Capitulo 31

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Observo como mueve la pierna derecha nerviosamente de arriba a abajo, sus manos se tocan la una a la otra en un acto de intentar calmar la ansiedad y su respiración se torna un tanto rápida y agitada. Se encuentra ansiosa mi pequeña, comenzó a actuar de esta manera desde que le anuncie que quería conocer a su familia.

Habían transcurrido al cabo de unas tres semanas desde todo lo sucedido, días en los que Esmeralda decidió volver a su casa pero a veces se quedaba a dormir en la mía y para que mentir. Algunas noches eran un tanto traviesas.

Me fascinaba tanto su cercanía, su presencia, su aroma, que las veces que no estaba en mi casa me sentía totalmente vacío, como mi habitación. Por eso las noches que no viene Esmeralda, opto por dormir en el amplio sillón de la sala, aquello se convirtió en un habito. Sinceramente dormir en la cama donde no esta mi amada, me hace sentir completamente solo.

—Oye, tranquila. Todo saldrá bien ¿vale?—animé colocando mi mano en su muslo, brindando suaves caricias.

Esmeralda llevaba puesto un simple vestido negro con espalda escotada y que dejaba demasiado notorias sus bellas curvas. Lo que llamaba la atención eran las elegantes joyas doradas que llevaba puestas en su cuello y muñecas, además del gran maquillaje de ojos esfumados que le daba una mirada de misterio y sensualidad.

Mi adorada Esmeralda era todo un ardiente fuego.

—No es que tu no entiendes, nada saldrá bien. Tu no conoces a mis padres, se encargan de joderlo todo. Tu solo los vistes una vez pero yo convivo con ellos, desde que nací.—hizo una pausa pensando en que decir.—Asi que, no tengas expectativas y si las tienes, bórralas ahora.—agrego.

Solté una pequeña risa al escuchar lo ultimo. Me lleve una mirada de su parte recriminatoria con ceño fruncido, lo que causo que dejara de reírme.

—No tengo expectativas, créeme. No temas, estaré siempre a tu lado.—asegure dedicándole una mirada de reojo. Ella asintió junto a un suspiro.

Tenia razón, no sabia como era su familia, pero la apariencia que dieron aquella vez que Esmeralda estuvo en el hospital, no fue para nada buena. Pueden ser solo apariencias fingidas y mi mal habito de prejuzgar o también pueden ser verdaderamente quienes muestran a simple vista. Supongo que eso lo sabré esta noche.

Aparque el automóvil en la acera y le dedique una ultima mirada tranquilizadora a mi pequeña. Suspiró por ultima vez y murmuro algo para si misma poco audible para mi sentido de la audición. Salí del auto y ella imito mi acción. Entrelace mi mano con la de ella, brindándole un leve apretón transmitiéndole confianza. Esmeralda tocó el timbre y en minutos abrió la puerta una joven de baja estatura, cabello pelirrojo y vestida de negro.

—¡Oh! Hola, soy Dafne, la hermana de Esmeralda.—anuncia con una sonrisa. Le devuelvo la sonrisa.—Pasen, adelante.—agregó nerviosa en un ademan, haciéndose a un lado, permitiéndonos el paso.

Al adentrarme a la casa, no pude evitar fijar mi mirada en todo mi alrededor. Era una casa un tanto amplia y espaciosa, no tanto como la mía pero no era acogedora. La decoración era demasiado sutil y moderna, a la antigua.

—Mi madre tiene una fascinación con lo antiguo y moderno que se asemeja a la decoración de la realeza.—explico Esmeralda rodeando los ojos. Esboce una sonrisa al mirarla, se veía tan hermosa y tierna cuando rodeaba los ojos.

—Oh tu debes ser el novio de mi hija. Siéntense por favor, la cena estará lista en unos segundos.—propuso el padre de Esmeralda. Le dedique una sonrisa amablemente y asentí.

De la mano de mi pequeña nos encaminamos al amplio sillón que se encontraba en el medio de la sala. Dafne y aquel hombre se sentaron en el sillón que estaba frente nuestro.

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