Capitulo 33

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Me remuevo en la cama perezosamente dándome vuelta dispuesto para abrazar a Esmeralda. Pero por sorpresa mía la presencia de mi universitaria se había desvanecido y lo único que termino abrazando decepcionado fue una cómoda almohada.

¿Dónde se encuentra mi Esmeralda?

Hace ya unos días me habían dado el alta y mi universitaria amada decidió quedarse todos este tiempo cuidándome y obligándome a hacer reposo. Una semana descansando del accidente junto a su cálida presencia. Ladeo la cabeza mirando el lado vacío de la cama donde tenía mi brazo extendido y no puedo evitar suspirar pesadamente.

Realmente me esperaba encontrar a mi Esmeralda junto a mí. Y el que no suceda, me decepciona.

Me percato de mi torso desnudo y mitad de mi cuerpo cubierto de la sabana blanca enredada a mis piernas. Sonrío divertidamente al recordar la magnifica noche que pasamos entre sabanas con mi Esmeralda. La abstinencia nos jugó en contra a los dos y se ve que el cuerpo de cada uno es la debilidad del otro.

Dispersándome de todos los pensamientos, coloco los pies en el suelo y me levanto de la cama. Siento que olía a sexo y me agrada mas cuando es con mi amada pero debo despertarme y quitarme esta sensación. Si estuviera Esmeralda aquí ya me hubiera regañado por romper nuestro "pacto". Rio mentalmente ante ello.

El primer día de alta lo primero que hizo fue anunciarme un pacto que debía cumplir, algo parecido a una promesa. No, no era una promesa de amor a lo Romeo y Julieta. Me colocó la cruel regla de que si llegaba a no cumplir reposo, no tendríamos muestra de pasión por varios días. Entre esa "muestra de pasión" tenía prohibido besar sus tentadores labios, tocar su excitante cuerpo y claramente hacer el amor con ella.

Si... un pacto cruel que ningún hombre desearía llevar a cabo.

Me coloco una toalla atada a mi cintura y remuevo mi cabello húmedo con mi mano desordenándolo solo un poco. Teniendo la mínima ilusión de que Esmeralda aun siguiera en esta casa, agarro una bata de baño y salgo de la habitación.

Recorro la cocina, los baños del primer piso, toda la sala y nada. No existe rastro de su parte, eso me decepciona tanto que no puedo evitar esbozar una mueca en mi rostro. Suspiro por lo estúpido que me siento al actuar de esta manera. Luego de todo lo que me confesó aquel día, la apuesta, su orgullo, sus sentimientos, puede estar volviendo a jugar conmigo y yo no me daría cuenta porque soy un idiota jodidamente enamorado.

—No me he ido, estoy aquí.—volteo rápidamente al escuchar aquella voz que tan bien conocía. Me regaño mentalmente por haber pensado todas esas patéticas cosas y muerdo mi labio inferior sonriendo levemente. Abro los ojos y entreabro los labios al pasar una mirada de arriba a abajo por todo su cuerpo y percatarme de que solo llevaba ropa interior de encaje que tenía guardada en el cajón de mi habitación.

La ropa de interior de encaje negra lo único que hace en mi es hacer la vista mas tentadora y comenzar una nueva sesión placentera de fuego y pasión. Esmeralda vestida sensualmente con su espalda reposada en la pared y su vista fija en el paisaje que daba a conocer el balcón de mi casa.

Me acerco a zancadas veloces y con la bata blanca en mano, no dudo en colocársela llevándome regaños de su parte. Oh no, no permitiré que a mi traviesa universitaria la observen todos los vecinos.

—¿Celoso?—pregunta burlonamente enarcando una ceja. Ladeo la cabeza y rodeo los ojos, no iba a contestar una pregunta con respuesta obvia.

—¿Qué haces aquí?—cambio de tema evadiendo su pregunta obvia.

—¿Sabes que contestar una pregunta con otra pregunta es de mala educación?—cuestiona nuevamente haciendo un puchero fingido que solamente le hace ver aun mas tierna. Parece ser que alguien se ha levantado de muy buen humor y eso me agrada.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora