3. Celos primerizos

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Capítulo 3| Celos primerizos

La veo hablando con alguien, un chico de su clase. Están discutiendo, las expresiones enojadas del chico y el ceño fruncido tan característico de mi Esmeralda, me lo aseguran. Mueve la cabeza de un lado a otro, negando incrédula lo que dice aquel universitario. Observo como aprieta sus puños y clava las uñas en sus manos, va a hacerse daño.

El desconocido se acerca aún más hacia ella y noto como desvía su mirada a los labios de mi Esmeralda. Está pensando en besarle, lo presiento. Debo salir de mi escondite, no puedo permitir que alguien más bese los labios de mi Esmeralda.

No es posesión, son celos. Malditos celos.

En cuestión de segundos Esmeralda alza la mano y le propina una fuerte bofetada en la mejilla del chico, tan dura fue que el mismo joven se balanceó unos centímetros para atrás perdiendo el equilibrio. Noto como se acerca y le susurra algo indescifrable para mí, ya que me encuentro lejos y mi sentido de la audición no es muy poderoso para escuchar a la distancia.

Aprecio como menea sus caderas huyendo del lugar, dejándome con una sonrisa en mis labios por su sorpresiva acción. Sabe defenderse, hoy pude verlo. Es fuerte y posee carácter, no es sumisa ni tímida. Eso me hace quererla aun más.

—Profesor Wareer ¿Cómo está?—oigo una voz y giro la cabeza para ver de quien se trata Es la profesora Akselsen que enseña Patología. Ladeo la cabeza encogiéndome de hombros.

Luego de ver a Esmeralda defenderse, me encuentro fascinado.

—Muy bien profesora, gracias por preguntar. ¿Usted?—pregunto cordialmente. No tengo algún interés en entablar una conversación con una compañera de trabajo que quiere algo más conmigo. Todo de ella, sus miradas, gestos, movimientos sensuales, me dicen a gritos que le gusto. Pero aquí la única que me interesa, deseo y quiero es mi pequeña Esmeralda.

La escucho resoplar a la vez que suelta un leve suspiro.

—Pues ya sabe profesor, los jóvenes te agotan la energía.—se queja. Asiento concordando con ella, a pesar de que mis estudiantes no sean tan rebeldes y hagan caso a mis indicaciones. —Como sea, no vine a hablar de los jóvenes. —añade. La miro sorprendido cuando me percato de su extrema cercanía hacia mí. Dejaba ver su escote profundo en v, se me está insinuando. Otra mujer más que hace lo mismo. La única que no cae en mis naturales encantos y en acción ordinaria de todas las mujeres, es mi Esmeralda.

—¿Ah no? —negó levemente. —¿Entonces a que vino? —cuestiono enarcando una ceja.

—Quiero invitarlo a una cena en un restaurante muy lujoso de aquí, en la ciudad de Chicago. Puede pasar por mí a las nueve si le parece bien. —sugiere sonriendo provocativamente. Le devuelvo la sonrisa a la vez que entrelazo mis dedos incómodamente.

—Sinceramente me encantaría pero esta noche estoy ocupado. Todas las noches a partir de las nueve tengo turno en el hospital. Ya ve, es una vida agitada.—explico encogiéndome de hombros. Su expresión cambia a una desilusionada pero lo logra disimular muy bien con una amplia sonrisa.

—Oh claro entiendo profesor, no se preocupe. Otro día será, que tenga un buen día. —responde desapareciendo de mi vista. En sus palabras puedo notar una chispa de decepción. No me siento culpable, lo que le dije es la verdad. Debo trabajar en el hospital, salvando vidas de personas.

Ser el jefe del hospital que tú mismo construiste y a la vez ser un neurocirujano reconocido, no es para nada sencillo. Es agotador realmente, agregando mi rutina mañanera como profesor. Siempre he recibido citas invitándome a salir por parte de las mujeres, luego todo eso terminaba en sexo. La mayoría de esas veces las he rechazado, no solo por trabajo si no también porque no me interesaba llevar la misma rutina a cabo todas las noches. Es aburrido, a mi me gusta lo especial. Lo único.

Eso es Esmeralda, única a todas las demás.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora