabeza sonriendo al darme cuenta de lo que esta sucediendo. En el suelo se encuentra un niño pequeño, no mas de siete años, herido en el tobillo. La bicicleta que tiene al lado, me asegura que se ha caído de ella. Es lo mismo que me sucedía cuando aprendía a andar en bicicleta.
Observo desde lo alto a mi Esmeralda tocar un poco la herida para saber que era, sale a flote haciéndose notorio el hueso. Efectivamente es una fractura de tobillo, pero aunque yo lo supiera dejaría que mi universitaria se diera cuenta y ver con curiosidad que decide hacer.
—Es una gran herida.—murmura temeroso el niño. Su miedo y tristeza me encogen el corazón pero quiero ver que hace Esmeralda. Por algo se ha detenido a ayudarlo.
—¡Hey! Mírame—chasquea los dedos llamando su atención para que la mirara. El niño fija sus ojos en ella con expresión triste. Tiene miedo, es común, no es fácil ver como sobresale el hueso de tu piel.—. No tienes por que temer, porque todo va a estar bien ¿me oyes?—asiente el niño—. Solamente es una pequeña herida que se cura, estoy aquí y en segundos esa herida horrorosa desaparecerá ¿vale?—anima Esmeralda.
El niño asiente nuevamente pero con una leve sonrisa posada en la curva de sus labios. Sonrío inconscientemente al ver como intenta animar al pequeño.
Rápidamente sin pararse del suelo ladea la cabeza hacia mi. La miro atentamente expectante a lo que me diría, esa fractura no se puede tratar en plena calle y sin elementos. Necesitamos objetos esterilizados, ella lo sabe por como me mira. Aunque también puedo descubrir en sus expresiones la adrenalina que siente correr por sus venas y el poco nerviosismo que posee.
—Tiene fractura de tobillo, hay que llevarlo urgentemente al hospital y contactar con el paradero de sus padres.—informa en tono bajo pero suficiente audible para que pueda escucharla. Asiento de acuerdo con lo que ha dicho.
Ladea la cabeza hacia el niño y le oigo decir:
—Yo te levanto y tu te sostienes de mi cuello ¿vale?—el infante asiente.
Sé que por dentro los nervios se le salen a flote pero aún así muestra todo lo contrario al niño. Y eso es perfectamente lo que debe hacer un doctor con su paciente, no mostrar lo que verdaderamente le provoca la situación. Mi Esmeralda lo está abordando, puedo ver un gran potencial en ella para ser medica o incluso cirujana pediátrica. Por lo que veo se lleva muy bien con los niños y sabe tratarlos con calma.
Supongo que ya con el tiempo iremos descubriendo cual de todas las especializaciones de medicina es para ella y le gusta mas.
En cuestión de segundos se levanta del suelo con el niño en brazos y ladea la cabeza en señal de comenzar trayecto hacia el hospital. Niego levemente y alzo la mano pidiendo un taxi. Inmediatamente se detiene uno en frente de nosotros y la miro de reojo reprimiendo una sonrisa divertida por su rostro incrédulo.
—Andando.—digo haciendo un ademan para que me siga. Y nos adentramos al taxi.
Chicago es la ciudad de los taxis, hay tantos taxis que ni siquiera necesitas un auto para trasladarte porque a los pocos segundos hay un taxi esperando en la puerta de tu casa. Es algo que me fascina de esta gran ciudad.
(...)
—Gracias por cuidar y traer a mi hijo al hospital, son unas increíbles personas.—agradece la señora, madre del niño, dedicándonos unas mirada de agradecimiento mientras le soba el cabello al niño.
Niego levemente restándole importancia. Esmeralda le dedica una sonrisa ladeando la cabeza y se despide en un ademan saliendo de la habitación. El pequeño Thomas ya se encuentra mucho mejor, tiene una venda en el tobillo y debe hacer reposo por varias semanas hasta que la fractura sane. Es una fractura ósea, no duran mas que seis semanas en sanar.
Me despido igualmente y salgo de allí llegando a Esmeralda, comenzando a caminar junto a ella.
—Lo hiciste muy bien pequeña, no pareces mi universitaria distraída en clase de anatomía.—comento divertido. Ella me dedica una mirada frunciendo el ceño y detiene sus pasos. Suelta una carcajada que me hace reír igualmente.
—¡Oye! yo presto atención, ¿realmente crees que lo hice bien? ¿O solo lo dices porque estas enamorado de mí?—cuestiona titubeante con una mueca. Ríe nerviosamente diciendo lo ultimo. Niego la cabeza frunciendo el ceño.
—No lo digo porque este enamorado de la bella, solidaria y bondadosa chica.—rodea los ojos ante tantos adjetivos calificativos.—Sino porque realmente creo que lo que hiciste allí estuvo increíble y valiente. —ríe levemente torciendo sus labios en una sonrisa.
Se dirige a la maquina expendedora del café que yace en el hospital. En mi opinión personal los doctores deben estar despiertos y conscientes a la hora de trabajar y mi hospital es uno de los pocos que tiene maquina expendedora de café. Sin duda fue una buena inversión para este lugar.
—Oye debo irme a casa, hoy me entere que le habían dado el alta a Dafne y que ya se encuentra en casa. No pase a verla desde que sucedió el accidente y me gustaría ver como se encuentra.—informa en un vaivén de nervios. Bebe un sorbo del café caliente y asiento comprensivo.
—Entiendo perfecto, no te voy a mentir que me hubiera encantado que te quedaras a dormir esta noche conmigo pero lo entiendo. Ve tranquila.—respondo con calma. Me hubiera fascinado tener su cercanía esta noche y todas las que siguen, estando junto a ella. Junto a mi amada. Me dedica una sonrisa de agradecimiento.
—Gracias por entenderme, lo aprecio mucho.—murmura sincera en un suspiro. Acorto la distancia entre nosotros y deposito una suave caricia en su mejilla. Cierra los ojos e inclina su rostro en búsqueda de mi tacto. En cuestión de segundos veo como todo su cuerpo y músculos se relajan con mi caricia.
Uno nuestros labios en un suave y cálido beso. No hace falta palabras para describirlo, no es un beso necesitado ni apasionado, tampoco es un beso lento y melancólico. Sus labios se mueven contra los míos con calma, disfrutando de cada segundo del beso. Es una sensación extraña que nunca sentí besando a alguien.
Besando sus labios descubro lo que es estar en paz y tranquilidad conmigo mismo.
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Lujuria Universitaria
Novela Juvenil« La lujuria merece tratarse con piedad y disculpa cuando se ejerce para aprender a amar. » Solo una historia erotica en la que la lujuria va a hacer que el profesor y su universitaria preferida se enamoren a traves de noches de pasión. Todos los d...