Capitulo 41

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Observo con atención como dos hombres acomodan la segunda cuna de bebe al lado de nuestra cama matrimonial. No puedo evitar sentirme en plenitud y felicidad absoluta. Seré padre de dos niñas y aseguro que mi amada será una grandiosa madre.

Hace unos días habíamos asistido a una de las mejores medicas de mi hospital, quien es la que se encarga de seguir paso a paso el embarazo de mi Esmeralda. Afortunadamente todo esta marchando de maravilla y por sorpresa descubrimos que no era solo un bebe sino dos.

¡Dos bebes! Al otro día curiosos e impacientes asistimos nuevamente a la medica para descubrir cual era el sexo de ambos bebes. Nunca he tenido preferencia por tener un niño o una niña, pero solo puedo decir que siempre me ha gustado la idea de criar a una niña. Y a la vez si el destino me lo permite, también criar a un pequeño niño.

Aún recuerdo como comenzó todo, los obstáculos por los que atravesamos, las tristezas y alegrías, todo lo que hemos crecido como personas. Es algo estupendo e incrédulo. Por ella estoy mejor en mis pésimos días.

Sin embargo, con dos criaturas en mi vida ya no hay lugar para días malos.

El tiempo ha pasado y mi corazón sigue perteneciéndole a mi Esmeralda. Eso es solo una demostración más de que nuestro amor continúa siendo verdadero.

Camino hacia ella y la abrazo por detrás, visualizando desde ya el próximo futuro que de a poco se acerca. Da un pequeño brinco en su lugar sobresaltada y ladea la cabeza mirándome sorprendida. Al instante exhala y su semblante sorpresivo cambia a uno más cálido esbozando una sonrisa sincera.

—Hemos terminado.—interviene uno de los hombres. Ladeo la cabeza y asiento levemente. Me acerco hacia ellos y me dispongo a pagarles su trabajo, la situación financiera hoy en día está complicada para algunas personas. Por ende, me dispongo a dejarles un poco de propina extra en sus manos.

—Les agradezco, han hecho un gran trabajo. —reconozco, admirando la cuna ya acomodada en su lugar.

Ambos me dedican una sonrisa agradecida y se marchan de la casa. Miro de reojo a Esmeralda acercarse hacia mí y sigo con la mirada cada uno de sus movimientos. Se posiciona al lado mío e imita mi acción, observando ambas cunas fijamente.

—¿Sabes? Dicen que en estos momentos para celebrar que algo ha salido bien, se debe bailar. —insinúo dedicándole una mirada de reojo. Me mira extraña frunciendo el ceño y arruga la nariz.

—¿Por qué todas las personas dicen algo que nadie ha dicho? —cuestiona incrédula. Sonrío divertidamente y me encojo de hombros sin saber que responder.

—No lo sé, pero lo que he dicho si es cierto. Asi que...—extiendo la mano mirándola fijamente. Me devuelve la mirada alzando ambas cejas y entrecerrando sus ojos. —¿Bailamos? —agrego reprimiendo una sonrisa. Cruzamos mirada por varios minutos y un pequeño silencio nos embarga.

—No sé bailar. —se excusa. Resoplo con una mueca colocando los ojos en blanco, divertido.

—Eso no es un problema. —insisto enarcando una ceja. Bufa y rodeando los ojos acepta mi mano. Sonrío complacido y de la mano entrelazada la guío hacia el centro de la habitación. Sigue con la mirada cada uno de mis movimientos e intento concentrarme en escoger una buena canción para este momento.

Suena en el altavoz "Fire on fire" de Sam Smith y giro sobre mis talones cruzando miradas. Camino hacia ella y me coloco a su lado, por varios minutos nos miramos fijamente.

—Tu sígueme, yo te guío. —susurro suavemente. Suspira y asiente levemente ladeando la cabeza hacia al frente. Imito su acción y comienzo a dejarme llevar por la letra de la música romántica.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora