5. Débil provocación

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Capítulo 5: Débil provocación

Entra al salón cerrando la puerta detrás, la universitaria que trae mi mundo de cabeza. Camina hacia mí con toda esa seguridad y confianza que detona. Centro toda mi atención en ella y dejo de lado algunas tareas que me encuentro corrigiendo.

Esmeralda viste una musculosa roja con un leve escote, junto a unos shorts rojos. Puedo suponer que le gusta demasiado el color rojo y que es uno de sus preferidos, ya que se lo puedo ver siempre usándolo en alguna parte diferente de su cuerpo.

Sin decir alguna palabra se sienta en mi regazo dada vuelta, inclinándose a ver papeles que yacen allí. Presiona su trasero contra mi miembro, creando una fricción placentera. Está provocándome. Y para bien o para mal, Esmeralda sabe lo que está haciendo. Pero aun así muestra su apariencia inocente e indiferente. Llevo mis manos a su cintura presionándola discretamente contra mí y mi miembro se coloca duro al instante.

Estoy dándome cuenta que me fascinaba tener a Esmeralda en mi regazo, sentir su presencia y aroma tan cerca mío.

— ¿Sabes lo que me gusta de ti? —suelta.

Gira todo su cuerpo y me mira fijamente a los ojos. No tiene miedo de decir las cosas, no tiene vergüenza. No desvía la mirada, cada cosa que decía lo hace mirándome directamente a los ojos.

Y eso me agrada.

— ¿Qué? —pregunto con respiración agitada. Mi miembro da una leve sacudida al sentirla más de esa fricción placentera. Acorta un poco la distancia y se mueve más cerca, acercando su rostro al mío. Mi miembro roza levemente con su entrepierna, pero al parecer no se da cuenta ya que no se inmuta en hacer alguna expresión de sorpresa o indignación.

—Tu tranquilidad, me agrada. —confiesa. Su mirada se desvía hacia mis labios quienes se encontraban entreabiertos, deseándola. Dejó un lento beso que lo único que hizo fue provocarme y desearla más, para luego separarse mordiendo mi labio inferior suavemente.

— ¿Ah sí? —pregunto incrédulo. No pensé que me prestaba atención tanto como para descubrir que era lo que le gusta de mí. Es observadora al igual que yo, simplemente no lo deja ver. Es de esas personas que saben todo pero lo ocultan frente a los demás.

Asintió volviéndose a girar quedando frente al escritorio, aun en mi regazo. No es estática, no le gusta quedarse en un solo lugar por largo tiempo. El silencio se apodera de nosotros y me atrevo a ser yo el que tenga el control en esta situación.

Subo una de mis manos a su hombro dejando leves caricias allí y luego deslizo el bretel de la blusa junto al bretel del brasier negro que lleva puesto. Puedo notar como todo su cuerpo se tensa y se endereza ladeando la cabeza hacia atrás, en búsqueda de mi tacto.

Acaricio la zona, admirando su piel de porcelana.

— ¿Qué crees que haces? —murmura. Esta vez no cruzó mirada, sus ojos están centrados en un punto desconocido del salón. Se encuentra perdida en sus pensamientos pero aun consciente de lo que esta sucediendo.

Sin contestación de mi parte junto a una sonrisa, dejo un suave beso en la piel de su cuello, haciéndola estremecer y ladear la cabeza hacia atrás. Luego beso por varios minutos su clavícula provocando que su piel se erice y suelte un suave jadeo, que se encargó de tapar con sus manos.

—No hagas eso. —susurro en su oído. Muerdo el lóbulo de su oreja suavemente.

— ¿El qué?

—Ocultar tus jadeos provocados por mí. —explico. Puedo notar una mínima sonrisa en la curva de sus labios. Continuo mi camino de suaves y excitantes besos desde su clavícula finalizando en su hombro. Siento su respiración agitada y aprecio lo excitada que se encuentra en el instante que cierra sus piernas apretándolas contra ella. Le he provocado, lo sé.

Se gira sobre mí rápidamente llevando su mano hacia el cinturón de mi pantalón, desabrochándolo torpemente. Suelto una leve risa divertida y la ayudo a quitarlo. Baja los pantalones lo suficiente para poder escabullir su mano y acariciar mi miembro sobre la tela del bóxer. No despega la mirada de mí, sus movimientos son rápidos pero suaves. Sus ojos se tornan de lujuria, le esta excitando la situación tanto como a mí. Mi respiración comienza a ser mucho más agitada, causando varios jadeos y algunos gruñidos por mi parte.

No estoy tan seguro lo que hacía excitarme más al punto de llegar cerca del clímax. No tengo en claro si eran sus ojos ámbares intimidantes posados en mí o su mano moviendo de arriba abajo mi miembro. Todo de ella me excita.

Sus movimientos aumentan el ritmo causándome aun mas placer. Inclino la cabeza hacia atrás disfrutando de sus excitantes caricias. Estoy a punto de llegar a un placentero orgasmo hasta que siento su mano detenerse y noto como se aleja de mi regazo, colocando sus zapatos de punta alta sobre el suelo. Un vacío se hace presente en mí y no puedo evitar mi ceño fruncido incrédulo.

—Esmeralda...—balbuceo. Me mira junto a una sonrisa en sus labios, sabiendo a lo que me refería. Ladea la cabeza acercándose hacia mí y se arrodilla en el suelo sin apoyar sus piernas. Observo como acerca su boca a la punta de mi miembro erecto sobre la tela y deja un casto beso en esta. Me estremezco en mi lugar y suelto un gruñido al sentir el clímax llegar hacia mi.

—Mierda...—gruño roncamente.

Nadie había logrado provocarme y hacer que me corriera de esa manera. Solo mi pequeña Esmeralda. Ella es exclusiva.

Sonríe alejándose de mí, moviendo sus caderas. Intento calmar mi respiración, y acomodo el pantalón abrochando el cinturón. Me levanto de la silla quedando Esmeralda frente a mi. No puedo evitar devolverle una amplia sonrisa.

—La próxima vez, gime mi nombre. —murmura burlona antes de desaparecer de mi vista. Sinceramente esperaba un beso de despedida por su parte, pero parece ser que hoy es la excepción.

A Esmeralda le gusta jugar, le gusta provocarme y tantear con mis puntos débiles, tal como yo lo hacía con ella. Estoy al tanto del poder que tenía sobre mí y los efectos que provoca su presencia en mi cuerpo.

Esmeralda conoce todos mis puntos débiles y yo apenas sé solo uno de ella.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora