12. El ángel ha regresado

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Observo todo con cautela, Charlotte toma asiento en el banquillo delante del tribunal, junto a Bob, su abogado. A uno centímetros se encuentra él que llevó a mi hermana a todo esta mierda, él que la destinó a un juicio. Daniel, un político tan reconocido que es casi imposible ganar un juicio contra él.

Bob es grandioso, la mayoría de los problemas que tuve con el hospital tanto respecto a papeles como económicos, fraudes y demás, Bob lo solucionó. Confío plenamente en él, en quien no confió es en el enemigo.

—Bien todos a sus asientos, comencemos el juicio. —anuncia la jueza ubicándose en su silla. Los semblantes de todos en la sala son serios, observo a Charlotte como recarga sus brazos en la mesa entrelazando sus dedos y moviendo de arriba abajo su pierna derecha.

Los nervios la carcomen, lo único que espero es que no le jueguen en contra.

—Hable el demandado, por favor. —ordena la mujer. Giro la cabeza centrando mi atención en èl abogado de Daniel. Se levanta de su asiento junto a una carpeta de papeles. De seguro son pruebas en contra de mi hermana.

—Con permiso su señoría...— la jueza asiente haciendo un ademan en afirmación para que el abogado se acerque. —, aquí tengo el artículo periodístico en que la acusada difama y usa el nombre de mi demandado. —murmura. El señor le entrega la carpeta con las pruebas.

« ¿Qué habrás escrito, Lotty? »

La jueza sostiene la carpeta de papeles en sus manos y va pasando hoja por hoja leyendo cada detalle con atención. Rezo porque todo salga bien y suspiro exhalando todos mis nervios. Me encuentro más nervioso que Charlotte, es inevitable. A mi hermana le costó horrores posicionarse en el periodismo y obtener la reputación que hoy en día posee.

—Su Señoría, mi acusada en ningún momento quiso denigrar el nombre del demandado. Denigrar es una palabra muy fuerte y puedo asegurar que mi acusada jamás lo hizo con esa intención. —intervino Bob en defensa, levantándose del asiento.

— ¡Mentira! Acabó con mi reputación y mi nombre. —vocifera Daniel, enfadado. Ante su grito la jueza agarra el mazo y lo golpea contra la mesa, llamando la atención de todos. Mis tímpanos quedaron aturdidos con aquel estruendoso ruido.

— ¡Silencio, demandado! —exige la jueza. Daniel suelta un suspiro y a desgano se vuelve a su asiento. Hago una mueca cuando me percato del ademan que hace su abogado para que mantenga la calma.

—Su Señoría, si me permite, aquí tengo los mensajes y correos donde perfectamente se ve las terribles y violentas amenazas que le hace el señor Daniel, un político respetable como podemos saber, hacia mi acusada Charlotte Wareer. —objeta Bob, la jueza hace un ademan para que se acerque.

«¿Ese gilipollas amenazo a mi hermana? »

— ¡Objeción su Señoría! Esto es totalmente inaudito. Mi demandado nunca acusó a la acusada, solamente defendió su nombre. Daniel Roswet es un político respetable, jamás dañaría o amenazaría a alguien. —interrumpe el abogado. La jueza suspira pesadamente y se abstiene de colocar los ojos en blanco.

—Que pase el testigo de la acusada, por favor. —informa la mujer fríamente. Suspiro nerviosamente levantándome del asiento y camino a pasos lentos pero concisos hacia la silla junto a un micrófono para testificar.

Me encuentro precisamente al lado de la jueza. Tengo los nervios a flor de piel, tanto que lo único que puedo hacer es respirar hondo y suplicar porque la suerte este de mi lado. A mi mente viene mi pequeña Esmeralda, cuanto me gustaría que este aquí. Debido al juicio debí faltar a la universidad, por ende no pude ver la presencia de mi Esmeralda.

<< ¿Acaso la universitaria rebelde me extraña? >>

—Bien si mal no me equivoco, usted es el hermano de la acusada ¿no es así? —empieza a preguntar el abogado de Daniel.

—Así es, está en lo cierto. —afirmo. Los pasos de un lado a otro de aquel hombre logran su cometido,. impulsar mis nervios.

—Nos podría contar acerca de cómo es su relación con la acusada, por favor. —pide. Asiento intentando tranquilizarme para poder hablar calmadamente.

—Charlotte y yo de hecho nos llevamos muy bien como hermanos. Tenemos una relación con muy pocas discusiones, cariño de hermanos y nos apoyamos mutuamente ya que solo nos tenemos el uno al otro. Nuestros padres fallecieron hace unos años atrás. No hay secretos, lo que le pasa a uno se lo cuenta al otro. Hay una gran confianza entre nosotros. —explico.

—Entonces si se cuentan todo, ¿nunca le hablo mal ni crítico a Daniel Roswet?—indaga enarcando una ceja.

—Vera hombre, Charlotte no es de hablar mal de nadie. De hecho porque es mi hermana y la conozco mejor que nadie puedo asegurar que es una de las personas más optimistas y positivas que pueden existir. Jamás hablaría mal de nadie, no juzgaría a nadie porque nunca haría lo que le hicieron a ella. —murmuro melancólico.

No puedo evitar recordar la dura adolescencia que pasó Lotty.

— ¿A qué se refiere señor? —curiosea la jueza intrigada. Dedico una corta mirada hacia mi hermana pidiendo su permiso para poder contar lo siguiente. Es parte de su privacidad y no me gustaría corromperla. Para mi sorpresa, asiente levemente e inhalo hondo armándome de valor.

Esta situación acaba conmigo.

—Pues Charlotte ha tenido una adolescencia muy dura y difícil. Ha sufrido bullying en su juventud solo por el hecho de ser delgada. La han juzgado demasiado respecto a si sufría algún tipo de trastorno alimenticio, cuando ella era delgada de naturaleza. No tengo prueba su Señoría pero puedo jurarle por mis padres, que en paz descansen, que Charlotte con todo lo sufrido jamás juzgaría a alguien. —acoto.

Un tenso e incomodo silencio se instaura en la sala. Un silencio que pone los nervios de punta a todos. Inhalo hondo y exhalo intentando calmarme aunque llega a ser en vano.

—Bien no se cumple la demanda señor Roswet, usted señorita Wareer procure de no adentrarse a conflictos que la lleven a juicio y arriesgarse de esa manera. ¡Juicio terminado! —concluye la jueza golpeando contra la mesa de madera el mazo. Baja de su asiento con la ayuda de un oficial y desaparece del lugar.

Me acerco a pasos rápidos hacia Charlotte en un fuerte y necesitado abrazo. Mi respiración se tranquiliza conforme los minutos, observo a Bob con una sonrisa en mi rostro y sintiéndome orgulloso. Extiendo mi mano en un apretón de manos con Bob, en un saludo cordial y de agradecimiento.

—Gracias, siempre me salvas en todas. —agradezco sincero, centrando mi atención en él. Niega con una mueca y hace un ademan restándole importancia.

—No hay de que Gael, sabes que son como mi familia. —murmura Bob refiriéndose a nosotros. Sonrío en agradecimiento.

Esto por fin se acaba.

Me despido en un abrazo de aquellas dos personas marchándome del lugar. Subo al carro revisando las notificaciones del móvil, no tenía llamadas ni algún mensaje de Esmeralda.

Eso me desilusiona.

Aparco el automóvil en la acera de la casa, recojo mis cosas y me adentro a mi hogar.

Finalmente en casa.

No había estado todo un día aquí y ya extrañaba este lugar. Me despojo de la ropa lanzándola a la lavadora y me coloco una bata blanca de baño. La misma que había usado mi pequeña Esmeralda. Vuelvo a la cocina dispuesto a prepararme un plato con cereal dirigiéndome hacia la sala, hasta que siento el ruido del timbre.

« ¿Quién será ahora? »

Al abrir la puerta una sonrisa se forma en la curva de mis labios y mi cuerpo se relaja. Es ella, posada en frente mío vistiendo un top blanco, unos shorts de jean y una camisa militar verde que la usa de abrigo. Esos tacos negros la hacen ver tan sensual.

— ¿Puedo pasar? —pregunta con cautela.

Los ángeles siempre son bienvenidos aquí.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora